El 25 de Febrero de 1.984, nuestro socio Dr. Jesús Zamora, me invitó a participar en el Concurso de pesca del pavón organizado por el Ministerio del Ambiente y de los recursos naturales renovables (M.A.R.N.R.), a efectuarse en el sitio llamado El Pesquero, en el Hato La Tigra, a orillas del río Cinaruco. Varias organizaciones colaboraron ampliamente para el éxito de dicho concurso, como fue el caso del Aeroclub Valencia, Fundación La Salle y otros que lograron reunir unos quince avionetas particulares y además un avión bimotor Twin Otter, con mucha capacidad, para los que no tuvieran chance de ir en sus aeronaves. Jesús y yo salimos de Valencia en su avión Cessna 182, identificado con las siglas 487-P con rumbo a su Hato Matalinda, en las orillas del Caño La Pica, para dejarles algo de comida a Miguel y su familia, encargados de cuidar el Hato y de paso visitarlos como ya se ha hecho costumbre.
El aterrizaje en Matalinda, lo realizó Jesús, en la pista larga, que está un poco alejada de la casa del Hato, a unos ochocientos metros, pero es mucho más segura que la que está construyendo al lado de la misma, que es mas corta y todavía tiene mucha yerba para poder ser utilizada con seguridad. Descargamos la avioneta y sólo dejamos los equipos de pesca y las cavas con hielo y la comida nuestra, ya que la idea era llegar lo mas pronto posible al Pesquero. Comenzamos a caminar hacia la casa y a la mitad del camino nos encontramos con Miguel, que ya venía a cargar los corotos como es su costumbre, hablamos un rato con él y seguimos nuestro camino, llegando a la casa en unos diez minutos, donde nos recibió Leticia, la esposa de Miguel quien junto a su muchachera ya nos tenía preparado el cafecito guayoyo, con que los llaneros reciben a los visitantes. Después del agradable recibimiento, Jesús recogió su caña de pescar y algunos señuelos, amen de su chinchorro y cobijas, pues pensamos dormir a orillas del río.
Miguel nos acompañó hasta la pista, para ayudarnos a cargar las cosas de Jesús y después de montarlas en el avión, nos despedimos y comenzó la carrera de despegue del 487-P, el que, como estaba muy liviano remontó vuelo a la mitad de la pista, virando de inmediato a la derecha hacia el Sureste. En pleno verano, el llano tiene un sin fin de tonos de verde, que llegan hasta el azul; los ríos tienen su mas bajo nivel y el agua se ve transparente, formando espejos con los rayos del Sol,
El vuelo se hace en unos quince minutos y la mejor guía para llegar al sitio, son las Galeras del Cinaruco, que es una formación montañosa, casi de Norte a Sur, de vegetación característica de las selvas de galería, de chaparros y matorrales, en medio de una llanura sin fin, que destacan a mucha distancia, tanto por aire como por tierra, que se ubica al Sureste del Estado Apure y desde donde se ven las desembocaduras de los ríos Cinaruco y Capanaparo en el Orinoco.
Sobrevolamos la pequeña cordillera de unos setenta u ochenta metros de altura y siguiendo el curso del río Cinaruco, a unos cinco minutos, estaba la cosa mas inusual en los llanos; una concentración de aviones de unos quince aparatos alineados a la derecha de una pequeña pista que comienza a las orillas de una larga madrevieja y detrás de los aviones una especie de matorral característico de las riberas de éstos ríos. En éstos casos para evitar alguna colisión se acostumbra sobrevolar la pista en forma perpendicular a ella, a baja altura, para avisar a los presentes el próximo aterrizaje, no sin antes radiar dicha información a los aviones en vuelo en la zona.
Así hicimos y dando una vuelta circular aterrizamos y de seguidas nos acercamos al grupo de aviones para estacionar el 487-P. Un grupo de unas cuatro personas se aproximaron a darnos la bienvenida y de una vez nos dieron las indicaciones pertinentes para inscribirnos en el concurso y recibir las reglas del mismo.
