En una reunión del Club Los Tigres, el segundo miércoles del mes de Agosto de mil novecientos ochenta y siete, el tigre Ramón Magual, nos comentó que el peñero “Copola” de fibra de vidrio que había mandado a fabricar en Los Teques ya estaba casi listo y que el problema ahora, era quién lo iba a llevar navegando hasta Los Roques, donde pensaba dejarlo, para tener un bote en el cual pescar en ése paraíso marino. Todavía no lo había comentado cuando me apuré a decirle que ya tenía Capitán, pues aunque yo aprobé el primer curso de Patrón Deportivo de 40 toneladas, y tenía bastante experiencia navegando por el Caribe, me tenía que incluir en ése viaje aunque fuera de polizón. Ese viaje era algo que yo estaba deseando hacerlo desde hace mucho tiempo y lo que faltaba es lo que él estaba ofreciendo o sea la embarcación.
El viaje en avioneta es muy sencillo y ya lo hemos hecho varias veces, venciendo el temor natural de volar sobre el mar con un solo motor como son casi todas la “Taras” (avionetas monomotores) que poseen cinco de los miembros del Club. Siendo la excepción el Seneca III del tigre Omar Vargas, que se sale de la pantalla con sus dos motores y sus pocas horas de vuelo, ya que fue comprado nuevo al distribuidor y eso es algo raro en aviación general, pues éstos no son como los carros que al tener algunos años de uso ya son viejos; los aviones en cambio perduran mas en el tiempo, comprobación de ello son los famosos Dakota ó aviones DC-3 aquellos que ganaron la segunda guerra mundial para los aliados y que después de casi cincuenta años siguen volando con toda la seguridad de sus dos motores radiales. Igualmente les pasa a las avionetas ya que todo el que las posee, las cuida mucho en su mantenimiento pues de ahí depende la vida de los que vuelan y la de los que están abajo.
Ramón tiene dos avionetas en sociedad sin siquiera ser piloto( él dice que no es miedo sino respeto lo que se tiene a si mismo), una el 2ll3-P que es un Cesna 206 y otra un Seneca II, cuyo socio es el Dr. Nayib Salomón , personaje de excepción como compañero en viajes de pesca y cacería y quien se convirtió en el alma del grupo cuando fuimos las cinco avionetas a la isla de la Blanquilla en viaje
organizado por el Capitán y “pariente” Antonio Urbina Cornieles que será motivo de otro relato.
El 2113-P de Ramón es actualmente uno de los más modernos y mejor equipados en el país, tiene I.L.S.(Equipo de aterrizaje instrumental), piloto automático, doble equipo, de radiocomunicación, tanques de combustible de gran capacidad (fuel extended tank), y pare Ud. de contar.
Ramón me convirtió en su piloto oficial pues hemos hecho una gran cantidad de vuelos al Guárico, Apure y a las islas la Tortuga, Los Roques y Aves de Sotavento, y además de amigos tenemos los mismos gustos en los deportes: Caza y Pesca.
Quince días después de aquella reunión, me puse en contacto con Jose D´Gregorio, para ir el jueves a probar el peñero que ya estaba con sus dos motores nuevos de 75 H.P. y su cónsola central con su volante y su mandos, todo nuevo. Ramón no nos pudo acompañar ya que tenía muchos compromisos de trabajo y después lo lamentó ya que salímos de Caraballeda rumbo Norte y después de recorrer unas diez millas le dije a José (Otro fiebroso de la pesca)que ya era hora de lanzar las carnadas al agua; lo hicimos y al rato mirando hacia la costa vi una aguja saltando fuera del agua, José no me lo creyó y por ello recogí la caña y agarré el volante corriendo a la mayor velocidad posible hacia la costa, llegando en unos cinco minutos, de nuevo extendimos la carnada
un balao que llevábamos preparado en mi caña con su carrete Pen dorado 50 libras , cuando se guindó la aguja blanca de mas ó menos cuarenta kilos, al pasarle cerca. Tomé la caña y empezó la pelea de unos veinte minutos, en los cuales saltó, se alejó más de 200 metros y por último cansada se vino cerca del peñero y profundizó a unos 15 metros quedándose estática y a la vista.
