Tuesday, February 5, 2008

LA LAGUNA GUASACONICA EN MORICHAL LARGO

En el mes de Abril de mil novecientos noventiocho fuimos invitados a la Hacienda R.M. cerca a la Antena, al sur de Maturín, capital del Edo. Monagas, propiedad de Francisco y Mariela, amigos y compañeros entrañables.
Partimos de nuestra casa, en Caracas junto a nuestro hijo Manuel Antonio su novia Roselin y mi esposa Martha, en el carro Ford Sierra, propiedad de Manuel, muy temprano, para encontrarnos en la autopista a Oriente en una estación de gasolina cerca a Petare, con Eddy, su mamá y su hija Patricia sitio al que llegaron en unos diez minutos, con su camioneta Toyota cargados con todo tipo de maletas y enseres necesarios para la estadía de ocho días que pensábamos disfrutar en compañía de un grupo de muchachos amigos de los hijos de Mariela, nuestros sobrinos.
A eso de las siete de la mañana comenzamos nuestro recorrido por la autopista hacia Oriente los dos carros en caravana, como siempre acostumbramos hacer para auxiliarnos unos a los otros en caso de necesidad, la vía estaba con muy poco tráfico por lo temprano de la partida y solo conseguimos algo de retraso en el trecho comprendido entre Kempis y Caucagua, pues allí se interrumpe la autopista y hay un trecho de curvas que terminan al pasar Caucagua donde se amplía de nuevo la carretera y se hace mas recta y menos peligrosa. Pasamos la zona de Barlovento y después de recorrer las rectas que hay entre el Clavo y El Guapo nos dimos cuenta de algo que nos llamó la atención ya que todos los bordes de la carretera antes de llegar a Barcelona estaban llenos de nuestro árbol nacional el Araguaney, que con su color exhuberante daba la impresión de una alfombra de flores amarillas en medio de la seca vegetación del verano. De todos los viajes que hemos hecho hacia Oriente en el transcurso de unos treinta años, ésta es la primera vez que vemos tantas flores en la sabana a ambos lados de la carretera y esto fue creciendo en intensidad al sur de Barcelona en el crucero llamado kilometro cincuentidós, sitio de cruce hacia el éste en la vía hacia Maturín. Allí nos paramos para observar dicho fenómeno, nada corriente, ya que el árbol se llena de flores de un amarillo intenso y en pocos días las bota formando una alfombra a su alrededor, que contrasta con la vegetación que los rodea. La carretera en esta zona tiene pequeñas lomas y después se hace de grandes rectas por lo que pudimos recrearnos con aquel espectáculo tan hermoso ya que hay miles de araguaneyes en flor.
Continuamos la jornada entre los campos petroleros que a partir del kilometro cincuentidós se hacen mas profusos y es una pena ver como se quema el gas en los mechuzos, que con su sordo sonido nos hacen pensar la cantidad de dinero que pierde nuestra nación por ésta práctica , que ya creíamos olvidada.
Hay una gran cantidad de Hatos ganaderos al borde de la carretera en los que se nota el gran cuidado que se pone en sembrar los pastos para la alimentación del ganado y los abrevaderos con sus molinos de viento que contrastan con las torres de explotación petrolera, los diferentes verdes de nuestra sabana se manifiestan contrastando con los árboles llenos de mereyes que siembran en las cercas y dejan ver sus frutos amarillos o rojos intensos. Antes de llegar a Maturin hay un desvío hacia el sur en la vía hacia Barrancas del Orinoco que tomamos para no tener que pasar por el tráfico de la ciudad y que empata en una alcabala de la Guardia Nacional a unos quince minutos de la Antena en la que hay que cruzar a la derecha, hacia el Oeste para después de pasar varios morichales encontrarnos con la carretera interrumpida pues el agua de la sabana fue socavando los bordes de la carretera a los costados de un tubo que pasa por debajo de la misma y se cayó el asfalto, haciendo un hoyo de mas ó menos un metro de profundidad. Allí nos detuvimos para colocar varias ramas de señalización y pedazos de monte ya que estaba atardeciendo y temimos que cualquiera que viniese descuidado en la noche podría tener un accidente.