Jesús conocía a una gran cantidad de los allí presentes y cordialmente me fue presentando uno por uno, los que nos alertaron que si pescábamos algo antes de comenzar el concurso, lo escondiéramos, ya que uno de los concursantes había sacado un pavón grande y se lo habían marcado para invalidarlo, ya que fue antes de comenzar el mismo, perdiendo esa gran oportunidad. Al preguntar yo quién era el infortunado, me dijeron que se trataba de Iran Acosta Rubio y como hacía menos de un mes que lo había conocido en Calabozo, me acerqué al sitio donde estaba acampando su grupo, con la gran sorpresa de encontrarme allí a otro viejo amigo, vecino de Miguel Osío en el edificio donde viven juntos en Los Palos Grandes, llamado Jorge García, quién al verme salió corriendo a la cava donde tenían el pavón de cuatro kilos y me echó el cuento de que se lo habían marcado por ser sacado antes de comenzar el concurso que comenzaba al mediodía del sábado. Irán me dijo que llegando se bajó del avión, armó la caña de casting y se fue a la orilla de la madrevieja a probar un señuelo marca Rapala, con forma de sardina y que al lanzarlo la primera vez al agua, enganchó el pavón de cuatro kilos y medio y formó tal escándalo, que vino uno de los jueces y se lo invalidó.
La mamadera de gallo del grupo era tal que, todos hacían el teatro de como Iran, había sacado el pescado, la gritadera y la carrera para sacarlo de la orilla del río y después la llegada del juez marcando la cola con un corte, para que no pudiera ser presentado en el concurso.
Pasamos el rato entre chistes y brindis, hasta que Jesús me recordó la importancia de colgar los chinchorros y establecer nuestro campamento antes de salir a pescar. Guindamos los chinchorros en unas matas cercanas a los aviones y de inmediato preparamos los equipos de pesca y nos fuimos a la orilla del río a pescar. El Pesquero, es una especie de laguna alargada de unos cuarenta metros de ancho y unos dos kilómetros de largo, que se forma en invierno cuando el Cinaruco se desborda y prácticamente endereza su sinuoso curso por el gran volumen de agua de lluvia llenando las lagunas en ambas riberas y las madreviejas, que como ésta, quedan convertidas en largas lagunas con muy poco caudal de agua que llegan a represarse encerrando tanto las pechitas ó sardinas y también a los pavones que son así mas fáciles de pescar.
Toda la zona tiene una belleza especial, pues se trata de una llanura que hacia el Oeste destaca la pequeña cordillera de las Galeras con sus tonos verdiazules en la distancia, al Norte la llanura sin fin cruzada de todos los ríos que bajan de Oeste a Este a rendirles tributo al Orinoco y hacia el Este una vegetación muy tupida que se forma a las márgenes derecha e izquierda del río Cinaruco, hasta llegar a su desembocadura cercana a La Urbana en la margen Sur del Orinoco.
A unos cincuenta metros de la orilla montamos nuestro campamento, con sus chinchorros, resguardados por algunos arbustos de la brisa fría que sabemos vamos a sentir en la noche y sin pensarlo dos veces, preparamos los equipos de pesca para comenzar la contienda.
Nos acercamos a la orilla y comenzamos a lanzar los señuelos artificiales haciendo Casting, como no picaba nada pensé que se debía a la gran cantidad de pescadores que ya lo habían intentado asustando a los peces que pudieran estar por allí aparte del ruido, por lo cercano a la zona de campamento y empecé a caminar por la orilla hacia el Oeste con gran dificultad debido a la gran cantidad de rocas que tiene la costa Norte, cerrándose el paso con muchos matorrales que obligan a subir unos tres metros para seguir hacia arriba y volver a bajar hasta la orilla para seguir intentando sacar algún pabón de buen tamaño.
