Tuesday, February 5, 2008

DOS MOSQUICES Y DOS CAMPEONES DE LA PESCA SUBMARINA

En el mes de Noviembre de 1.992, el tigre Ramón Magual nos invitó a pescar en Los Roques, en su yate la Nora M, junto con tres amigos suyos los cuales me fueron presentados a las cuatro de la mañana, momentos antes de partir desde Caraballeda, en el canal de Laguna Beach, donde está anclado.
Ya habíamos salido muchas veces en el yate de Ramón a pescar por las costas y el Placer de La Guaira, donde recuerdo pegué la aguja mas grande que he visto en su elemento, en mi caña, pero me habían soltado totalmente el freno y el carrete, al estar libre, enrolló el nylon y se trancó con la consiguiente pérdida del bello animal. La Nora M, tenía sus dos motores nuevos, traídos de los Estados Unidos por Ramón y adaptados al espacio disponible, ya que eran mucho más potentes que los originales, dando mucho que hacer a los mecánicos para su puesta a punto. Fue un proceso muy largo y trabajoso ya que el tigre es una persona muy detallista y no solo cambió los motores, sino que se dedicó en cuerpo y alma, junto con otro tigre, José De Gregorio, a pintar, refaccionar y dotarlo con los equipos mas modernos de navegación disponibles al momento.
En el edificio Rompemar, donde estaba el apartamento de Ramón, todo era actividad, ya que teníamos que aprovechar las primeras horas de la mañana, cuando el mar está mas tranquilo, para zarpar, e ir navegando despacio por el peligro de chocar con los palos, que no se ven por la oscuridad y después acelerar a la velocidad de crucero cuando la claridad del día lo permitiera.
Los invitados de Ramón eran nada mas y nada menos que, Luigi Cubedu y
Claudio Scrosoppi quien tiene una tienda de artículos deportivos y es representante en Venezuela de algunos de ellos. Todo era movimiento mientras cargábamos los numerosos equipos de pesca y equipajes, además de varias bandejas de comidas preparadas, ya que el programa inicial era pasarnos cuatro días en viaje de pura y sana pesca. En la revista Caza y pesca tuve la ocasión de leer, las hazañas de nuestros nuevos amigos, quienes fueron campeones nacionales de pesca submarina, no una sino varias veces y al ver a Claudio con su gran humanidad, no me lo podía imaginar compitiendo en éste deporte tan peligroso.
El Capitán encendió los motores y después de calentarlos dándole su debido tiempo, soltamos las amarras y comenzó el lento desfilar por el canal de la laguna, no había luna y esto dificultaba el avance a mayor velocidad, pero a bordo todo era camaradería, los cuentos y anécdotas de pesca fueron la conversación obligada y nos amaneció casi sin darnos cuenta. El paso de la oscuridad total a los primeros albores del día, produce un sin fin de colores, que van del negro, pasando por grises oscuros, claros y al despuntar el Sol por el horizonte un sin fin de tonalidades, que van pintando la inmensidad del mar, hasta la parición del azul celeste, en un cielo despejado de nubes, que nos auguraba un mar con un regular oleaje y algo de brisa en todo el trayecto.
Cuando llevábamos unas dos horas de navegación, sonó el radio de a bordo y era el tigre Ernesto Garrassini, quién salía en ese momento del Club Puerto Azul, con el mismo destino que nosotros, en su yate la “Norys V, acompañado de los otros tigres, José Rafael Odreman , José D´Gregorio y su marinero, un joven pescador de Naiguatá.
El Club Los Tigres, al cual pertenecíamos, era algo muy especial con relación a los nexos de amistad, siempre los viajes los hacíamos en grupos, generalmente grandes ya que a todos nos unía la fiebre de la caza y la pesca y en el correr de los años ésos nexos se fueron haciendo mas fuertes logrando participar en muchas actividades conexas, teniendo gran cantidad de reuniones semanales, por los aniversarios de cada uno, además de la obligada de todos los miércoles, que realizábamos en algún restaurant, de Caracas, pasándola de lo mejor en la mas franca camaradería.
Aquello es digno del recuerdo, contábamos con ocho avionetas, los dos yates, un velero llamado el Albatros del “galicio” Luis Javier Sanchez, quien posteriormente fuera “Autoridad Unica”, del Parque Nacional Los Roques, desempeñando una tremenda labor en el incremento del turismo del atolón. Además de cualquier cantidad de vehículos de doble transmisión con todos los equipos necesarios para ir al monte y un campamento de pesca, en la Laguna El Loro, del Hato Las Delicias en el río Cinaruco, amén de dos Hatos en Apure: La Rompía y Mata Linda y uno en Guárico, en el río San Bartolo llamado Las Payaras.
En definitiva un gran Club de caza, Tiro y Pesca, en el cual disfruté once años maravillosos y para el que trabajé con todo gusto, dos veces como Secretario, una vez como asistente del Tesorero y una vez como Presidente, amén de colaborar siempre en la organización de todos los eventos, obligado como estaba al pertenecer al grupo selecto de miembros fundadores.
De nuevo en navegación, la Nora M, posee una buena velocidad de crucero en mar tranquilo, pero, el rumbo que llevábamos era Nor-Noroeste y la ola siempre nos golpeaba por Estribor, la parte derecha del yate, lo que hacía que al acelerar un poco, recibíamos unos bandazos muy fuertes, haciendo que el viaje fuese un poco incómodo. Sin embargo, una gran parte del recorrido, que estimamos fuese de 6 horas, hasta Dos Mosquices, la pasaron durmiendo, Claudio, Luiggi y Pepe, el quinto de a bordo quien fabrica junto con su padre los exquisitos sabroseadotes y aliños de la marca “Gut” y que posteriormente tendríamos la oportunidad de saborear con los pescados que preparamos a bordo.
Como a la hora de haber hecho contacto con nosotros, recibimos nueva llamada de la Norys V, reportándonos que ya se encontraban en Alta Mar, a unas treinta millas del puerto y en base a lo acordado, por razones de seguridad, estaban desarrollando una buena velocidad de crucero. Nosotros para éste momento ya habíamos perdido la línea de la costa y todo lo que se alcanzaba a ver era un mar muy briseado, con una visibilidad infinita, por la falta de nubes que era notoria, por ser casi mediodía.
