Tuesday, February 5, 2008

Y ¿DONDE ESTA EFRAIN?

El 5 de Abril de 1.991, despegamos desde el aeropuerto Metropolitano en Ocumare del Tuy, invitado por Uta Zamora, a pescar al río Cinaruco; en su avión Cessna YV-487 P, y me contó que para este viaje estaríamos acompañados por un amigo suyo llamado Efraín Godoy, quien es “Mamador de gallo” de profesión y medico por “Hobby”.
La salida se retrasó un poco ya que tuvimos que entrar al pueblo de Ocumare a comprar el hielo y algo de comida que nos faltaba para los tres días que pensábamos pasar en el campamento del Club Los Tigres, a orillas de la Laguna El Loro, en el Hato Las Delicias del Cinaruco, en el Estado Apure, aprovechando de conocer el sitio donde se comen las mejores empanadas del Ocumare, según Efraín, quien trabajó los primeros años de su profesión aquí.
Estos viajes, los estabamos haciendo desde que nos enteramos de la buena pesca en estos ríos de los llanos de nuestro país, hace ya más ocho años, cuando inauguramos la Churuata del Club el 16 de Octubre de 1.982, en viaje de cinco aviones de nuestros compañeros del Club, llevamos a todo aquel que quiso asistir a un torneo relámpago de pesca que resulto ser algo de muy grato recuerdo por el gran compañerismo y alegría del grupo asistente.
El vuelo comenzó a ser matizado por los chistes y mamaderas de gallo de Efrain , quien no perdía oportunidad, de filmar con su cámara de video, todo lo que sobrevolábamos. Hicimos el crucero de una hora y cincuenta minutos, directo hasta el campamento, para no perder tiempo y después del aterrizaje y carreteo hasta la Churuata, nos vino a recibir Antonio Ruiz, el hijo del dueño del Hato, el viejo Juan Ruiz, que Dios lo tenga en su gloria. Antonio es un llanero, criado en el Hato y buen conocedor de toda la zona, lo que lo hace un compañero de pesca ideal y uno de los mejores baquianos del lugar.
Descargamos el avión y después de colgar los chinchorros, no pudimos resistir la tentación de mojar los nylons, en la laguna, hasta que la oscuridad nos sacó del agua.
La pesca en la Laguna El Loro siempre ha sido muy buena debido a que es una “madre vieja” o cauce viejo de río que se llena en invierno y continúa con agua en el verano pues se alimenta por medio del agua que fluye por las raíces de los mangles que están en su parte alta. Esta vez no pescamos nada debido a que llegamos muy tarde y como es bien sabido los pavones no pican de noche, ya que se alimentan cazando las sardinas o pechitas de día por la vista y rapidez que tienen, detalle éste que demuestra el porqué de encontrárseles solo en ríos de aguas limpias.
Calentamos la cena en la cocina de Kerossene que está en el campamento y después de cenar, sacamos las sillas para el patio que tenemos entre la cocina y la churuata, sitio de esparcimiento que ha sido testigo de miles de cuentos e historias, de todos los tigres avioneteros, que frecuentamos el Cinaruco. Nuestro campamento ha sido equipado, con la colaboración de todos, con una tanque de agua con su ducha y conexión hasta un pozo, instalado a un fregadero al lado de la cocina, que sirve además de lavamanos, también una planta eléctrica que le da luz al sitio y fuerza al freezer que regaló el bien querido y recordado tigre Rafael Julián Odremán, donde mantenemos el hielo y conservamos la pesca congelada, aportó también la puerta de la churuata, el estante metálico para guardar los equipos y otras cosas imprescindibles en un buen campamento de pesca. Tenemos una mesa de madera que llevamos desarmada en el avión y que por cierto la armó el mismo tigre Odreman, sillas y todo lo que uno puede desear para pasarla bien.
Nos servimos unos whisquicitos y entre cuentos y chistes, surgió la idea de ir mañana en excursión con el bote a pescar al caño Juriepe, que queda a una hora y media de navegación, Cinaruco arriba, sitio en el que hemos estado pocas veces por lo lejano, pero en el que se pesca muy bien, sobre todo los pavones grandes, que solo se consiguen en éstos ríos vírgenes y poco pescados.