Era un animal hermoso y aparentemente veterano en situaciones como esta, él sabía que en esa posición vertical uno no puede cobrar la línea ya que su peso se multiplica y hay que avanzar con el bote cosa de halarlo en forma inclinada hacia adelante para que su cuerpo presente la menor resistencia posible al agua. Estando en esto en un descuido se cruzó la línea bajo el casco del peñero y al rozarlo se partió el nylon dejándonos con “los ojos claros y sin vista.” Esa inauguración hubiese sido algo especial para la Norelisa, nombre que le puso Ramón al peñero; pero así es la pesca, aparte de suerte, hay que tener mucha habilidad para cobrar la presa, sobre todo cuando se trata de animales grandes y rápidos como son los animales de pico, agujas, peces vela y espada que abundan en nuestras costas.
Recuerdo que la mirada que cruzamos José y yo, tenía un poco de impotencia, de desilución, de calentera, (arrechera en buen criollo)
y algo que ningún idioma puede describir. Regresamos un poco descorazonados pero con la certeza que los dos motores de 75 H.P. nuevos y el casco de fibra de vidrio navegan muy bien en mar abierto, por lo que fijamos el viaje para el tercer sábado de Agosto, garantizándonos un mar relativamente bueno debido a que el período de lluvias ya ha calmado al mar Caribe.
Los preparativos para un viaje de éste tipo son bastante confusos ya que mientras uno mas habla de él más opiniones diferentes te plantean. Uno de ellos es que deberíamos tener comunicación tierra- aire, ( agua-aire, quise decir) equipo de radio que nos prestó el Tigre Carlos Alvarez , y otro es el radiocomunicador marino manual , que nos prestó el Capitán de un Yate que zarpó junto con nosotros a las cuatro de la mañana , que aparentemente es la hora cuando el zarpe es mejor ya que el mar se encuentra mas calmado y se navega de noche un poco mas despacio de lo normal pero con menos oleaje , durante unas dos horas y media hasta que amanece.
Cargamos a la Norelisa con varias cavas de hielo(para traer la pesca de regreso), gasolina y comida, amén de los equipos de pesca, lo que nos hizo sentir, que llevábamos mas carga de lo que deberíamos
La noche previa casi no pude dormir, no sé si por la emoción ó por la preocupación de que no nos fuera a faltar algo importante para el viaje. Todos coincidían que cuando mucho, la travesía sería de unas seis horas, que es el tiempo normal en el caso de los yates.
Nos despertó el radio portátil, que nos prestó el Capitán del Yate a las 4.00 a.m. en punto, y después de dejar el apartamento del Edificio Rompemar, propiedad de Ramón, en el cual dormimos nos dirigimos al muelle donde estaba la Norelisa lista para zarpar.
El Yate que nos iba a servir de apoyo ya había calentado los motores y emprendimos la aventura saliendo por el canal de Laguna Beach, navegando detrás del yate.
Todo fue muy bien hasta que comenzó a amanecer, cuando nos llamó por radio el Capitán del Yate y nos dijo que iba a comenzar a acelerar la marcha, ya que debía estar en El Gran Roque antes de las 10.oo a.m. hora en que lo esperaban las personas que habían charteado (alquilado), el yate por el fin de semana.
La visibilidad ya permitía ir a la velocidad de crucero y por ello cuando aquel animal aceleró nos dejó literalmente parados, en medio de aquel charco, que se hacia más grande en la medida en que mirábamos hacia atrás viendo alejarse el perfil de la cordillera que en medio de la bruma mañanera semejaba sombras en la distancia confundiéndose con las nubes y no permitiendo delimitar visualmente la distancia real a la costa.
Nosotros nos dispusimos a hacer lo mismo pero no contábamos que al acelerar comenzamos a embarcar la ola por la proa, consecuencia del peso que llevábamos a bordo. Viendo que el yate se iba alejando en la distancia y no pudiendo hacer nada para remediarlo decidimos avisarles por el radio que no podíamos seguir el ritmo de navegación que ellos llevaban y que no se preocuparan ya que nos habíamos puesto de acuerdo con Carlos Alvarez, para que ellos salieran del Aeropuerto Metropolitano con su avión y nos sobrevolaran en la ruta al canal de Sebastopol que se encuentra al sur este de la barrera sur y es un canal de entrada por el cual deberíamos entrar para llegar al Gran Roque. Seguimos la navegación manteniendo el rumbo de veinte grados que nos fijamos al principio y el que teníamos que seguir hasta avistar la costa sur del atolón de islas que forman Los Roques.