A lo lejos vimos una gran “pajarera”, comiendo en mar abierto, pero Ramón no quiso que tiráramos las cañas ya que se encontraba un poco cansado, pues no había querido soltar el volante desde que partimos y ése esfuerzo de ir guiando el yate casi contra las olas, durante tanto tiempo, pasa factura a la larga. A lo lejos y al Norte, divisamos el perfil de la Barrera Sur, llamada así porque es una especie de pared que sale a la superficie y forma algunos manglares, protegiendo toda la parte Sur del atolón y siguiendo hacia la izquierda casi paralelos a ella, llegamos al final encontrándonos con las instalaciones de la Universidad Central, en la isla Dos Mosquices, la mas occidental de las islas.
Ramón fue reduciendo la velocidad y poco a poco entramos en una bahía al Norte de la isla en la que anclamos para descansar un poco de la travesía y comer, dándole tiempo a la Norys V, que llegara al punto de encuentro.
Claudio Scrosoppi, sacó la primera bandeja de comida preparada que llevaba y nos sirvió un suculento y sabroso menú que le había preparado su esposa y del cual disfrutamos felicitándolo por la buena idea, ya que al no tener que cocinar, en éstos viajes se dispone de más tiempo para la pesca y demás actividades.
En unas dos horas arribó al sitio la Norys V. y se anclaron muy cerca de nosotros, comenzando la mamadera de gallo acostumbrada, nos reunimos un buen rato y en menos de lo que canta un gallo, Claudio y Luiggi, se pusieron los trajes de goma para bucear y nos conminaron a que hiciéramos lo mismo los que los íbamos a acompañar. Ramón se hizo de nuevo Capitán y encendió los motores, para comenzar la navegación rumbo Norte donde se encuentran varios callos pequeños, en los que Claudio había pescado antes. Yo llevaba mi arpón y todo el equipo de pesca submarina, con unas ganas tremendas de acompañar a Claudio y Luiggi, pero se me quitaron las ganas, cuando el primero le dice a Ramón se detenga en pleno mar abierto en una zona de aguas muy claras que no tenían menos de diez metros de profundidad, para probar los arpones y comenzar la depredación(quise decir pesca). Previamente nos indicaron que la señal para que los recogiéramos era sacar el arpón del agua y que podíamos dar la vuelta alrededor de uno de los callos, haciendo pesca de troleo, pero advirtiéndonos que no nos alejáramos mucho. Ante la alternativa de no pescar nada con el arpón, ya que yo no llego a ésa profundidad, me quedé en el yate, preparando las cañas para comenzar de inmediato a tirar los señuelos mientras rodeábamos el callo. Comenzamos a pescar unos atunes pequeños, sacando cuatro de ellos y cuando estábamos de lo mas emocionados, vimos a Claudio con el arpón en alto y fuimos rápidamente a recogerlo. Al acercarnos me pasó el arpón y dijo que una gran barracuda no lo dejaba pescar ya que intentaba comerse los quince ó mas pescados que ya traía en el nylon con el flotador, amarrado a su cinturón de pesas. Me quedé con la boca abierta al ver el tamaño de la barracuda ensartada en la flecha y mas cuando comencé a subir la sarta de picudas, pargos de todo tipo y meros, no pudiendo explicarme como hacia aquel diablo para nadar con tantos pescados remolcados. Luiggi venía acercándose con una cantidad similar de pescados y todavía no habíamos tenido tiempo de sacarlos de las sartas cuando se fueron los dos otra vez al agua. Aquello era algo difícil de creer, en menos de media hora, ése par de locos , habían sacado mas pescados que yo en todo el año anterior y lo que era peor nos dijeron que les había ido un poco mal, debido a la gran cantidad de picudas en la zona.
Se fueron al agua de nuevo y nosotros al ver la cantidad de pescados que habían sacado pegábamos brincos de felicidad ya que con ésta primera parte, ya teníamos para llenar el freezer grande del yate y quizá una de las cavas. Seguimos troceando alrededor del callo y cada vez que pasaba el yate por la parte SurOeste, pegábamos dos atunes mas, la zona de pesca es espectacular y al rato se nos unió la Norys V, para trolear alrededor del otro callo cercano, corriendo con la misma suerte que nosotros ya que sacaron varios atunes y carites pintados, llamados también sierras.
La pesca continuó y en eso de una hora volvimos a ver la señal del arpón fuera del agua y nos acercamos de nuevo a recoger a nuestros dos compañeros, que ésta vez tenían las dos sartas rellenas de pargo y meros de mas de dos kilos cada uno, amen de las consabidas picudas, que según nos contaron son mas fáciles de pescar con arpón, ya que se acercan a tratar de comerse los pescados de las sartas, volviéndose un blanco fácil de acertar.
Cuando terminamos de sacar toda la gran cantidad de pescados que Claudio y Luiggi habían cobrado, me di cuenta que habían unos pargos rojos de unos tres kilos cada uno que yo no conocía, pues tienen una aleta en el lomo muy larga, son redondeados y su boca se parece a la de los loros, con dientes fuertes, explicándonos Claudio que se trata del pargo “Gallo”, según él, el de mejor sabor, ya que se alimenta de algunos corales que le dan sabor a su carne, señalándonos uno que se iba a llevar para su casa debido a que a su esposa también le gustan mucho.
Ya contentos con la gran cantidad de piezas cobradas, se fueron de nuevo al agua, pero ésta vez con una cámara submarina de filmación, para después mostrarnos la belleza submarina de la zona.
Nosotros seguimos en la Nora M, dando vueltas al pequeño cayo y sacando uno que otro atún pero de un tamaño, que daban risa comparados con los que nuestros compañeros habían cobrado con los arpones. En una media hora de actividad nos volvieron Claudio y Luiggi a llamar y ésta vez ya en forma definitiva, pues terminaron de filmar unos loros comiendo coral, su principal alimento y una diversidad muy grande de peces en su elemento, amen de los paisajes marinos con un mar de aguas transparentes y un fondo coralino que se observa a unos ocho metros de profundidad.
Decidimos regresar a la bahía al Norte de Dos Mosquices y se lo hicimos saber a la Norys V, quienes nos siguieron y fondeamos muy cerca de la playa, un yate al lado del otro.
Tomamos un baño de playa en un grupo cuya camaradería es proverbial dentro del club Los Tigres, en una playa paradisíaca con arenas muy finas y aguas transparentes y que terminó cuando Claudio nos llamó a comer otro de los exquisitos platos, con que su señora nos premió en éste viaje.
La cena tempranera fue regada con abundante vino y whiskey además de los cuentos de pescadores que no podían faltar.

Todo era alegría y camaradería en lo dos grupos y yo pensaba que si así era el primer día de pesca, no se que íbamos a hacer con el pescado, ya que previamente tuvimos que pasar a la Norys V, gran parte del hielo que trajimos para el pescado, al llenar todas las cavas y el freezer del yate, con la pesca que ésos bárbaros sacaron en menos de dos horas de pesca.