La sola idea de despertarnos temprano, hizo que el concierto de ronquidos, se apoderara del campamento y cuando comenzaron a salir las primeras luces del Sol, los preparativos del viaje no se hicieron esperar, tenemos que cargar a bordo, hielo, la comida, los chinchorros y equipos de pesca, además de gasolina suficiente para el viaje ya que pensamos dormir allá.
Una vez cargado el bote, Uta se sentó en la proa, Efrain en la tabla del medio para equilibrar el peso y yo fungía de “motorista”, como llaman en el llano a quien maneja la embarcación. Salimos de la laguna al cauce del río y poco a poco fui aumentando la velocidad hasta llevarla al máximo, nuestro motor de veinticinco caballos iba roncando parejito y a pesar del peso, la velocidad era bastante alta. Estos botes de aluminio modelo Guariquito de doce pies, están diseñados para un motor de quince caballos máximo según el fabricante, mas para poder movilizarse mejor, le compramos uno de mayor caballaje, lo que lo convertía casi en un bote de carreras. La primera parte del viaje es en los sitios mas conocidos, donde están las dos lagunas que más frecuentamos, la “ piscina “ una madrevieja de arenas muy blancas y aguas transparentes de no más de un metro de profundidad, donde siempre vamos a bañarnos. El río es bastante ancho y profundo lo que nos deja desarrollar el máximo de velocidad.
En la entrada de la segunda laguna se forma una playa de aguas transparentes y hay que bajar la velocidad para pasar los bajos fondos, evitando el peligro de pegar con la propela en la arena, cuando de pronto frente al bote y asustados por el ruido del motor, vimos unos diez o quince bagres de mas ó menos un metro, nadando hacia todos lados huyéndole al bote. Efrain sacó la cámara de video y comenzó a filmar todo lo que veía, haciendo los más jocosos comentarios y describiendo lo hermoso del paisaje. El Cinaruco es uno de nuestros ríos más limpios, su curso es sinuoso y da muchas vueltas y forma gran cantidad de lagunas a ambos lados de sus riberas, las cuales se llenan en la época de lluvias con unos dos metros de aumento en su caudal, quedando muchas de ellas aisladas cuando deja de llover encerrando los peces, haciendo de ellas paraísos de pesca, tal como la laguna hacia donde nos dirigimos que queda a unos quinientos metros de la desembocadura del Juriepe.
Río arriba queda una laguna muy larga hacia la izquierda y recuerdo la vez anterior que nos metimos en ella y tuvimos que devolvernos ya que se cierra en su parte superior, debido a que el cauce del río es por el lado derecho aunque no lo parezca por ser más estrecho, navegando a toda máquina y disfrutando del paisaje llegamos a la “Y” y al ser la parte izquierda mas ancha, viré y casi entrando a la laguna me acordé del sitio, por lo que hice un viraje muy brusco hacia la derecha y algo pasó por mi lado izquierdo, sin precisar que era, cuando pude recuperar el control del bote, bajando la velocidad, Uta volteó desde la proa y me preguntó “ Y DONDE ESTA EFRAIN”.
