Tuesday, February 5, 2008

AGUAS MUERTAS.- RIO SAN BARTOLO

Allá por el año de mil novecientos ochenticinco, en el mes de Marzo, nuestro recordado y querido amigo , el tigre mayor, Oswaldo Osuna, organizó una partida de caza, para el Hato que tenía en sociedad, con el también tigre Yok Woo , llamado Las Payaras, a orillas del río San Bartolo en el sitio conocido como Aguas muertas, dominio de el también recordado “Platanero”, personaje casi de leyenda, quién tenía su ranchito un poco mas abajo de la casa del Hato, en la orilla norte del río. ó margen izquierda del mismo.
Oswaldo nos invitó a inaugurar la nueva casa del Hato y a estrenar la pista de aterrizaje que había mandado a alargar, cercar y aplanar, cosa muy importante para que las “taras”, remoquete de las avionetas que varios de los miembros de nuestro Club tenían y que todos disfrutábamos. La planificación era casi una obra de arte, previamente hizo los contactos con los tigres,” “terrestres”, o sea aquellos que por respeto no a los aviones sino a sus pilotos, preferían ir por carretera, entre ellos el Sr. Woo , pieza importante de éste rompecabezas, debido a que el mismo no arrancaba sin su cocinero y gran pescador el gordito Luis Son Fong, ya que el mismo garantizaba el buen comer pues era el Chef del Restaurant chino Koc Chai en la Av. Río de Janeiro de Las Mercedes y además persona alegre y siempre decidido a sonreir con esa sonricita casi de inocencia ( ó burla ) con que los miembros de su raza nos demuestran lo difícil que es entendernos a nosotros los latinos cuando les hablamos muy rápido y por más que se esfuercen no pueden ni expresar lo que sienten ni lo que quieren decir.
Además de Luis Son Fong, también los acompañaban Francisco Chan Siem, su socio en el Restaurant, y uno de sus hijos, David, tremendo pescador y gran conocedor de la zona , del cual recuerdo una vez que estábamos en el río pescando junto a Jorge Ramirez, tiraba su señuelo hecho de madera de palos de escoba pintado de blanco con dos robadores y lo colocaba cual artista en la orilla del río pero tan pegado a la costa que yo creía que se le trababa en las piedras , lo cual nunca fué así y nos decía que era para sacar a los pavones de las cuevas que se forman en las paredes del río. Lo cierto es que ése día se nos acercó una Tonina al bote y comenzó a jugar con nosotros empujando al bote por el motor casi haciendo que el mismo diera la vuelta (apagado por supuesto), y repitiendo varias veces lo mismo, mi asombro fue muy grande cuando pasó por estribor y bañó a David quién era el maquinista, y éste se echó a reír diciendo que nos lo iba a hacer a los tres, yo que estaba en la proa saqué la cámara de fotos para filmarlo y no me dio tiempo ya que jugando con nosotros dio el segundo coletazo bañando a Jorge y a la tercera pasada me lo hizo a mí también. Hay cosas que son muy difíciles de creer y esto en realidad es digno de “Aunque ud. no lo crea”, yo doy fe que así pasó y después de casi catorce años todavía a mí mismo me es casi imposible pensar que unos días después alguien pudiera matar a tan manso animal. También por tierra iba el tigre Morao, gran cazador y mamador de gallo , con su camioneta pick up, que nos serviría de transporte a todos para ir de caza o pesca.
El viaje por carretera a Las Payaras, era de alrededor de seis horas, lo que se reducía a una hora de vuelo desde el aeropuerto Metropolitano, en Ocumare del Tuy. Despegamos el avión de Ramón , el 2113p, piloteado por mi, el 506P por Carlos y el 1262, de Ernesto y quien después sería su socio y compañero inseparable José Rafael.
Llegamos casi a las once de la mañana del sábado, mas de media hora después que los otros dos aviones ya que como yo no conocía muy bien la ubicación del Hato, me desvié hacia el Oeste y cuando me di cuenta sobrevolaba el puente de metal sobre el río Paso del caballo, a todas éstas Carlos me trataba de guiar con el radio de su avión y cuando ví el puente , hice un giro de 180 y sobrevolando el río , llegué a la desembocadura del San Bartolo, teniendo a la vista las lagunas de Caicara , remonté el río y después de dar una vuelta sobre la casa del Hato aterrizamos felizmente, teniendo que soportar la mamadera de gallo acostumbrada, por habernos perdido.
El recibimiento siempre es muy alegre , nuestro Club ha logrado conjugar una gran camaradería entre todos los socios y a pesar de lo heterogéneo