La navegación se nos hizo más monótona al perder de vista al yate y la sorpresa fue que al voltear hacia el sur también se perdió de vista la costa. Este es el punto en que como dicen los cubanos “la mula tumba a Genaro”, eran como las nueve de la mañana y alrededor solo se veía agua, agua y más agua. Ya nos habíamos turnado en el manejo del peñero y estaba yo al volante cuando se nos ocurrió hacer el primer contacto con el avión al que suponíamos ya en el aire. No hubo respuesta y un poco inquietos seguimos la marcha manteniendo el rumbo fijado, Como cosa curiosa no nos encontramos en la travesía a ninguna otra embarcación, y es raro porque los fines de semana todos los capitanes aprovechan el mar bueno para zarpar con sus yates y pescar en el Placer de La Guaira que queda al norte de Maiquetía a unas veinte millas náuticas y que no es otra cosa que una cadena de montañas sumergidas que afloran en varias partes, tal el caso del farallón Centinela que queda a unas quince millas de Cabo Codera. Lo mismo sucede con otra cadena mas al norte y que comienza por el Oeste con Curazao, Aruba y Bonaire, aflora en Aves de Sotavento y Aves de Barlovento a unas noventa millas al Norte de Puerto Cabello, continúa con el atolón de Los Roques, un poco mas al Este con La Orchila, La Tortuga , La Blanquilla, Los Testigos y mas al Este Margarita , Trinidad y un poquitíco más al Este lo que queda es : Africa .
En las costas del Norte de Venezuela la corriente viene del Noreste hacia el Suroeste, lo que significa que la navegación que estamos haciendo es casi frente a la ola, la cual nos llega por el lado derecho de la proa y solo nos enfrentamos a éstas cuando se corrige la deriva, cuando se navega mas hacia la derecha, o sea hacia el Este y esto lo tenemos que hacer cada hora de navegación por unos diez minutos aproximadamente teniendo que reducir la velocidad para que no se nos llene el peñero de agua. El peor viaje saliendo de La Guaira, es hacia la isla La Orchila, ya que el rumbo es exactamente contra la ola y hace el viaje muy fastidioso por la cantidad de golpes que reciben las embarcaciones.
Rodeados de agua por todos lados menos por el de arriba seguimos navegando y como a las once de la mañana, vimos a lo lejos una línea en el horizonte de manglares y un poco mas a la derecha la pajarera (Se llama así a las bandadas de pájaros cuando están sobre las ribazones de peces comiendo) , mas grande que yo he visto en mi vida, con la barrera sur a la vista y con la tentación de un avance de peces comiendo, no nos quedó mas remedio que preparar las cañas y lanzar las carnadas al agua , no pasó mas de dos minutos , cuando tuvimos el primer strike, un bonito de unos tres kilos, túnidos que siempre dan una buena pelea pareciendo tener mas peso de lo que en realidad tiene. Pegamos el segundo y tercero, todos de la misma camada, con muy poca diferencia en su peso, la adrenalina en esos momentos sube a millón y todo el que ha sentido el “temploncito”, (Aquel que no compra ningún dinero), conoce el momento tan agradable y emocionante que estabamos pasando, cuando de pronto comenzó a sonar el radio aire tierra de Carlos, quien nos preguntó que donde estabamos; él nos estaba buscando con el avión en la zona de Dos Mosquices y no veía ningún peñero navegando. Sobrevolaba el Oeste del atolón a unas treinta millas de nosotros, comentándonos después que él pensó que la deriva nos iba a llevar hacia ese sitio.
Esta llamada rompió el encanto y tuvimos que levantar las cañas, dirigiéndonos directamente a la entrada del canal, que estaba mas ó menos a diez millas de distancia. Estando en eso el motor derecho se apagó y no hubo forma de volverlo a encender, por lo que decidimos seguir con un solo motor con menos velocidad pero buscando acercarnos lo más posible a la costa, ya que todavía estabamos en alta mar, el motor del 506-P nos terminó de tranquilizar, y al comunicarnos por el radio Carlos nos hizo dos pasajes “rasantes” a unos cien metros de altura mas ó menos por lo que le echamos bromas al Capitán. Al rato de seguir el rumbo, llegamos a la entrada de Sebastopol, la que está señalizada con un faro en su parte sur, es bastante ancha, pero de poca profundidad, se entra de Este a Oeste y en menos de cien metros hay que cruzar a la derecha, hacia el Norte y a unos doscientos metros cruza al Oeste y sigue así por un largo trecho que desemboca a un mar interior rodeado de islas. Navegando por el canal y con la tranquilidad de no estar en mar abierto decidimos prender de nuevo el motor y lo logramos después de varios intentos ya que nos dimos cuenta que era por falta de gasolina, aparentemente la instalación esta mal hecha y cuando se navega por mucho tiempo, este motor se queda en vacío y se apaga. Carlos que estaba sobrevolando la zona aprovechó de hacernos un rasante y éste si fue a baja altura, ya que estaba picado por las bromas anteriores, movió las alas en señal de despedida y nos dijo por radio que nos esperaba en el Gran Roque, y que nos apuráramos pues ellos también tenían ganas de pescar.