En ese preciso momento, fue que me di cuenta que lo que había pasado por mi lado era el gordo Efrain, quien con mas de noventa kilos de peso, iba filmando y al dar el viraje, en vez de agarrarse se impulsó hacia arriba y dio una vuelta de carnero en el aire cayendo al agua con todo y cámara. Gracias a Dios que cayó en una parte honda y solo recibió un golpe con la filmadora en la nariz y por supuesto el golpe con el agua, cuando volteamos para buscarlo, recuerdo que lo primero que vi saliendo del agua fue la cámara, después los brazos y a continuación el sombrero verde de cazador sobre una cara que no sé si expresaba asombro, miedo, o desesperación por sacar la cámara del agua. Regresé con el bote a recogerlo y al llegar a su lado, se agarró del borde del bote y le dio la cámara a Uta, quien trató de subirlo, pero como era imposible debido a su peso, le dije que se agarrara fuerte para remolcarlo hasta la orilla que estaba a unos cuarenta metros del bote. La remolcada me pareció una eternidad y cuando llegamos a la arena nos bajamos del bote y ayudamos a Efrain a salir del agua. No tenía palabras para disculparme ante lo delicado de la situación, pero al ver que lo único que tenía era el golpe de la nariz, la mamadera de gallo por parte de Uta no se hizo esperar, comenzamos a reírnos y llegó un momento que de tanto hacerlo, me empezó a doler la barriga, emprendimos la navegación de nuevo y de ahí en adelante no dejamos de reírnos con las ocurrencias tanto de Efrain como de Uta, quien cada vez que volteaba hacia atrás preguntaba ¿ y DONDE ESTÁ EFRAIN?.
Navegamos por el lado derecho de la isla que forma la madre vieja y al desembocar en su parte superior hay una playa de aguas limpias y arena blanca con poca profundidad en la que vimos un avance de peces, lo que nos obligó a pararnos para tratar de sacar algunas piezas. Por mas que lo intentamos no hubo suerte y en unos diez minutos decidimos seguir la marcha río arriba, siempre con la mamadera de gallo de parte de Uta, preguntando “Y donde está Efraín.”
Poco a poco el Cinaruco se va haciendo mas llano, aunque sus costas son de unos dos metros de alto, sus playas son mas amplias y su arena es de un color crema, con aguas limpias y transparentes, rodeadas de un verde intenso por la vegetación de las riberas, lo que corona un paisaje muy difícil de olvidar. Los atardeceres coronan el paisaje con tonos rojizos y violáceos que recuerdan los resplandores del famoso Catatumbo en el Zulia.
En uno de los pocos trechos rectos del río, antes de llegar al caño Juriepe, recordé la laguna en la ribera derecha, en la que pescamos unos buenos pavones en el viaje anterior y no pude dejar de echar un vistazo, nos arrimamos a la orilla y después de subir por la costa, vimos que todavía la laguna esta descargando agua al Cinaruco, por un pequeño canal, lo que la hace mas atractiva para pescar, al tener mas profundidad y probablemente mas peces. Sin embargo decidimos dejar el lance para el regreso ya que estábamos un poco cansados por la travesía de unas dos horas; nos embarcamos de nuevo y seguimos la navegación río arriba, llegando a la desembocadura del Caño Juriepe, que lo hace en una zona donde se ensancha el río y llega a unos cien metros de costa a costa. Cruzamos a la izquierda y penetramos por el caño donde de inmediato comenzamos a trolear por sus riberas. El Juriepe nace en Colombia, pero en esta época del año en que estamos, o sea en verano, tiene muy poco caudal y en realidad no conocemos mucho de su parte alta, ya que forma unas cinco lagunas cerca de su desembocadura, en las cuales siempre hemos pescado los pavones más grandes de toda la zona, llegando a unos siete kilos varios de ellos.
Recorrimos unos quince minutos caño arriba y solo logramos pescar cuatro pavones pequeños, por lo que decidimos regresar a la primera laguna donde vamos a hacer el campamento, para dormir en su orilla.
Ya en el sitio descargamos el bote y con todo y motor, lo subimos por la costa y lo metimos en la laguna para aprovechar la luz del atardecer y tratar de sacar los pavones grandes motivo de éste viaje.
Comenzamos navegando a remos para no asustar los peces y al rato comenzó la fiesta, de repente todos estabamos con un pabón enganchado de las cañas, la adrenalina sube a niveles muy altos, con la emoción de los strikes, Efrain estaba que no cabía en sí de gozo, echaba chistes, mamaba gallo y a cada rato Uta le decía “ Y donde está Efrain”, recordándole el salto que había dado desde el bote.