No hubo suerte y en vista de la ausencia de los deseados Strikes, regresé río abajo caminando mas de un kilometro por las trillas que llegan a un punto en el que hay que bajar a la madrevieja y atravesarla por un punto en que no tiene mas de veinte centímetros de profundidad que da origen a una costa larga muy ancha de playas limpias y blancas pero con un caudal de agua de no mas de veinte metros de ancho y de pocas partes profundas en las cuales seguí intentando sacar algún ejemplar con muy poca suerte. Pasaron mas de dos horas y lo único que logré sacar fueron dos paboncitos que lo que daban era lástima ya que apenas llegaban al medio kilo cada uno, cuando de pronto a lo lejos y avanzando por el medio del canal de agua hacia mí, venía algo que en principio no podía divisar, pero que poco a poco se hizo mas claro y se trataba de un sombrero de cogollo debajo del cual caminaba con el agua hasta el cuello un “musiu”, con su caña de casting y una sarta de unos veinte pabones, navegando detrás de él amarrados a la cintura. Se trataba de Gilbert Cuenot, un francés muy amigo de Jesus, quien al acercarse salió del agua se presentó y comenzó a hablar cordialmente conmigo mostrándome lo bien que le había ido pescando, pues tenía unos cinco pabones grandes de unos tres ó cuatro kilos que le daban mucho chance en el concurso. Como le pregunté si no tenia miedo de caminar por el río sin ver el fondo, con el peligro de pisar alguna raya, caimán ó anaconda de las que hay muchas por allí, que pudiera estar en su camino me dijo que la probabilidad era muy pequeña y además tenía la ventaja de no quemarse con el Sol y estar muy fresco durante todo el concurso, me reí bastante con las ocurrencias de Gilbert y su forma característica de hablar con su acento francés y en menos de cinco minutos se volvió a meter al agua con su sarta de pabones y siguió caminando madrevieja arriba, lanzando de vez en cuando su caña, camino del campamento.
Al quedarme de nuevo solo, me estaba comiendo la envidia y no pude explicarme el porqué de tan mala suerte pescando ya que normalmente siempre soy de los que sacan mas animales, debido a lo fiebroso por la pesca deportiva que estoy practicando desde los cuatro años de edad, cuando mi viejo querido me llevaba al malecón de la Habana, a eso de las cuatro de la mañana y amanecíamos pescando siempre con bastante buena suerte. El recuerdo me viene a la mente, cuando una de las primeras veces, mi viejo lanzó la “Pita”, un sedal de fibras de corteza de no sé que árboles, que se usaba antes para pescar, enrollado en una tabla, con su carnada y me lo entregó, mientras él lanzaba la otra pita, al rato sentí el primer “templón” de mi vida, ése que nunca se olvida, y comencé a gritarle a mi papá que era algo muy grande, pues halaba duro, todo eso oscuro, como a las cuatro y media de la madrugada y cuando el comenzó a sacarlo y ver aquel pescado fuera del agua, me sentí tan orgulloso que me parecía una proeza el haber contribuido a sacar aquel pobre bicho de no mas de treinta centímetros (y que yo lo veía como de tres metros) y la memoria con la distancia de los cincuentisiete años no me ayuda a identificar. Pienso que en ése preciso instante fue que la semilla de la pesca deportiva comenzó a germinar en mí y se lo debo con el mayor agradecimiento a mi querido y recordado padre, Luis Antonio Urbina Ramos, de quién escuché una vez un comentario de una vieja amiga suya, conocedora de toda sus hermanos, “ Luisito es lo mejor de toda la familia Urbina”, y esto llena de orgullo a cualquiera.
Me decidí a pescar como siempre lo hago después de aquel momento, con los carretes de mano que llevaba dentro del maletin de cuero guindado al hombro y en el mismo sitio saqué dos filetes al pabón mas pequeño y los lancé con los dos carretes de mano, mientras con el nylon finito y anzuelito minimosca, comencé a sacar las sardinas, para pescar “a la viva”, con la caña, lo que resultó en un corretaje, pues de pronto se guindaban dos pabones a la vez y tenía que apurarme para poder sacarlos antes que soltaran los anzuelos, pescando unos siete pabones mas, pero con la mala suerte que eran pequeños y ya comenzaba a oscurecer, lo que terminó con la diversión de ésa tarde.
Con los pabones flotando detrás de mí, amarrados a la sarta de nylon, seguí el ejemplo de Gilbert para no tener que cargar con el peso, y caminando por la orilla de la madrevieja seguí, hasta llegar al campamento donde encontré a Jesús, conversando con unos amigos y desilucionado también con la mala suerte que había tenido al seguir pescando en el mismo sitio toda la tarde no sacando ningún pabón grande.