Nos acostamos temprano ya que el largo viaje y el ajetreo del día nos pasó factura, haciendo que terminara temprano la agradable reunión a bordo.
Muy temprano en la mañana, nos desayunamos rápidamente y en menos de lo que canta un gallo, estábamos navegando placidamente en la Nora M, no sin antes comunicarnos con Ernesto Garrassini y compañía en la Norys V, que se retrasaron un poco ya que el sueño a bordo era mas profundo que en nuestro caso.
Saliendo de la bahía, Ramón que hablaba con Claudio y conmigo nos dijo que teníamos que adelantar el regreso, que se había proyectado para el domingo, para hoy viernes, pues en caso de permanecer en Los Roques, corríamos con el riesgo de perder la pesca por falta de refrigeración, ya que el poco hielo que le habíamos puesto a la cavas, casi se había consumido en la noche y al insinuarle yo que lo mejor en ése caso era pasarle parte del pescado al otro yate, quienes no habían tenido “la suerte” de haber sido acompañados por un par de depredadores (quise decir pescadores), como nosotros y cuyas cavas aún se encontraban vacías. A Ramón no le gustó la idea y la decisión de partir de regreso a tierra firme, la mantuvo firme hasta las once de la mañana, cuando enfiló rumbo Sur y la calentera mía fue tan grande que me fui a la cama a dormir casi todo el viaje de regreso. Pensé en ése momento lo injusto de finalizar un viaje tan agradable, que se debía prolongar por dos días mas, con la alternativa de fondearnos y pescar nosotros, la gran cantidad de meros y pargos que siempre sacábamos en éstos viajes, amen de la agradable pesca de troleo.
La navegación de regreso es un poco mas placentera pues las olas pegan con menos fuerza por Estribor (la parte izquierda del yate), pero la seguridad
de navegar con destino seguro, ya que al Sur siempre íbamos a conseguir tierra, hace que nos sintamos mas tranquilos que en el viaje de ida, aunque siempre se mantiene el rumbo por medio de la Brújula, para evitar navegar mas de lo necesario.
En unas tres horas se comienza a ver el perfil de la Cordillera de la Costa, entre muchas nubes y todo hubiera sido perfecto a no ser por una falla en el mando hidráulico del yate, el cual botó el aceite de la bomba que regula el funcionamiento del volante, por la rotura de una manguera de goma, y ante la imposibilidad de mantener el curso con el volante, tuvimos que hacerlo con la fuerza de los motores, acelerando indistintamente uno u otro, para tratar de seguir lo mas recto posible.
Esto nos retrasó el viaje en una hora mas de lo previsto, pero ya teniendo los edificios de Caraballeda a la vista, Ramón redujo la velocidad para mas seguridad en la aproximación a la costa, se comunicó con su esposa por el radio del yate, para que supieran de nuestro regreso y en media hora estábamos entrando al canal de la laguna, para después atracar en el muelle del edificio Rompemar.
Comenzó la descarga de todo el equipaje y de la gran cantidad de pescados para ser repartidos en forma proporcional entre todos y Ramón tuvo que buscar dos cavas más para poder enhielar todo. Nos invitó a ver la filmación submarina y disfrutamos un mundo viendo a los loros comer corales y sentir el ruido que hacen al morderlos. La variedad de peces es infinita, así como sus colores, los corales hacen un paisaje bellísimo y la visibilidad de ésas aguas transparentes, nos brindaron un rato de amena y grata recordación.
Pasadas tres semanas, Ramón me invitó de nuevo a pescar en el yate, pero ésta vez para el placer de la Guaira, había preparado un palangre de unos doscientos anzuelos, para aprovechar que el mar estaba bastante tranquilo y tirarlo en esa zona, invitando también a Pepe, su vecino del edificio del cual recuerdo en un viaje anterior a Los Roques, estando fondeados en el canal de Sebastopol, se fue a pescar con el arpón del lado de afuera de la barrera y regresó en menos de quince minutos por la cantidad de tiburones grandes que se encontró, no contento con ello agarró un tobo y se fue a buscar unos caracoles llamados quíguas y los preparó fritos en aceite de oliva, con los cuales nos dimos un banquete digno de reyes. Esa noche tiré mi caña de troleo hacia el medio del canal con una sardina y en la madrugada al sonar la charraca del carrete, todos corrimos a ver que era lo que estaba pegado, resultando un Jurel de tres kilos, que saqué y metí de inmediato en la cava.
El viaje hacia el Placer, comenzó a las 8 de la mañana, y efectivamente el mar estaba muy tranquilo, con poca brisa, llegando al sitio donde se reúnen siempre varios yates a hacer la pesca de altura y que es una cordillera sumergida paralela a la costa, a unas quince millas de distancia al Norte del litoral central, con diferentes profundidades, que hace se reunan grandes bancos de bonitos, comida preferida de gran cantidad de peces de pico, como son los dorados, agujas azules y blancas, peces vela, barracudas muy grandes y atunes que emergen al ver los balaos (peces de unos quince a treinta centímetros largo que previamente se preparan cosidos a las paradas de nylon ó metálicas, con anzuelos de ojo de aguja y alambre fino de cobre, para cerrarles la boca y hacer que naveguen por la superficie, lo que atrae a los peces grandes que allí se sacan.
Al llegar al punto de menos profundidad, guiados por el Ecosonda, con que está equipado la Nora M y cercano a un bote de pescadores que estaban fondeados, sacando pargos Cunaros pequeños, comenzamos a pasar trabajo tirando el palangre, ya que el sistema que consiguió Ramón se trata de unas paradas de unos treinta centímetros de largo amarradas a la línea principal de nylon mas grueso, con unos broches plásticos de “quita y pon” que facilitan el encarnar el palangre y que llevan las sardinas que previamente habíamos atravesado a los anzuelos y se iban echando al agua para que se ubicaran a poca distancia del fondo con unos flotadores en ambos extremos, trabajo que duró una media hora. Los palangres tradicionales, usados por los pescadores profesionales, son de unos cuatrocientos anzuelos amarrados a la línea principal que se van clavando al borde de una caja de madera y se van encarnando en tierra para ser desplegados en el momento de lanzarlos en el sitio de pesca. Recuerdo el tremendo enredo que formamos cuando tiramos uno en Los Roques con Juan Mata y que no pescó casi nada debido a la cantidad de anzuelos que tenía enredados.