.del grupo todos tenemos una cosa clara y es que los viajes son para el disfrute y esparcimientos sano de las actividades que vamos a realizar , tratamos de evitar las discusiones y en general siempre la pasamos muy bien.
Domingo Morao se multiplicó para llevar a los pescadores al río, para que sacaran los pavones que Luis nos prepararía en salsa de caraotas , mas tarde y lo que hace en una forma muy especial, pues tiene un sartén grande y un quemador industrial que eleva la temperatura del aceite muy rápido y fríe los pescados casi hasta dorarlos, echándoles después la salsa de caraotas al servirlos, lo que hace que nos chupemos hasta las espinas al comerlos. Como a eso de las tres de la tarde todo el mundo comenzó a ponerse las bragas camufladas de cacería para ir al bajo de los caballos, que queda cruzando el río hacia el Hato de Medano Colorado , uno de los motivos para que ésta zona fuese declarada Parque Nacional Aguaro Guariquito , posteriormente y es que allí la naturaleza hizo una de sus travesuras, formando en medio de dos esteros que en invierno son lagunas, un médano de arena rojiza muy limpia y con una buena elevación con relación al llano que lo rodea, siendo a su vez una zona sembrada de matas de aceite que atraen mucho a los patos reales que comen sus semillas, formando un paisaje realmente bello con muchos contrastes de colores. Nos informaron que ésta belleza de Hato, junto con el San José de Aguaro a orillas del río del mismo nombre y famoso por su poza “La Caimana”, cercano a Garcerito,
eran propiedad de la familia Fonseca, quienes después también compraron el Hato Las Payaras en el cual nos encontrábamos. Después de un recorrido atravesando sabanas llegamos al estero que forma el bajo Los Caballos y como ya estaba empezando a atardecer cada uno se fue colocando alrededor de las lagunas, preparados con las escopetas en espera de la llegada de los codiciados patos reales, que tienen en esa zona sus dormideros.
A esa hora de la tarde el calor es sofocante y lo que provoca es bañarse en el estéro de aguas transparentes, pero esas ideas se van rápido de la mente cuando sentimos el primer disparo de escopeta hecho por el que se encontraba mas lejos de mí, que después por la gritadera me enteré que era Oswaldo que mató al primer pato real y después hizo dupleta lo que se encargó Carlos de filmar con su cámara de video quedando grabado para el recuerdo.
Cuando comenzó a oscurecer se multiplicaron los disparos y es que a veces llegaban en oleadas de mas de seis patos juntos , a mi me aterrizó uno muy cerca y al dispararle casi en tierra el bicho echó a correr y se metió en unos matorrales cercanos, perdí todo el tiempo del mundo buscándolo sin éxito lo que después lamenté ya que todo el mundo aprovechó el buen momento de la llegada de los patos para matar mas de ocho anímales que estaban gordísimos y de un tamaño espectacular
En la sabana esa es la hora en que los puyones(zancudos) , se alborotan y si tu no tienes repelente te comen vivo. no tardó mucho en que el grupo se reuniera de nuevo y entre los cuentos de disparos dignos de los mejores embusteros, quise decir cazadores, emprendímos el regreso no sin antes celebrarla cacería con sendas cervezas a punto de congelación de nuestras cavas en la camioneta. Ya de noche llegamos a la casa de las Payaras, donde nos esperaba la cena digna de reyes, preparada por Luis y por supuesto la algarabía por las buenas piezas que habíamos logrado.
Todavía con el sabor de los pavones en la boca , comenzaron los preparativos para la cacería del venado . Esto aunque es una práctica prohibida, ya que se realiza de noche, con lamparas que encandilan los animáles y los paralizan, es una forma muy generalizada para conseguir tener éxito en la obtención de ésas piezas codiciadas por todo cazador en Venezuela. Es de todos conocido que los venados salen de sus madrigueras a comer y pastar en la sabana cuando comienza a atardecer, lo que no todos saben es que lo hacen obligados por los zancudos y tábanos que a ésa hora se hacen insoportables incluso para los animales salvajes, además de el calor que se hace sentir más en las orillas de los caños y matorrales. Cuando todavía es de día los venados ven a lo lejos venir los vehículos y se esconden de nuevo en sus madrigueras, lo que dificulta él cazarlos. De noche la cosa cambia, los