Al fin después de casi ocho horas de carretera llegamos al portón de R.M. y en menos de cinco minutos la algarabía de los muchachos se dejó sentir al acercarnos a la casa.. Mariela y Francisco, junto a su pequeña hija Vanesa, nos hicieron sentir con su recibimiento el cariño que nos tienen y que nos profesamos desde hace muchos años, allí ellos tienen un paraíso, la casa fue totalmente redecorada por Mariela, y además de embellecerla con un friso gris y el piso de baldosas en color rojo, le hizo a su alrededor unos aleros techados que sirven de colgaderos de chinchorros a mas de cuarenta personas y por supuesto el sitio obligado de reunión durante el día. La casa está rodeada de grama muy bien cuidada y a un lado tiene una piscina que es una delicia por su agua de pozo transparente y el cuidado que le prodigan los encargados del hato. Frente a la puerta principal de la casa está el caney para jugar dominó ó cartas y a su lado la parrillera, así como también el patio de bolas criollas en el cual pasamos las tardes jugando y aprendiendo de Antonio, el encargado del Hato los trucos y boches clavados para siempre ganarnos las partidas. El equipo de trabajo y mantenimiento lo componen Judith, la esposa de Antonio, Elisa hermana de ella y otro muchacho que se encargaba de mantener limpio el patio, la piscina y todos los alrededores. Este equipo hace que se complete el cuadro paradisiaco de R.M. ya que trabajan con una gran coordinación, una amabilidad muy pocas veces vista y creo se debe a la cordialidad con que Francisco y Mariela los tratan, además del cariño que se han ganado de todos los que allí llegan.
Después de descargar los vehículos brindamos por el buen viaje que tuvimos y con todo y el cansancio del viaje estuvimos charlando y echando cuentos hasta bien entrada la noche.
A la mañana siguiente después de saborear el jugo de parchita natural que siempre nos tiene Judith preparado, me puse el mono, los zapatos de goma y comencé a caminar por la sabana, atravesando dos potreros, se llega a un pequeño morichal que tiene un pozo de agua transparente y muy fría, remonté por la ribera izquierda del caño atraído por los chilllídos de los araguatos y por mas que intenté no pude verlos ya que las riberas se cierran mucho con el monte y forman una maraña muy difícil de atravesar caminando, continué la travesía caminando por los senderos de los animales y llegué casi al norte de la casa de la hacienda, la cual identifiqué de lejos por las dos matas de araguaney en flor que aún a ésa distancia se divisan y decidí ir recto hacia éllos ya que llevaba mas de una hora caminando y el cansancio, la sed y el sudor que me hacia brotar el mono ya estaba pareciendo un baño de vapor en plena sabana.
Al llegar a la casa ya todos estaban metidos a la piscina disfrutando del agua friita, me uní al grupo y Eddy me recordó la llamada que tenía que hacerle al “pescador”, mote que le tengo cariñosamente a mi buen amigo y compañero de pesca Vinicio Ramirez, quien hace ya mas de diez años se vino de Caracas a vivir a Maturin y el que me prometió llevarnos a conocer el río Morichal Largo del cual nos han contado maravillas.