Navegamos media hora mas para llegar hasta la cabecera de la pista, que comienza a unos veinte metros del mar. Los saludos y comentarios de rigor por la larga travesía de nueve horas y la carga de los equipos al peñero, transcurrió en medio de la mayor camaradería. Navegamos bordeando el pueblo hacia el Norte, hasta la casa de Inparques, donde nos esperaba Juan Mata, quien se iba a encargar de que la Norelisa estuviese siempre a punto y lista para salir a pescar. Juan es uno de los guardaparques y su papá Francisco Mata es el Jefe de todos los guardaparques del Parque Nacional Los Roques. Ellos Padre e hijo tienen sus casas a unos cincuenta metros de la casa de madera prefabricada de Inparques la que está equipada con sus cuartos con camas y colchones, un freezer, muebles y todo lo que se necesita para pasarla bien. Tiene una cantidad de columnas de madera que nos sirven para guindar nuestros chinchorros indispensables en los viajes de caza y pesca.
Como la hora era propicia, aprovechamos para almorzar y descansar un poco. En la tarde no pudimos resistir la tentación de ir a pescar en un fondeadero al Oeste del Gran Roque, punto que se ubica con la cabecera de la pista y la Iglesia del pueblo.
El Gran Roque debe su nombre a que es la isla mas grande del atolón y tiene un cerro en su parte nor-occidental en el cual se encuentran los faros de navegación marina, el cementerio con muy pocas tumbas y hacia el Sur, las casas de unas cuatrocientas familias de pescadores que habitan en forma permanente el sitio. Tienen sus casas de bloques muy bien pintadas con colores fuertes contrastantes que le dan al pueblo una alegría y rusticidad, amen de la limpieza que todos se esmeran en mantener en sus estrechas y sinuosas calles de arena.
La segunda isla más importante es Dos Mosquices, que se encuentra al Este del atolón, en la cual se ubicó una estación de la Universidad Central de Venezuela, para estudios de Biología marina que también cuenta con una pista de aterrizaje para aviones pequeños; Es en Dos Mosquices donde se planeó la reproducción en cautiverio de las tortugas marinas con un gran éxito, así mismo de otras especies en peligro de desaparecer.
La pesca que vamos a realizar es de fondeo, o sea que se tira el ancla para permanecer en un solo sitio, y con carnada de camaiguanas (boquerones) y sardinas que tarrayamos en la playa, se lanzan los nylons con una pequeña plomada y a unos quince metros de profundidad comenzamos a sacar rabirruvias (pargos medianos con unas rayas verdosas al costado y mal aliento), corocoros, cachicatos y meritos Tofía, que se parecen mucho a los meros cabrillas, por su colorido marrón con pintas rojas y amarillas. Este día fue donde por primera vez vi a los famosos “Cachicatos, ”
que son de color blanco plateado con la cabeza chata y un sabor muy fuerte a mariscos, lo que los hace no aptos para sancochos.
Pescamos en total unas quince piezas y ya oscuro regresamos a freir parte del producto nuestra incursión, ya que de todos es sabido que el pescado fresco tiene un sabor diferente al que ha sido congelado, nos dimos banquete y por supuesto no podía faltar el brindis obligado por el logro de poder contar con un bote en el mejor sitio de pesca marina en Venezuela.
Después de largas disertaciones (léase habladeras de paja), nos venció el cansancio y comenzó el concierto de ronquidos.