Dejamos marcado el sitio con unas banderas y nos dedicamos a la pesca de troleo siempre cerca del palangre, con la suerte de pegar en mi caña una aguja azul de unos treinta kilos, que me dio una emocionante pelea. Después de dos horas de vueltas y mas vueltas sin suerte, en un mar que era un “plato”, nos dedicamos a levantar el palangre y en tantos anzuelos, solo logramos sacar dos pargos Medregal, de tres y cuatro kilos que después comprobaríamos que no tienen muy buen sabor al comerlos y que no valían en realidad tanto trabajo pasado. A continuación seguimos troleando y después de sacar dos dorados de buen tamaño, decidimos regresar a la Costa, cuando de repente en el horizonte vimos una pajarera y hacia allí nos fuimos, llegando en unos diez minutos, viendo que se trataba de una ballena, como siempre acompañada de varios peces que son los que al comer hacen que se alboroten los pájaros bobos y alcatraces al comer las sobras que van dejando a su paso.
Dimos varias vueltas sin suerte y al enrumbar hacia la Costa de nuevo de repente se apagó primero uno de los motores y después el otro, lo que hizo que Ramón destapara el piso para revisar en la Sentina, los filtros Racor, pensando que estaban tapados por el sucio del Gasoil, mas no era así, sino que, nos habíamos quedado sin combustible debido a un bote continuo de los tanques hacia la Sentina y que era sacado por las bombas de achique al costado del yate. Ante la emergencia, Ramón radió a la lancha Maripuchi, que habíamos escuchado se encontraba en la zona, para que nos auxiliara y en una media hora se nos acercaron, derivando en ése tiempo casi hasta el Norte de la planta de Arrecifes. Nos lanzaron un cabo (mecate), para remolcarnos hasta el canal de la Laguna y comenzó la lenta travesía que terminaría a las once y media de la noche cuando arribamos al muelle y fondeamos el yate. En ése momento, no encontramos la forma de agradecer el gran favor recibido y Ramón decidió obsequiar al Capitán de la Maripuchi, con la aguja que habíamos sacado, lo que fue muy bien recibido por éste.
Después de recoger todo el perolero y equipos de pesca, nos despedimos
de nuestros amigos para retornar a Caracas, llegando a mi casa a la una de la madrugada, con un cansancio tremendo pero con la satisfacción de otro grato viaje de pesca.

Caracas, Abril 19 del 2.002

Por: Manuel A. Urbina P.

CONCURSO DE PESCA DEL PAVÓN EN EL PESQUERO

El 25 de Febrero de 1.984, nuestro socio Dr. Jesús Zamora, me invitó a participar en el Concurso de pesca del pavón organizado por el Ministerio del Ambiente y de los recursos naturales renovables (M.A.R.N.R.), a efectuarse en el sitio llamado El Pesquero, en el Hato La Tigra, a orillas del río Cinaruco. Varias organizaciones colaboraron ampliamente para el éxito de dicho concurso, como fue el caso del Aeroclub Valencia, Fundación La Salle y otros que lograron reunir unos quince avionetas particulares y además un avión bimotor Twin Otter, con mucha capacidad, para los que no tuvieran chance de ir en sus aeronaves. Jesús y yo salimos de Valencia en su avión Cessna 182, identificado con las siglas 487-P con rumbo a su Hato Matalinda, en las orillas del Caño La Pica, para dejarles algo de comida a Miguel y su familia, encargados de cuidar el Hato y de paso visitarlos como ya se ha hecho costumbre.
El aterrizaje en Matalinda, lo realizó Jesús, en la pista larga, que está un poco alejada de la casa del Hato, a unos ochocientos metros, pero es mucho más segura que la que está construyendo al lado de la misma, que es mas corta y todavía tiene mucha yerba para poder ser utilizada con seguridad. Descargamos la avioneta y sólo dejamos los equipos de pesca y las cavas con hielo y la comida nuestra, ya que la idea era llegar lo mas pronto posible al Pesquero. Comenzamos a caminar hacia la casa y a la mitad del camino nos encontramos con Miguel, que ya venía a cargar los corotos como es su costumbre, hablamos un rato con él y seguimos nuestro camino, llegando a la casa en unos diez minutos, donde nos recibió Leticia, la esposa de Miguel quien junto a su muchachera ya nos tenía preparado el cafecito guayoyo, con que los llaneros reciben a los visitantes. Después del agradable recibimiento, Jesús recogió su caña de pescar y algunos señuelos, amen de su chinchorro y cobijas, pues pensamos dormir a orillas del río.
Miguel nos acompañó hasta la pista, para ayudarnos a cargar las cosas de Jesús y después de montarlas en el avión, nos despedimos y comenzó la carrera de despegue del 487-P, el que, como estaba muy liviano remontó vuelo a la mitad de la pista, virando de inmediato a la derecha hacia el Sureste. En pleno verano, el llano tiene un sin fin de tonos de verde, que llegan hasta el azul; los ríos tienen su mas bajo nivel y el agua se ve transparente, formando espejos con los rayos del Sol,
El vuelo se hace en unos quince minutos y la mejor guía para llegar al sitio, son las Galeras del Cinaruco, que es una formación montañosa, casi de Norte a Sur, de vegetación característica de las selvas de galería, de chaparros y matorrales, en medio de una llanura sin fin, que destacan a mucha distancia, tanto por aire como por tierra, que se ubica al Sureste del Estado Apure y desde donde se ven las desembocaduras de los ríos Cinaruco y Capanaparo en el Orinoco.
Sobrevolamos la pequeña cordillera de unos setenta u ochenta metros de altura y siguiendo el curso del río Cinaruco, a unos cinco minutos, estaba la cosa mas inusual en los llanos; una concentración de aviones de unos quince aparatos alineados a la derecha de una pequeña pista que comienza a las orillas de una larga madrevieja y detrás de los aviones una especie de matorral característico de las riberas de éstos ríos. En éstos casos para evitar alguna colisión se acostumbra sobrevolar la pista en forma perpendicular a ella, a baja altura, para avisar a los presentes el próximo aterrizaje, no sin antes radiar dicha información a los aviones en vuelo en la zona.
Así hicimos y dando una vuelta circular aterrizamos y de seguidas nos acercamos al grupo de aviones para estacionar el 487-P. Un grupo de unas cuatro personas se aproximaron a darnos la bienvenida y de una vez nos dieron las indicaciones pertinentes para inscribirnos en el concurso y recibir las reglas del mismo.