El año pasado cuando vinimos con la camioneta Wagoneer trajimos sobre élla mi bote “Yelyney”, modelo guariquito de 12 pies, con su motor de 9.8 h.p. Mercury , con el mismo pescamos en un río llamado Curiepe, que forma un morichal de una belleza impresionante y en el cual sacámos doce pavones y además con el atractivo que queda a media hora de la casa del Hato vía Maturin, pero, como vinimos con el carro no pudimos traerlo y la pesca iba a depender por completo de la anuencia del “ pescador”. No hice sino llamarlo y en la noche se presentó con un amigo suyo “Cabuya” y su señora ambos de Maturín.. “Cabuya”, es todo un personaje, tiene la verdadera chispa criolla
para echar cuentos, chistes y relatar todo tipo de anécdotas, pasamos una noche muy agradable y quedamos de ir a pescar con uno de los botes que tiene Cabuya, al río Morichal Largo que queda hacia el sur por la carretera que va hacia Barrancas del Orinoco. Al día siguiente me pasaron buscando por la Antena y proseguimos viaje en la camioneta Pick Up de Cabuya y mi carro y en menos de media hora ya estabamos tirando al agua el bote, en el puente que pasa sobre el río y que tiene una pequeña playa que sirve de embarcadero y en el cual hay muchos bongos de indios de la zona que les sirven de vía de comunicación por los diferentes ríos de la zona. Allí hay varios botes de madera con sus techos diseñados especialmente para el transporte de turistas europeos, los que disfrutan de estos paisajes vírgenes y la belleza que deparan las costas de éstos ríos. Sin pérdida de tiempo Cabuya procedió a encender el motor de ciento veinticinco H.P. conque está equipado el bote de madera y fibra de vidrio en el que nos estabamos desplazando, después de la primera cerveza aquello fue digno de Ripley, nuestro capitán parece que conoce el río como la palma de su mano , ya que emprendió una carrera a toda maquina y como el mismo es como un caño de unos veinte o treinta metros de ancho pero con muchas vueltas y recovecos , lo primero que me imaginé fue que en cualquier momento nos íbamos a llevar por delante al primer bongo que nos encontráramos de frente, ó en el mejor de los casos en cualquier curva abriríamos un nuevo río con el bote al seguir derecho por la forma en que el mismo derivaba por la velocidad endemoniada con la que navegábamos.
Cuando llevábamos una hora de navegación, Cabuya bajó la velocidad para mostrarme el campamento dedicado al turismo de aventura que se encuentra en la ribera izquierda del río con su muelle de madera y sus churuatas con todo tipo de comodidades para recibir sobre todo según me contaron a alemanes, franceses y hasta ingleses que vienen a menudo para visitar la zona y deleitarse con la flora y la fauna circundante, éste sería el sitio al cual regresaríamos a preparar el sancocho que nos ofreciera la noche anterior, después de la pesca por supuesto.
Continuamos navegando río abajo y como al cuarto de hora en un recodo, hicimos un viraje a la derecha, para entrar por una especie de madrevieja o caño secundario que en menos de cien metros se abrió y dejó a nuestra vista una espectacular laguna de agua transparente con morichales y hasta islas de una belleza sin par llamada laguna Guasaconica, en la que se crían los pavones, bagres y curbinatas, amen de caribes y otras especies, los cuales eran el motivo de ésta pesquería.. Comenzamos haciendo la travesía hasta una parte en el sur de la laguna en la cual se encuentra una casa elevada del agua tipo palafito, fabricada en madera con dos pisos y en muy buen estado de conservación que me contó Vinicio es el sitio de pernoctar cuando se viene por varios días, y fue fabricada por los empleados de las compañías petroleras de la zona para su uso y disfrute. Allí frente a la casa comenzó la pesca a fondo con una carnada que yo jamás había usado como son las tripas de los pollos y además haciendo casting para buscar los pavones con los señuelos artificiales ya probados en pesquerías anteriores. Después de cambiar varios señuelos y probar con diferentes profundidades llegamos a la conclusión que era mejor cambiar de sitio. Nos fuimos haciendo troling por la costa sur de la laguna sin ningún tipo de strikes y nos paramos cerca a una de las islas, donde pudimos constatar la presencia de varias churuatas de indios y de dos canoas con mujeres y niñas pescando a remo por la orilla, lo que nos indicó el porqué de nuestra mala suerte con la pesca. Estas tribus ribereñas tienen que pescar ajuro, pues esa es una de las bases de su alimentación y si no se pesca con anzuelo, se pesca con flechas, con redes o en la forma más irracional de hacerlo que es con las