Con un filete del pabón más pequeño, tiré la carnada a fondo con un carrete de mano y nylon grueso y de repente se guindó un bagre rayado de unos dos kilos, éstos pelean bastante y es emocionante sacarlos a mano, pues con caña y carrete, generalmente logran cortar la línea ya que poseen una aletas acompañadas de unos aguijones que son muy ponzoñosos que tienen forma de sierra y cuando penetran en la carne duelen mucho y más aún al sacarlo. Repetí la operación y saque dos mas del mismo tamaño. Cuando estabamos mas emocionados con la abundancia de la pesca, de repente oscureció y la laguna se convirtió en una boca de lobo, prendimos el motor y nos acercamos a la orilla para levantar el campamento. Después de guindar los chinchorros ya oscuro, nos fijamos que había una cantidad muy grande de puyones (zancudos en forma de triángulo de color negro, muy grandes que abundan en el llano), por lo que se hizo imprescindible prender una fogata para auyentárlos con el humo y poder reunirnos a charlar y disfrutar de los chistes y ocurrencias de Efrain , además de comer algo del pollo frito que mi esposa Martha siempre nos prepara para estos viajes y que sabe a gloria, acompañado de los tragos de rigor que nunca faltan en estos ratos de
camaradería y que de no ser por los zancudos y el cansancio del ajetreo del día se hubiesen prolongado hasta la madrugada.
Guindamos a eso de las ocho de la noche, no sin antes revisar los alrededores para asegurarnos no encontrar alguna culebra o algún caimán cercano a los chinchorros aprovechando de echar bastante leña a la fogata para que durara lo más posible.
Cuando comenzó a amanecer, me despertó alguien que paso a mi lado y me movió el chinchorro, se trataba de Uta, que ya tenía la caña en la mano y estaba dispuesto a sacar los pabones más grandes de la laguna, caminando por la orilla y haciendo casting con un señuelo marca Rapala que siempre le ha dado muy buenos resultados. Terminé de despertarme y fui hasta la fogata para reavivarla y preparar un café negro, para el desayuno. Todavía no había colocado el agua a hervir, cuando tuve que salir corriendo, con el bichero en la mano, ya que Uta me gritaba como un desesperado que fuera a ayudarlo a sacar un pabón muy grande que tenía pegado a la caña, llegué por la trilla de animales, hasta la orilla donde estaba con el agua por la rodilla y el pescado a un metro de distancia, ya casi ahogado, pero como la línea que usamos en el concurso de pesca del Club es de 20 libras, no se puede forzar al animal y mucho menos cargarlo en el aire ya que la puede romper, entonces usamos un bichero que es un tubo con un anzuelo muy grande en la punta, sin la rebarba, el cual al enganchar al animal ayuda a cobrarlo (sacarlo del agua) sin el riesgo de un rompimiento de la línea. Lo enganché y cuando estaba en el suelo nos dimos cuenta que en realidad era el mas grande que habíamos sacado. Ante el escándalo que formó Uta y con una envidia elevada a la enésima potencia, me fui casi corriendo a buscar la caña de pesca, comencé a recorrer la orilla buscando algún “aguaje”, para comenzar a pescar. El agua es totalmente transparente y en un recodo encontré un grupo de cinco ó seis pabones bastante grandes que iban recorriendo la orilla en el mismo sentido en que yo iba, hice el lanzamiento con la caña y casi antes de caer el señuelo al agua ya tenía un pabón guindado y peleando por su vida con unas corridas de unos veinte o más metros, hasta que logré cansarlo y sacarlo con el bichero. Era más pequeño que el de Uta, pero el tamaño me indicaba que debía pesar unos tres ó cuatro kilos. Lo amarré con la sarta de nylon a través de las agallas y después de asegurarlo a una mata, seguí haciendo casting logrando sacar dos animales mas de buen tamaño.
Como me di cuenta que la abundancia de la pesca se debía a lo temprano de la hora, recogí los tres pescados y me fui a buscar el bote para aprovechar el momento; ya Efrain estaba listo para salir a pescar también y recogimos a Uta en la orilla para que nos acompañara. A remos llegamos hasta el final de la laguna sacando unos tres pabones mas, lo que completó la faena de la mañana.