Jesús conocía a una gran cantidad de los allí presentes y cordialmente me fue presentando uno por uno, los que nos alertaron que si pescábamos algo antes de comenzar el concurso, lo escondiéramos, ya que uno de los concursantes había sacado un pavón grande y se lo habían marcado para invalidarlo, ya que fue antes de comenzar el mismo, perdiendo esa gran oportunidad. Al preguntar yo quién era el infortunado, me dijeron que se trataba de Iran Acosta Rubio y como hacía menos de un mes que lo había conocido en Calabozo, me acerqué al sitio donde estaba acampando su grupo, con la gran sorpresa de encontrarme allí a otro viejo amigo, vecino de Miguel Osío en el edificio donde viven juntos en Los Palos Grandes, llamado Jorge García, quién al verme salió corriendo a la cava donde tenían el pavón de cuatro kilos y me echó el cuento de que se lo habían marcado por ser sacado antes de comenzar el concurso que comenzaba al mediodía del sábado. Irán me dijo que llegando se bajó del avión, armó la caña de casting y se fue a la orilla de la madrevieja a probar un señuelo marca Rapala, con forma de sardina y que al lanzarlo la primera vez al agua, enganchó el pavón de cuatro kilos y medio y formó tal escándalo, que vino uno de los jueces y se lo invalidó.
La mamadera de gallo del grupo era tal que, todos hacían el teatro de como Iran, había sacado el pescado, la gritadera y la carrera para sacarlo de la orilla del río y después la llegada del juez marcando la cola con un corte, para que no pudiera ser presentado en el concurso.
Pasamos el rato entre chistes y brindis, hasta que Jesús me recordó la importancia de colgar los chinchorros y establecer nuestro campamento antes de salir a pescar. Guindamos los chinchorros en unas matas cercanas a los aviones y de inmediato preparamos los equipos de pesca y nos fuimos a la orilla del río a pescar. El Pesquero, es una especie de laguna alargada de unos cuarenta metros de ancho y unos dos kilómetros de largo, que se forma en invierno cuando el Cinaruco se desborda y prácticamente endereza su sinuoso curso por el gran volumen de agua de lluvia llenando las lagunas en ambas riberas y las madreviejas, que como ésta, quedan convertidas en largas lagunas con muy poco caudal de agua que llegan a represarse encerrando tanto las pechitas ó sardinas y también a los pavones que son así mas fáciles de pescar.
Toda la zona tiene una belleza especial, pues se trata de una llanura que hacia el Oeste destaca la pequeña cordillera de las Galeras con sus tonos verdiazules en la distancia, al Norte la llanura sin fin cruzada de todos los ríos que bajan de Oeste a Este a rendirles tributo al Orinoco y hacia el Este una vegetación muy tupida que se forma a las márgenes derecha e izquierda del río Cinaruco, hasta llegar a su desembocadura cercana a La Urbana en la margen Sur del Orinoco.
A unos cincuenta metros de la orilla montamos nuestro campamento, con sus chinchorros, resguardados por algunos arbustos de la brisa fría que sabemos vamos a sentir en la noche y sin pensarlo dos veces, preparamos los equipos de pesca para comenzar la contienda.
Nos acercamos a la orilla y comenzamos a lanzar los señuelos artificiales haciendo Casting, como no picaba nada pensé que se debía a la gran cantidad de pescadores que ya lo habían intentado asustando a los peces que pudieran estar por allí aparte del ruido, por lo cercano a la zona de campamento y empecé a caminar por la orilla hacia el Oeste con gran dificultad debido a la gran cantidad de rocas que tiene la costa Norte, cerrándose el paso con muchos matorrales que obligan a subir unos tres metros para seguir hacia arriba y volver a bajar hasta la orilla para seguir intentando sacar algún pabón de buen tamaño.
No hubo suerte y en vista de la ausencia de los deseados Strikes, regresé río abajo caminando mas de un kilometro por las trillas que llegan a un punto en el que hay que bajar a la madrevieja y atravesarla por un punto en que no tiene mas de veinte centímetros de profundidad que da origen a una costa larga muy ancha de playas limpias y blancas pero con un caudal de agua de no mas de veinte metros de ancho y de pocas partes profundas en las cuales seguí intentando sacar algún ejemplar con muy poca suerte. Pasaron mas de dos horas y lo único que logré sacar fueron dos paboncitos que lo que daban era lástima ya que apenas llegaban al medio kilo cada uno, cuando de pronto a lo lejos y avanzando por el medio del canal de agua hacia mí, venía algo que en principio no podía divisar, pero que poco a poco se hizo mas claro y se trataba de un sombrero de cogollo debajo del cual caminaba con el agua hasta el cuello un “musiu”, con su caña de casting y una sarta de unos veinte pabones, navegando detrás de él amarrados a la cintura. Se trataba de Gilbert Cuenot, un francés muy amigo de Jesus, quien al acercarse salió del agua se presentó y comenzó a hablar cordialmente conmigo mostrándome lo bien que le había ido pescando, pues tenía unos cinco pabones grandes de unos tres ó cuatro kilos que le daban mucho chance en el concurso. Como le pregunté si no tenia miedo de caminar por el río sin ver el fondo, con el peligro de pisar alguna raya, caimán ó anaconda de las que hay muchas por allí, que pudiera estar en su camino me dijo que la probabilidad era muy pequeña y además tenía la ventaja de no quemarse con el Sol y estar muy fresco durante todo el concurso, me reí bastante con las ocurrencias de Gilbert y su forma característica de hablar con su acento francés y en menos de cinco minutos se volvió a meter al agua con su sarta de pabones y siguió caminando madrevieja arriba, lanzando de vez en cuando su caña, camino del campamento.
Al quedarme de nuevo solo, me estaba comiendo la envidia y no pude explicarme el porqué de tan mala suerte pescando ya que normalmente siempre soy de los que sacan mas animales, debido a lo fiebroso por la pesca deportiva que estoy practicando desde los cuatro años de edad, cuando mi viejo querido me llevaba al malecón de la Habana, a eso de las cuatro de la mañana y amanecíamos pescando siempre con bastante buena suerte. El recuerdo me viene a la mente, cuando una de las primeras veces, mi viejo lanzó la “Pita”, un sedal de fibras de corteza de no sé que árboles, que se usaba antes para pescar, enrollado en una tabla, con su carnada y me lo entregó, mientras él lanzaba la otra pita, al rato sentí el primer “templón” de mi vida, ése que nunca se olvida, y comencé a gritarle a mi papá que era algo muy grande, pues halaba duro, todo eso oscuro, como a las cuatro y media de la madrugada y cuando el comenzó a sacarlo y ver aquel pescado fuera del agua, me sentí tan orgulloso que me parecía una proeza el haber contribuido a sacar aquel pobre bicho de no mas de treinta centímetros (y que yo lo veía como de tres metros) y la memoria con la distancia de los cincuentisiete años no me ayuda a identificar. Pienso que en ése preciso instante fue que la semilla de la pesca deportiva comenzó a germinar en mí y se lo debo con el mayor agradecimiento a mi querido y recordado padre, Luis Antonio Urbina Ramos, de quién escuché una vez un comentario de una vieja amiga suya, conocedora de toda sus hermanos, “ Luisito es lo mejor de toda la familia Urbina”, y esto llena de orgullo a cualquiera.