semillas de las paraparas, con la que forman una especie de barbasco que envenena a los peces pequeños y grandes y acaba con todo bicho viviente donde se hecha. Seguimos haciendo la pesca de troleo por las orillas de la laguna, pero sin suerte pues parece que, ó la laguna esta muy llena y todavía queda mucha agua por las riberas, o se acabaron los peces por la presencia de los indios. Después de mucho intentarlo y cansados de no pescar nada, aceptamos la propuesta de Cabuya de seguir río abajo hasta la desembocadura del río Tigre que queda a una hora mas abajo de donde estabamos. En el camino nos cayó un chubasco de agua muy fría por lo que nos vimos obligados a brindar cuando lo pasamos, el Morichal Largo es un río muy caudaloso y mientras más abajo navegábamos mas ancho se hacia llegando en partes a tener mas de cincuenta metros y una profundidad considerable, pero de aguas muy limpias debido a que son las aguas de lluvia que recoge la sabana, con un tinte marrón que se los da el tanino de los troncos de los árboles de sus riberas. En una de las vueltas Cabuya me preguntó si conocía la palmera de donde se sacaba el palmito y al contestarle que no, me señaló una de muchas de las que salen de los costados hacia el río y decidimos cortar varias para llevárnoslas para la casa. Ud. no se imagina el dolor que da el tener que cortar una palmera completa para obtener unos quince o veinte centímetros de palmito, pues esa especie de caña blandita se encuentra en una forma de peñacho que forma la palmera en su parte superior y hay que pasar mas trabajo que un cura loco para ir sacando capa por capa de la concha que cubre al palmito, para llegar al centro donde se encuentra éste.
Seguimos navegando a toda maquina y en una parte donde se ensancha el río y se consigue una de las pocas partes rectas, vimos una churuata y a su lado izquierda la desembocadura de una especie de caño de aguas terrosas, que es llamado río Tigre, de no mas de tres metros de ancho pero con un buen caudal de agua. Después de saludar al indio, su señora y brindarle unos refrescos a sus hijos, remontamos el río por aquel canal angostico pero rodeado de una matas llamadas rábano que forman una especie de cortinas sumergidas en el agua y entre las cuales se despliegan las aguas del río formando un delta muy ancho que se desparrama en la ribera izquierda del Morichal Largo, en una de las curvas encontramos varios indios y un señor que se identificó como el dueño del Hato donde está la casa en la desembocadura del río Tigre. Nos contó que estaban cosechando la palmera llamada Moriche, que además de dar sus frutos, una especie de coquito blanco muy sabroso, también brinda la fibra. para fabricar los famosos chinchorros de moriche que tejen los aborígenes de Venezuela. Remontamos un poco mas río arriba y nos amarramos a un rabanal en la orilla para comenzar la pesca de fondo de los bagres llamados doncellas, que en este caso eran muy pequeños, como de unos veinte centímetros, luego de movernos varias veces y viendo que no sacamos nada grande decidimos regresar de nuevo a la desembocadura para intentar suerte allí, no sin antes ver una culebra como de metro y medio de largo cruzar la corriente nadando con una velocidad increíble de una ribera a la otra.
Nos amarramos a las matas de la orilla frente a la casa del indio cerca a la desembocadura del río Tigre y allí si tuvimos un poco mas de suerte ya que pescamos varios bagres un poco mayores que los anteriores, pero nada especialmente grande.
A todas éstas no se nos había ocurrido comer nada, y como ya eran las cuatro de la tarde y todavía nos faltaba el largo regreso río arriba y pensando que los carros se iban a quedar solos en la orilla del río, decidimos comer algunas cachapas de hoja con queso que llevó Vinicio y emprendimos el regreso. Como el atardecer estaba cercano a medida que navegabamos río arriba, se iban levantando bandadas de loros, cotorras, maracanas y guacamayas, que iban soltando los frutos del moriche con que se alimentaban y nos caían en el río como si estuvieran bombardeándonos con ellas. El espectáculo es indescifrable por la belleza, colorido y abundancia de aves que levantan el vuelo al atardecer, nos acompañaron mas de una hora y casi oscureciendo llegamos al puente donde nos esperaban los carros para regresar de nuevo a R.M. Al llegar a la casa nos esperaban con sendos platos de comida y después de reponernos del viaje nos reunimos a echar los cuentos del día de pesca, con
sendos vasos de Whisky y allí es donde Cabuya es un varón echando chistes y cuentos que nos hicieron pasar la noche mas agradable que recuerdo en muchos años.