Aun no había salido el sol, cuando me bajé del chinchorro para ir a tarrayar las camaiguanas que en la mañana se acercan a la orilla y son indispensables para la pesca que pensamos hacer amaneciendo. Ya Juan estaba listo y después de tomarnos el cafecito acostumbrado, salimos de nuevo en la Norelisa, ésta vez hacia Madriskí , que es la isla mas cercana al Gran Roque, rumbo Sur y esto se debió a que nos comentó Juan que en sus playas se podian sacar algunas sardinas. El mismo lanzó dos ó tres veces la tarraya y sacó casi un tobo lleno de ellas. Al fijarme en lo que íbamos metiendo en el tobo noté, unas sardinas con unos puntos marrones al costado, al preguntarle a Juan nos dijo que se trata de las sardinas Manzanilleras, que son venenosas para el humano ya que tienen una toxina que las hace incomestible. Nos dirigimos mas al Sur, casi hasta la salida del canal de Sebastopol, por el que navegamos ayer y nos acercamos a un cayo que es de pura arena, llamado cayo pelón, y nos fondeamos a unos seis metros de profundidad, comenzando de inmediato a sacar, corocoros, rabirruvias, cachicatos y meritos pequeños. Este tipo de pesca es muy activo y divertido, ya que al haber tanta cantidad de peces, no importa lo pequeños que sean, al llegar la carnada al fondo, inmediatamente se siente la picada y uno tiene que apurarse a cobrar rápido el nylon, para que no se le vaya la presa. Juan pesca con cuatro anzuelos en el mismo nylon, lo que le da una ventaja enorme, cuando me di cuenta arreglé el mío igual, y aquello parecía un palangre, los strikes se multiplicaron y cada vez que sacaba dupleta o tripleta le gritaba a Juan “Juanillo mira como te tengo”, éste dicho a perdurado en el tiempo y ahora después de unos diez años, cada vez que nos vemos nos saludamos con ése grito.
Ya para el mediodía teníamos los dedos todos cortados por la cantidad de peces cobrados pues el nylon al rozar la piel, cuando el pez hala corta los bordes de los dedos y a la larga es bastante doloroso. Los pescadores profesionales usan una especie de dedal que fabrican cortando las tripas de las bicicletas y esto los protege un poco los dedos. Decidimos regresar para limpiar los pescados y meterlos en las cavas con hielo, preparar los corotos y llevar todo con la ayuda de Juan y la Norelisa, hasta la pista donde nos espera el 506-P de Carlos.
A eso de las tres de la tarde, estaba todo a bordo, después del encendido Carlos hizo el reporte radial respectivo, que corresponde a las pistas no controladas por las torres de control, y nos dirigimos a la cabecera, decolando de inmediato, la pista del Gran Roque tiene una orientación perfecta con el viento, ya que se despega al Este franco, contando además con dos paredes de mangles que orientan al viento, a cada lado de la pista. No mas se eleva un poco el avión y vemos de frente a la isla Franciskí, famosa por ser la poseedora de “La Piscina”, que es una especie de laguna marina, de aguas transparentes, llena de peces, tal el caso de Loros, picúas, meros, parguitos, langostas etc. los cuales solo es permitido verlos ó fotografiarlos, ya que es una de las zonas mas cuidadas del Parque Nacional Los Roques. Cuenta además de caminos muy bien cuidados y adornos marinos que hacen del sitio un paraíso. Sus largas playas de arena muy blanca y lo profundo de la bahía que se forma al Oeste de la isla, forman un sitio especial para el fondeo de los veleros y yates, que se reúnen allí a disfrutar de la quietud de la bahía y sus limpias aguas. Desde allí siguiendo rumbo al Este está un canal ancho de navegación que conduce a “Boca del Medio”, salida al Este del atolón y que permite a los navegantes no tener que bordear al Gran Roque por el Norte y el Este, para salir de allí. Por ése canal en viajes posteriores salimos con Francisco Mata a buscar los pargos y meros mas grandes que hemos pescado, debido a que la profundidad es mucho mayor y la corriente en la boca del canal es bastante fuerte.
Después de sobrevolar Franciskí Carlos hizo el viraje acostumbrado a la derecha y pasamos sobre la isla Madriskí en la cual hay varias casas de lujo, incluyendo una con antena parabólica, frente a una playa esplendorosa de muy poco fondo que mide alrededor de dos kilómetros. Esas casas están dentro del Parque Nacional, pero como fueron fabricadas antes de ser publicado el Decreto y sus propietarios ser parte de “ los dueños del Valle”, millonarios, con todas las influencias del mundo, los dejaron tranquilos para que disfrutaran de ése paraíso privilegiado.
Ya a unos ocho mil pies de altura, en nivel de crucero, sobrevolamos la barrera Sur siendo la vista desde el aire algo espectacular, al Norte de la barrera la profundidad es muy poca, el agua es transparente y deja ver una alfombra coralina multicolor, con unos espejos de agua de una belleza incomparable.
Nos tocó un día con un sol ardiente y el viaje de unos veinte minutos hasta la costa, pasó con una rapidez increíble, sobrevolamos Maiquetía, nuestro principal aeropuerto y después de cruzar la Cordillera Central y la Cordillera Sur con muy pocas nubes en el camino llegamos al Aeropuerto Metropolitano, en los Valles del Tuy, donde vive el Cessna de Carlos.
Caracas, Julio 30 de 1.999 .
Por: Manuel A. Urbina P.
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