Me decidí a pescar como siempre lo hago después de aquel momento, con los carretes de mano que llevaba dentro del maletin de cuero guindado al hombro y en el mismo sitio saqué dos filetes al pabón mas pequeño y los lancé con los dos carretes de mano, mientras con el nylon finito y anzuelito minimosca, comencé a sacar las sardinas, para pescar “a la viva”, con la caña, lo que resultó en un corretaje, pues de pronto se guindaban dos pabones a la vez y tenía que apurarme para poder sacarlos antes que soltaran los anzuelos, pescando unos siete pabones mas, pero con la mala suerte que eran pequeños y ya comenzaba a oscurecer, lo que terminó con la diversión de ésa tarde.
Con los pabones flotando detrás de mí, amarrados a la sarta de nylon, seguí el ejemplo de Gilbert para no tener que cargar con el peso, y caminando por la orilla de la madrevieja seguí, hasta llegar al campamento donde encontré a Jesús, conversando con unos amigos y desilucionado también con la mala suerte que había tenido al seguir pescando en el mismo sitio toda la tarde no sacando ningún pabón grande.
Como había estado sudando toda la tarde, me fui hasta la madrevieja a bañarme y en un sitio cercano al campamento en una rama seca guindé el paño, la ropa limpia y el reloj de acero Rolex que tenía mas ó menos un mes de haberlo comprado y comencé a enjabonarme disfrutando del agua tibia de la tarde y del baño mas caro de mi vida. Ya oscuro, me sequé me vestí y regresé al campamento dejando olvidado el reloj en la rama a orillas de la madrevieja.
Durante la fogata de campamento, donde todos contaban chistes y anécdotas de los viajes de pesca, me acordé del reloj y decidí recogerlo a las primeras horas de la mañana, pero parece que alguien
madrugó más que yo y cuando llegué al sitio , ya no estaba.
Ni siquiera me molesté en preguntar a nadie por el reloj, ya que pienso que el único culpable de la pérdida fui yo, pero la calentera me hecho a perder el disfrute de la pesca y en la toda mañana no saqué ni un solo ejemplar.
Jesús corrió con la misma mala suerte, por lo que decidimos regresar en el avión a Mata Linda, para estar un rato con Miguel y Leticia, y sin pensarlo dos veces, levantamos el campamento y nos despedimos de los pocos amigos que estaban por allí, ya que casi todos estaban pescando, cargamos el avión y despegamos rumbo Noroeste hacia el Hato.
En veinte minutos aterrizamos en la pista grande de Mata Linda y ya Leticia, como es su costumbre, tenía montado el café de bienvenida, con el cual nos recibió afablemente. Miguel al ver lo poco que pescamos, nos dijo y tiempo después pudimos comprobarlo, que no valía la pena gastar la gasolina del avión en ése viaje, ya que allí mismo en Mata Linda, a unos diez minutos de la casa, en el caño Los Zorros se pescaban pabones más grandes y en mas cantidad que los que traíamos.
El caño Los Zorros es el lindero natural que separa los Hatos Mata Linda y La Rompía y desemboca en la laguna del mismo nombre y de allí cae en el Caño La Pica. Toda la zona es bastante virgen y tiene una gran cantidad de fauna silvestre, incluidos los Dántos de los cuales siempre se ven las huellas en el fango, los venados, de los cuales hay muchos en la zona, las Nutrias ó perros de agua que se encuentran en manadas de diez ó doce, babas, caimanes, anacondas y hasta Tigres manigordos, de los cuales encontramos los restos de un chiguire grande, que había arrastrado mas de cincuenta metros para taparlo con hojarasca en la orilla de la laguna Los Zorros . Jesús aprovechó para darle algunas instrucciones a Miguel relacionados con el ganado y en menos de lo que canta un gallo estábamos recogiendo todo para despegar rumbo a San Fernando de Apure para reabastecernos de combustible y seguir rumbo a Valencia. El vuelo ésta vez se desarrolló de una forma mas placentera, el tiempo estaba totalmente sdespejado y se podíaver el perfil del llano hasta el infinito, casi no había nubes y esto permite identificar todos los ríos y lagunas . comenzando con el Caño La Pica, el río Capanaparo el cual casi siempre sobrevolámos por el paso de San Pablo, donde estaba la chalana , el río Cunavichito, el Cunaviche, el Caño San Felipe, el río Arauca y finalmente el de mas caudal el río Apure a orillas del cual se encuentra San Fernando de Apure en su ribera Sur.
Aterrizamos en el aeropuerto sin novedad y después de echar combustible, despegamos hacia Valencia a la cual llegámos a las tres de la tarde y después de despedir a Jesús quien iva para su casa en Valencia, tomé la Autopista hacia Caracas, llegando a las cinco y media a mi casa, donde siempre me espera mi familia pendientes de los vuelos y sus peligros.

Caracas, Abril 3 del 2.001.

Por: Manuel A. Urbina P.

LA LAGUNA GUASACONICA EN MORICHAL LARGO

En el mes de Abril de mil novecientos noventiocho fuimos invitados a la Hacienda R.M. cerca a la Antena, al sur de Maturín, capital del Edo. Monagas, propiedad de Francisco y Mariela, amigos y compañeros entrañables.
Partimos de nuestra casa, en Caracas junto a nuestro hijo Manuel Antonio su novia Roselin y mi esposa Martha, en el carro Ford Sierra, propiedad de Manuel, muy temprano, para encontrarnos en la autopista a Oriente en una estación de gasolina cerca a Petare, con Eddy, su mamá y su hija Patricia sitio al que llegaron en unos diez minutos, con su camioneta Toyota cargados con todo tipo de maletas y enseres necesarios para la estadía de ocho días que pensábamos disfrutar en compañía de un grupo de muchachos amigos de los hijos de Mariela, nuestros sobrinos.