Como los strikes se distanciaban en el tiempo decidimos ir a desayunar para después probar suerte en las otras lagunas, río arriba.
Mientras Uta y Efrain preparaban un suculento desayuno, me puse a limpiar los pescados en la orilla de la laguna cerca del campamento, para después meterlos en hielo y conservarlos frescos.
Cuando fuimos a descolgar los chinchorros descubrimos una gran cantidad de “cagarrutas” (estiercol) de chiguires al lado del camino entre los chinchorros y otras huellas de animales tal como venados y otros que no pudimos identificar, dándonos cuenta de lo mal que escogimos el sitio para acampar, ya que es una loma con una sola trilla de animales que separa la laguna del cauce del río.
Recogimos todo y pasamos el bote hacia el río, donde lo cargamos con todo el perolero y emprendimos de nuevo la navegación caño arriba a la siguiente laguna, a la que llegamos en unos diez minutos.
Comenzamos a pescar de nuevo pero con muy mala suerte ya que la laguna tenía muy poca agua y menos pabones por lo que remontamos el caño mas arriba en busca de la otra laguna y unas madreviejas en la boca de las cuales siempre se pesca algo. Corrimos con la misma mala suerte y en vista de ello decidimos salir al Cinaruco para pescar las lagunas que vimos el día anterior y tener tiempo para ir regresando al campamento poco a poco. El Sol comenzó a brillar con todo su esplendor y al llegar a la laguna del día anterior no quisimos montar el bote sino pescar desde la orilla, para probar suerte, sacando unos tres pabones pequeños, por lo que regresamos al bote para continuar el viaje.
Cuando habíamos navegado mas ó menos media hora, llegamos a la playa de la ribazón del día anterior y arrimamos el bote a la orilla para no asustar a los peces y desde la orilla comenzamos a hacer casting, lo que nos dio como resultado dos nuevos pabones de unos dos kilos cada uno, pero tardándonos como media hora para sacarlos, lo que nos hizo volver al bote para continuar buscando un sitio mejor. A todas éstas el Sol estaba brillando en todo su esplendor y a Dios gracias todos teníamos puestos las gorras, camisas de manga larga y pantalones para protegernos de las quemaduras del Sol llanero.
Navegamos alrededor de la isla y al virar a la derecha, llegamos al sitio de la caída de Efraín, preguntando Uta ¿ Y donde está Efraín?. La mamadera de gallo se hizo permanente y no recuerdo haber hecho otro viaje en que nos hubiésemos reído tanto.
Para matar la fiebre y en vista que nos quedaba algo de tiempo antes de regresar al campamento para recoger todo y despegar de regreso hacia Valencia, navegamos hasta la laguna cercana al campamento y echamos otro lance de pesca, sacando otro pabón de tamaño pequeño, por lo que decidimos continuar río abajo hasta la laguna El Loro, para completar nuestro viaje.
Al llegar al embarcadero Efraín aprovechó de filmar con su cámara el producto de la pesca que fue bastante considerable, ya que se trató de unas veinte piezas, entre pabones y bagres rayados que llenaron nuestras cavas a plenitud. Tuvimos que subir el bote hasta la troja en la parte superior de la costa de la laguna, para protegerlo con su candado y dejarlo lavado y boca abajo, cosa de quedar listo para el próximo viaje, el motor lo llevamos con la carretilla hasta la Churuata, donde queda protegido también con su candado y comenzó la recogedera de corotos y el embarque al avión, para emprender el vuelo de regreso.
Antonio vino a ver como nos había ido con la pesca y se quedó asombrado del buen resultado, recordando el primer viaje que hicimos con él, hace unos años, cuando no mas llegamos a la orilla de la laguna del Juriepe donde acampamos, apareció un paují copete de piedra del tamaño de un pavo, al que mató con su rifle 22 y que trajo a su casa como regalo a su esposa, ya que según nos cuenta su carne es de un sabor muy especial y de gusto exquisito. También recordamos que fue ése primer viaje en el que se pescó el pabón de mayor peso que hayamos visto en la zona, de unos 7.8 kilos y del que todavía tenemos las fotos para el recuerdo.