candiles se ven desde lejos y se les puede acercar para poder dispararles con mas seguridad. El recorrido comenzó siendo Morao el chofer y Ramón el que le tocaba disparar, lampareaba el vaquiano Joseote, que nos hizo dar mas vueltas que un trompo, como no conseguímos ver nada nos dirigimos hacia el oeste, hacia el río que baja paralelo al San Bartolo llamado Mocapra y también desemboca al Guariquito, como casi todos los caños y ríos del éste del Edo. Guarico, tal el caso del Aguaro, El Faltriquera, El San Juan, etc. que después rinden tributo al Orinoco, cerca a la población de Caicara.. Como a las tres horas de recorrido y estando casi derrotados, de repente la señal caracteristica de golpes suaves en el techo, nos indicó que habían lampareado un venado. Ramón disparó la primera vez con su rifle de alta potencia y el bicho cayó, cuando comenzamos a acercarnos con la camioneta de repente se paró de nuevo y a todos nos causó gran estrañeza el que moviera la cabeza de izquierda a derecha como diciendo que no le habian pegado. Es de aclarar que cuando un arma de este calibre se dispara y pega, el sonido de la bala es seco como de un golpe con un martillo a una madera y generalmente el impacto tumba al animal donde le pegue. Sonó el segundo disparo y ahí si no se volvió a parar, nos acercamos y pudimos ver que el primer tiro le había volado literalmente la trompa al venado y el segundo lo tenía en el medio del pecho, lo que nos motivó a felicitar a Ramon por tan buenos disparos y mejor puntería a la cual ya nos tenía acostumbrados.
Como ya el mandado estaba hecho nos regresamos a la casa y después de tomarnos las respectivas fotos fuimos derechito a los chichorros pues el ajetreo del día ya estaba haciendo sus efectos y el cansancio nos obligó a sufrir los ronquidos de David y dicen que los míos, cosa que no me consta, pues yo nunca me he oído roncar.
Todavía oscuro comenzó Luis Song Fong a cocinar y cuando la flojera nos permitió bajarnos de los chinchorros ya estaba Carlos con su cámara de video grabando los ronquidos de David y a todo aquel que se descuidaba en el momento de cambiarse ropa. El desayuno no se hizo esperar y después de llevar a los que no habían pescado el día anterior, regresó Morao con la camioneta. Decidimos hacer una competencia de tiro y cada uno sacó sus respectivos rifles. La plomacera contra los pobres blancos pegados a la cerca de alambre de púas, no te dejaban estar quieto, a cada rato uno pegaba un brinco con el estampido de los disparos, de todo tipo y calibre. El único que no disfrutó de la competencia fue el pobre Ernesto, a quien se le ocurrió pegarse por manpuesto (así dicen cuando alguno se apoya para apuntar y pegar mejor), a una viga doble T, y la corredera del rifle 30-06 automático ,que yo le conseguí con el hermano de Vinicio, le mordió el dedo contra la viga y le llevó un pedazo del mismo. Menos mal que no fue muy grave la cosa y recuerdo que mi pobrecito rifle Browning calibre 22 automático se veía como una china ante tanto armamento de lujo. Sin embargo me saqué el clavo con un solo disparo haciendo una diana casi perfecta a unos cuarenta metros de distancia.
Cercano al mediodía llegaron los pescadores, con unos cuantos pavones y caribes, notando todos que en realidad allí en aguas muertas los pavones grandes escasean ya que para poblar las represas sembrando éstos animales, para su reproducción , fueron sacadas grandes cantidades aquí y en el Aguaro y todavía no se ha vuelto a reproducir en las cantidades que se conseguían antes.
El almuerzo no se hizo esperar y como Morao y sus compañeros tenían que arrancar con los carros, decidimos comenzar a cargar los aviones para emprender el regreso.
Después del despegue seguí la carretera por unos quince minutos y divisamos la polvareda que dejaban los carros que habían salido antes que nosotros, les hicimos el movimiento de alas de despedida y remontamos al nivel de crucero que casi siempre era de ocho mil quinientos pies, para arribar al Metropolitano a las dos y quince minutos, haciendo la rutina de costumbre de reabastecer los aviones de combustible para dejarlos listos para el próximo vuelo y reunirnos en el restaurant para tomarnos un cafecito antes de emprender la carretera de regreso a Caracas.

Caracas, 22 de Enero de 1.999.

Por: Manuel A. Urbina P.

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