A eso de las siete de la mañana comenzamos nuestro recorrido por la autopista hacia Oriente los dos carros en caravana, como siempre acostumbramos hacer para auxiliarnos unos a los otros en caso de necesidad, la vía estaba con muy poco tráfico por lo temprano de la partida y solo conseguimos algo de retraso en el trecho comprendido entre Kempis y Caucagua, pues allí se interrumpe la autopista y hay un trecho de curvas que terminan al pasar Caucagua donde se amplía de nuevo la carretera y se hace mas recta y menos peligrosa. Pasamos la zona de Barlovento y después de recorrer las rectas que hay entre el Clavo y El Guapo nos dimos cuenta de algo que nos llamó la atención ya que todos los bordes de la carretera antes de llegar a Barcelona estaban llenos de nuestro árbol nacional el Araguaney, que con su color exhuberante daba la impresión de una alfombra de flores amarillas en medio de la seca vegetación del verano. De todos los viajes que hemos hecho hacia Oriente en el transcurso de unos treinta años, ésta es la primera vez que vemos tantas flores en la sabana a ambos lados de la carretera y esto fue creciendo en intensidad al sur de Barcelona en el crucero llamado kilometro cincuentidós, sitio de cruce hacia el éste en la vía hacia Maturín. Allí nos paramos para observar dicho fenómeno, nada corriente, ya que el árbol se llena de flores de un amarillo intenso y en pocos días las bota formando una alfombra a su alrededor, que contrasta con la vegetación que los rodea. La carretera en esta zona tiene pequeñas lomas y después se hace de grandes rectas por lo que pudimos recrearnos con aquel espectáculo tan hermoso ya que hay miles de araguaneyes en flor.
Continuamos la jornada entre los campos petroleros que a partir del kilometro cincuentidós se hacen mas profusos y es una pena ver como se quema el gas en los mechuzos, que con su sordo sonido nos hacen pensar la cantidad de dinero que pierde nuestra nación por ésta práctica , que ya creíamos olvidada.
Hay una gran cantidad de Hatos ganaderos al borde de la carretera en los que se nota el gran cuidado que se pone en sembrar los pastos para la alimentación del ganado y los abrevaderos con sus molinos de viento que contrastan con las torres de explotación petrolera, los diferentes verdes de nuestra sabana se manifiestan contrastando con los árboles llenos de mereyes que siembran en las cercas y dejan ver sus frutos amarillos o rojos intensos. Antes de llegar a Maturin hay un desvío hacia el sur en la vía hacia Barrancas del Orinoco que tomamos para no tener que pasar por el tráfico de la ciudad y que empata en una alcabala de la Guardia Nacional a unos quince minutos de la Antena en la que hay que cruzar a la derecha, hacia el Oeste para después de pasar varios morichales encontrarnos con la carretera interrumpida pues el agua de la sabana fue socavando los bordes de la carretera a los costados de un tubo que pasa por debajo de la misma y se cayó el asfalto, haciendo un hoyo de mas ó menos un metro de profundidad. Allí nos detuvimos para colocar varias ramas de señalización y pedazos de monte ya que estaba atardeciendo y temimos que cualquiera que viniese descuidado en la noche podría tener un accidente.
Al fin después de casi ocho horas de carretera llegamos al portón de R.M. y en menos de cinco minutos la algarabía de los muchachos se dejó sentir al acercarnos a la casa.. Mariela y Francisco, junto a su pequeña hija Vanesa, nos hicieron sentir con su recibimiento el cariño que nos tienen y que nos profesamos desde hace muchos años, allí ellos tienen un paraíso, la casa fue totalmente redecorada por Mariela, y además de embellecerla con un friso gris y el piso de baldosas en color rojo, le hizo a su alrededor unos aleros techados que sirven de colgaderos de chinchorros a mas de cuarenta personas y por supuesto el sitio obligado de reunión durante el día. La casa está rodeada de grama muy bien cuidada y a un lado tiene una piscina que es una delicia por su agua de pozo transparente y el cuidado que le prodigan los encargados del hato. Frente a la puerta principal de la casa está el caney para jugar dominó ó cartas y a su lado la parrillera, así como también el patio de bolas criollas en el cual pasamos las tardes jugando y aprendiendo de Antonio, el encargado del Hato los trucos y boches clavados para siempre ganarnos las partidas. El equipo de trabajo y mantenimiento lo componen Judith, la esposa de Antonio, Elisa hermana de ella y otro muchacho que se encargaba de mantener limpio el patio, la piscina y todos los alrededores. Este equipo hace que se complete el cuadro paradisiaco de R.M. ya que trabajan con una gran coordinación, una amabilidad muy pocas veces vista y creo se debe a la cordialidad con que Francisco y Mariela los tratan, además del cariño que se han ganado de todos los que allí llegan.
Después de descargar los vehículos brindamos por el buen viaje que tuvimos y con todo y el cansancio del viaje estuvimos charlando y echando cuentos hasta bien entrada la noche.
A la mañana siguiente después de saborear el jugo de parchita natural que siempre nos tiene Judith preparado, me puse el mono, los zapatos de goma y comencé a caminar por la sabana, atravesando dos potreros, se llega a un pequeño morichal que tiene un pozo de agua transparente y muy fría, remonté por la ribera izquierda del caño atraído por los chilllídos de los araguatos y por mas que intenté no pude verlos ya que las riberas se cierran mucho con el monte y forman una maraña muy difícil de atravesar caminando, continué la travesía caminando por los senderos de los animales y llegué casi al norte de la casa de la hacienda, la cual identifiqué de lejos por las dos matas de araguaney en flor que aún a ésa distancia se divisan y decidí ir recto hacia éllos ya que llevaba mas de una hora caminando y el cansancio, la sed y el sudor que me hacia brotar el mono ya estaba pareciendo un baño de vapor en plena sabana.
Al llegar a la casa ya todos estaban metidos a la piscina disfrutando del agua friita, me uní al grupo y Eddy me recordó la llamada que tenía que hacerle al “pescador”, mote que le tengo cariñosamente a mi buen amigo y compañero de pesca Vinicio Ramirez, quien hace ya mas de diez años se vino de Caracas a vivir a Maturin y el que me prometió llevarnos a conocer el río Morichal Largo del cual nos han contado maravillas.