Como había estado sudando toda la tarde, me fui hasta la madrevieja a bañarme y en un sitio cercano al campamento en una rama seca guindé el paño, la ropa limpia y el reloj de acero Rolex que tenía mas ó menos un mes de haberlo comprado y comencé a enjabonarme disfrutando del agua tibia de la tarde y del baño mas caro de mi vida. Ya oscuro, me sequé me vestí y regresé al campamento dejando olvidado el reloj en la rama a orillas de la madrevieja.
Durante la fogata de campamento, donde todos contaban chistes y anécdotas de los viajes de pesca, me acordé del reloj y decidí recogerlo a las primeras horas de la mañana, pero parece que alguien
madrugó más que yo y cuando llegué al sitio , ya no estaba.
Ni siquiera me molesté en preguntar a nadie por el reloj, ya que pienso que el único culpable de la pérdida fui yo, pero la calentera me hecho a perder el disfrute de la pesca y en la toda mañana no saqué ni un solo ejemplar.
Jesús corrió con la misma mala suerte, por lo que decidimos regresar en el avión a Mata Linda, para estar un rato con Miguel y Leticia, y sin pensarlo dos veces, levantamos el campamento y nos despedimos de los pocos amigos que estaban por allí, ya que casi todos estaban pescando, cargamos el avión y despegamos rumbo Noroeste hacia el Hato.
En veinte minutos aterrizamos en la pista grande de Mata Linda y ya Leticia, como es su costumbre, tenía montado el café de bienvenida, con el cual nos recibió afablemente. Miguel al ver lo poco que pescamos, nos dijo y tiempo después pudimos comprobarlo, que no valía la pena gastar la gasolina del avión en ése viaje, ya que allí mismo en Mata Linda, a unos diez minutos de la casa, en el caño Los Zorros se pescaban pabones más grandes y en mas cantidad que los que traíamos.
El caño Los Zorros es el lindero natural que separa los Hatos Mata Linda y La Rompía y desemboca en la laguna del mismo nombre y de allí cae en el Caño La Pica. Toda la zona es bastante virgen y tiene una gran cantidad de fauna silvestre, incluidos los Dántos de los cuales siempre se ven las huellas en el fango, los venados, de los cuales hay muchos en la zona, las Nutrias ó perros de agua que se encuentran en manadas de diez ó doce, babas, caimanes, anacondas y hasta Tigres manigordos, de los cuales encontramos los restos de un chiguire grande, que había arrastrado mas de cincuenta metros para taparlo con hojarasca en la orilla de la laguna Los Zorros . Jesús aprovechó para darle algunas instrucciones a Miguel relacionados con el ganado y en menos de lo que canta un gallo estábamos recogiendo todo para despegar rumbo a San Fernando de Apure para reabastecernos de combustible y seguir rumbo a Valencia. El vuelo ésta vez se desarrolló de una forma mas placentera, el tiempo estaba totalmente sdespejado y se podíaver el perfil del llano hasta el infinito, casi no había nubes y esto permite identificar todos los ríos y lagunas . comenzando con el Caño La Pica, el río Capanaparo el cual casi siempre sobrevolámos por el paso de San Pablo, donde estaba la chalana , el río Cunavichito, el Cunaviche, el Caño San Felipe, el río Arauca y finalmente el de mas caudal el río Apure a orillas del cual se encuentra San Fernando de Apure en su ribera Sur.
Aterrizamos en el aeropuerto sin novedad y después de echar combustible, despegamos hacia Valencia a la cual llegámos a las tres de la tarde y después de despedir a Jesús quien iva para su casa en Valencia, tomé la Autopista hacia Caracas, llegando a las cinco y media a mi casa, donde siempre me espera mi familia pendientes de los vuelos y sus peligros.
Caracas, Abril 3 del 2.001.
Por: Manuel A. Urbina P.
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1 comment:
Me envolví tanto en la lectura que casi pude sentir que era yo la que estaba pescando a la orilla del río... me gusta mucho esta actividad y también puedo recordar la primera vez que sentí la picada en mi caña y, así mismo como dice Don Manuel, es un recuerdo placentero que dura para siempre.
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