Vinicio es un virtuoso del cuatro y como ya el año pasado nos lo había demostrado, los invitamos para que vinieran el sábado, en la tarde para preparar una parrilla y jugar un dominó y tocar cuatro junto con Eddy, quien también toca y canta que da gusto, lo que aceptaron sin que tuviéramos que insistir mucho. A eso de las once de la noche el ánimo fue decayendo por el cansancio de la jornada y despedimos a nuestros amigos a los cuales todavía les queda el camino de regreso a Maturin de aproximadamente cuarenta minutos.
A la mañana siguiente me puse el mono y los zapatos de goma y me fui por el sur de la Hacienda, a caminar por la sabana, ésta zona me recordó mucho la zona de las minas de Guaniamo ya que hay varios bajaderos de agua que socavan el terreno y forman especies de pequeños cañones que desaguan en el morichal que pasa mas abajo por el lindero de la finca. El agua va arrastrando los detritus y pequeñas plantas dejando un paisaje de piedras y arena con huecos que sobrepasan los tres metros, pero a Dios gracias no es una zona muy grande ya que siguiendo el camino de los caballos se llega al caño que en ésta época del año tiene poca agua, pero que forma una pequeña piscina natural como de medio metro de profundidad y unos cinco de diámetro rodeado de palmas de moriche y pequeños arbustos que invitan a bañarse por lo limpio y la frescura de sus aguas. Sin pensarlo dos veces acepté la invitación de la sabana y como venía sudando me quité el mono y me metí al agua, pasó no se cuanto tiempo, mas al rato salió de entre el monte de la orilla un tipo de piel oscura con un saco a la espalda y una lanza y se me acercó a conversar un poco, el tipo no es otro que “negro fino”, un peón que se encarga de arreglar las cercas de alambre de púas y me contó que estaba pescando en el morichal, como no le creí, tuve que ir a ver el saco que tenía una cuarta parte con unos pescaditos negros de unos cuatro o cinco centímetros y sardinas también pequeñas que según me contó son muy sabrosas fritas. Estando en eso sentí que se acercaban varias personas a caballo y salí corriendo a ponerme el mono que había dejado en la orilla ya que estaba en ropa interior. Llegaron Eddy, Patricia y Vanessa que estaban paseando junto con Antonio por la sabana y no se porque me pareció raro que el peón se metiera en el monte y desapareciera silenciosamente tal como había llegado.
Bebí unos tragos de agua del morichal y después de despedirnos seguí caminando por el potrero para regresar a la casa, los potreros de R.M .están muy bien cuidados y sembrados con pastos importados lo que obliga a pasarles rastras y cortarlos a menudo para que no se llenen de monte y el ganado pueda aprovecharlos, alimentándolos en una forma racional, además de complementarlo con raciones de sal y melaza y por supuesto con el cuidado de vacunarlos en forma preventiva contra todas las enfermedades .
Al llegar a la casa ya estaban allí los jinetes metidos de pié y cabeza junto con los demás del grupo en la piscina. Nos bañamos un rato y después el desayuno no se hizo esperar. Judith, nos avisó que ya las arepas estaban listas, junto con los plátanos fritos, el queso de cincho hecho en casa, los huevos fritos, el jugo de naranjas , parchitas o melón al que ya nos tienen acostumbrados son una delicia después del baño mañanero. Inmediatamente me fui a acostar un rato para descansar el ejercicio realizado y seguí corrido hasta la noche en la que me desperté por las ganas de ir al baño e inmediatamente me volví a acostar sin ganas de acercarme a los que estaban cantando y reunidos como todas las noches jugando Bingo ó cartas. Pasadas las diez de la mañana del día siguiente
Martha, mi señora, me fue a despertar extrañada de que aún no estuviera despierto, mas le dije que me dejara dormir, ya que seguía con mucho sueño. Pasó casi todo el día y yo en la cama, fue a las cinco de la tarde que me metí un rato a la piscina y después me senté a la mesa a comer algo. Luego junto con Lorenzo el hermano de Mariela, fuimos a instancias mías a pescar algunas sardinitas para usarlas de carnada en el pozo del morichal, siendo grande la sorpresa al encontrar que habían muchas de ellas flotando en el agua del pozo y en ese mismo momento supimos el porqué de tanto sueño, es que, el condenado de “Negro Fino”, para poder sacar esa cantidad de pescados pequeños tuvo que embarbascar el caño con las semillas de parapara y por
supuesto a mí también, al beber el agua del caño.