Terminamos de recoger todo y después de la siempre nostálgica despedida, emprendimos el carreteo con el avión hasta la cabecera de la pista, donde ondea la manga de viento que fabricamos con lona metalizada y que a pesar de su peso funciona muy bien, indicándonos cuando el viento está cruzado ó hay turbulencia en la zona, cosa muy corriente en época de invierno. La carrera de despegue siempre muy corta, ya que el avión tiene poco peso por el consumo de combustible de la venida y la descarga del hielo y comida, se hace casi paralela al rumbo del río Cinaruco y hay que virar a la izquierda, con rumbo de 15 grados para enfilar hacia San Fernando y al ir tomando altura se ve a la derecha en la lejanía, las Galeras del Cinaruco que son una especie de Cordillera que emerge en medio de la llanura de Norte a Sur y termina a orillas del río, detrás de la que se divisa a lo lejos el río Orinoco y los cerros de La Urbana, zona donde desembocan tanto el río Cinaruco, como el Capanaparo; el paisaje es infinito con muy diversos tonos de verde, acentuados a las riberas de los ríos y con tonos de amarillo tostado en las llanuras que se prolongan hasta donde alcanza la vista. Volando a baja altura nuestro Capitán, nos paseó sobre el Hato que tenía en sociedad con su hermano Jesús, llamado Mata Linda, que colinda con La Rompía, hato que fue nuestro por unos cuatro años, después volamos sobre la laguna Los Zorros y al cruzar el Caño La Pica, comenzó a ascender al nivel de crucero, a 5.500 pies al que logramos llegar cuando sobrevolamos el río Capanaparo en la zona del antiguo paso de chalana, llamado San Pablo del Capanaparo, de grato recuerdo cuando hicimos el viaje por carretera hasta el Hato La Rompía, con tres camionetas a pasar una Semana Santa.
Mas al Norte se divisaba bajo un cielo resplandeciente, el río Cunaviche, el Cunavichito y más lejos el río Arauca que al desbordarse en invierno forma el llamado Cajón del Arauca, inundando toda la zona formando un estero de inmenso tamaño, que fertiliza los suelos y llena de jejenes y puyones toda la zona.
Todo esto es un Paraíso en verano, o sea la época comprendida entre los meses de Diciembre a Abril en que no llueve y hay una agradable brisa que se convierte en un frío bastante fuerte en la madrugada, no hay casi mosquitos y todo es verdor. En cambio en invierno “El llano es un infierno”, ya que se llena de mosquitos, el calor húmedo es sofocante y llueve, llueve y llueve casi todos los días inundándolo todo, las tormentas eléctricas son sobrecogedoras y los truenos se oyen desde muy lejos con un estruendo que mete miedo pues como no hay cerros que obstaculicen el ruido, éste se multiplica por toda la sabana. De ahí saqué el dicho aquel de: “ El llano, un paraiso en verano y en invierno es un infierno”.
Al pasar sobre el Arauca, tenemos a la vista, al pueblo de San Juan de Payara a nuestra izquierda y al Norte ya se divisa Biruaca y San Fernando, en el que descuella la Torre de Purina con sus cuadros rojos y blancos y que sirve de guía para ubicar la cabecera de la pista, a la que llegamos en cuarenta minutos y aterrizamos para reabastecernos de combustible y aprovechar para comprar los sabrosos quesos de búfala del Hato Terecay, que venden en el Aeropuerto como cosa típica de la zona y aprovechar de tomar el cafecito reconfortante en su restaurant.
En una media hora despegamos rumbo Norte hacia Valencia, vuelo que es de una hora aproximadamente y a la que llegamos a las tres de la tarde, para emprender el viaje de dos horas y media hasta Carrizales donde viven Uta y Efraín y de seguidas bajar hasta Caracas, donde me están esperando mis dos hijos y mi esposa Martha, a la espera de los sabrosos pabónes que siempre traemos del llano.

Caracas, Diciembre 14 del 2.000.


Por: Manuel A. Urbina P.

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