De regreso a la casa le hicimos el comentario a Francisco y la observación que ésta forma de pescar, puede afectar al ganado, pues según nos comentaron el veneno de las paraparas, hace que las vacas aborten o pierdan sus crías, con la consecuente pérdida económica que ello conlleva.
Llegada la noche nos dedicamos a jugar dominó, mas al rato me volvió a dar sueño y me tuve que ir a la cama. A la mañana siguiente me puse el mono y salí a caminar por la sabana, encontrándome con Negro Fino quien estaba al lado del galpón que sirve de taller para la maquinaria del Hato, cosechando ají picante y tenía una bolsa de plástico negra por la mitad con las semillas de varias matas que están por los alrededores encargándole que me guardara un poco para preparar varios ajiceros para todos los que estabamos allí.
Al regreso de la caminata de poco mas de una hora, me di el acostumbrado baño en la piscina y después de desayunar me metí en la cocina a licuar parte del ají chirel y los otros los dejé completos para mezclarlos con aceite y meterlos en frascos de vidrio dejando listos cinco ajíceros de picante fortísimo, pues el fruto de estas matas es de muy buena calidad y pica como el demonio.
El sábado por la mañana comenzaron los preparativos para la parrilla, Antonio quien no había descansado preparando la carne y los carbones, nos invitó a jugar una partida de bolas criollas lo que aceptamos de inmediato, y ahí fue cuando Cristo empezó a padecer, ése hombre si que juega bien, arrima y bocha como un campeón y se conoce la cancha centímetro a centímetro, es un placer verlo jugar y yo creo que de allí es de donde salió aquel refrán criollo que dice “jugador que arrima y bocha es difícil pá jodelo”, nuestro pasatiempo nacional parece ser un juego sencillo ó muy fácil y a mi me da la impresión que es como el dominó, que todos dicen que es un juego sencillo, pero siéntese a ver una partida de jugadores buenos y yo le garantizo que no entiende ni la mitad de los que está pasando en la mesa .
todo el mundo se fue arrimando, ya que la cancha de bolas criollas queda al lado de la parrillera, en una sombra increíble que dan los merecures frondozos que bordean las casas, llegó un momento en que parecía que la carne no podía alcanzar debido al gran numero de muchachos que por su juventud, “comen mas que lima nueva”, pero que va, la previsión y experiencia de Francisco y Mariela se dejaron sentir, pues mandaron a matar a un becerro y por supuesto sobró de todo, carne, yuca, ensaladas y bebidas ya que Judith, su hermana y Antonio se multiplicaron para hacernos pasar un día verdaderamente increíble, pleno de atenciones y entretenimientos que finalizó con un juego de bingo en la noche donde la integración de jóvenes y adultos es notable , pues como en todo juego cada quién desea ganar, y solo uno es el elegido de la diosa fortuna , pasó lo increíble, yo que en todo juego pierdo, gané el bingo acumulado, o sea el del cartón lleno, por primera vez en mi vida
y que sirvió para pagar las empanadas al día siguiente de regreso en el kilometro 52, al sur de Barcelona, de regreso a Caracas, cuando en caravana y protegiéndonos unos a los otros emprendimos el largo regreso de ocho horas por carretera hacia Caracas a nuestras habituales ocupaciones.

Caracas, 29 de Marzo de 1.999.

Por: Manuel A. Urbina P.

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