El año pasado cuando vinimos con la camioneta Wagoneer trajimos sobre élla mi bote “Yelyney”, modelo guariquito de 12 pies, con su motor de 9.8 h.p. Mercury , con el mismo pescamos en un río llamado Curiepe, que forma un morichal de una belleza impresionante y en el cual sacámos doce pavones y además con el atractivo que queda a media hora de la casa del Hato vía Maturin, pero, como vinimos con el carro no pudimos traerlo y la pesca iba a depender por completo de la anuencia del “ pescador”. No hice sino llamarlo y en la noche se presentó con un amigo suyo “Cabuya” y su señora ambos de Maturín.. “Cabuya”, es todo un personaje, tiene la verdadera chispa criolla
para echar cuentos, chistes y relatar todo tipo de anécdotas, pasamos una noche muy agradable y quedamos de ir a pescar con uno de los botes que tiene Cabuya, al río Morichal Largo que queda hacia el sur por la carretera que va hacia Barrancas del Orinoco. Al día siguiente me pasaron buscando por la Antena y proseguimos viaje en la camioneta Pick Up de Cabuya y mi carro y en menos de media hora ya estabamos tirando al agua el bote, en el puente que pasa sobre el río y que tiene una pequeña playa que sirve de embarcadero y en el cual hay muchos bongos de indios de la zona que les sirven de vía de comunicación por los diferentes ríos de la zona. Allí hay varios botes de madera con sus techos diseñados especialmente para el transporte de turistas europeos, los que disfrutan de estos paisajes vírgenes y la belleza que deparan las costas de éstos ríos. Sin pérdida de tiempo Cabuya procedió a encender el motor de ciento veinticinco H.P. conque está equipado el bote de madera y fibra de vidrio en el que nos estabamos desplazando, después de la primera cerveza aquello fue digno de Ripley, nuestro capitán parece que conoce el río como la palma de su mano , ya que emprendió una carrera a toda maquina y como el mismo es como un caño de unos veinte o treinta metros de ancho pero con muchas vueltas y recovecos , lo primero que me imaginé fue que en cualquier momento nos íbamos a llevar por delante al primer bongo que nos encontráramos de frente, ó en el mejor de los casos en cualquier curva abriríamos un nuevo río con el bote al seguir derecho por la forma en que el mismo derivaba por la velocidad endemoniada con la que navegábamos.
Cuando llevábamos una hora de navegación, Cabuya bajó la velocidad para mostrarme el campamento dedicado al turismo de aventura que se encuentra en la ribera izquierda del río con su muelle de madera y sus churuatas con todo tipo de comodidades para recibir sobre todo según me contaron a alemanes, franceses y hasta ingleses que vienen a menudo para visitar la zona y deleitarse con la flora y la fauna circundante, éste sería el sitio al cual regresaríamos a preparar el sancocho que nos ofreciera la noche anterior, después de la pesca por supuesto.
Continuamos navegando río abajo y como al cuarto de hora en un recodo, hicimos un viraje a la derecha, para entrar por una especie de madrevieja o caño secundario que en menos de cien metros se abrió y dejó a nuestra vista una espectacular laguna de agua transparente con morichales y hasta islas de una belleza sin par llamada laguna Guasaconica, en la que se crían los pavones, bagres y curbinatas, amen de caribes y otras especies, los cuales eran el motivo de ésta pesquería.. Comenzamos haciendo la travesía hasta una parte en el sur de la laguna en la cual se encuentra una casa elevada del agua tipo palafito, fabricada en madera con dos pisos y en muy buen estado de conservación que me contó Vinicio es el sitio de pernoctar cuando se viene por varios días, y fue fabricada por los empleados de las compañías petroleras de la zona para su uso y disfrute. Allí frente a la casa comenzó la pesca a fondo con una carnada que yo jamás había usado como son las tripas de los pollos y además haciendo casting para buscar los pavones con los señuelos artificiales ya probados en pesquerías anteriores. Después de cambiar varios señuelos y probar con diferentes profundidades llegamos a la conclusión que era mejor cambiar de sitio. Nos fuimos haciendo troling por la costa sur de la laguna sin ningún tipo de strikes y nos paramos cerca a una de las islas, donde pudimos constatar la presencia de varias churuatas de indios y de dos canoas con mujeres y niñas pescando a remo por la orilla, lo que nos indicó el porqué de nuestra mala suerte con la pesca. Estas tribus ribereñas tienen que pescar ajuro, pues esa es una de las bases de su alimentación y si no se pesca con anzuelo, se pesca con flechas, con redes o en la forma más irracional de hacerlo que es con las semillas de las paraparas, con la que forman una especie de barbasco que envenena a los peces pequeños y grandes y acaba con todo bicho viviente donde se hecha. Seguimos haciendo la pesca de troleo por las orillas de la laguna, pero sin suerte pues parece que, ó la laguna esta muy llena y todavía queda mucha agua por las riberas, o se acabaron los peces por la presencia de los indios. Después de mucho intentarlo y cansados de no pescar nada, aceptamos la propuesta de Cabuya de seguir río abajo hasta la desembocadura del río Tigre que queda a una hora mas abajo de donde estabamos. En el camino nos cayó un chubasco de agua muy fría por lo que nos vimos obligados a brindar cuando lo pasamos, el Morichal Largo es un río muy caudaloso y mientras más abajo navegábamos mas ancho se hacia llegando en partes a tener mas de cincuenta metros y una profundidad considerable, pero de aguas muy limpias debido a que son las aguas de lluvia que recoge la sabana, con un tinte marrón que se los da el tanino de los troncos de los árboles de sus riberas. En una de las vueltas Cabuya me preguntó si conocía la palmera de donde se sacaba el palmito y al contestarle que no, me señaló una de muchas de las que salen de los costados hacia el río y decidimos cortar varias para llevárnoslas para la casa. Ud. no se imagina el dolor que da el tener que cortar una palmera completa para obtener unos quince o veinte centímetros de palmito, pues esa especie de caña blandita se encuentra en una forma de peñacho que forma la palmera en su parte superior y hay que pasar mas trabajo que un cura loco para ir sacando capa por capa de la concha que cubre al palmito, para llegar al centro donde se encuentra éste.
Seguimos navegando a toda maquina y en una parte donde se ensancha el río y se consigue una de las pocas partes rectas, vimos una churuata y a su lado izquierda la desembocadura de una especie de caño de aguas terrosas, que es llamado río Tigre, de no mas de tres metros de ancho pero con un buen caudal de agua. Después de saludar al indio, su señora y brindarle unos refrescos a sus hijos, remontamos el río por aquel canal angostico pero rodeado de una matas llamadas rábano que forman una especie de cortinas sumergidas en el agua y entre las cuales se despliegan las aguas del río formando un delta muy ancho que se desparrama en la ribera izquierda del Morichal Largo, en una de las curvas encontramos varios indios y un señor que se identificó como el dueño del Hato donde está la casa en la desembocadura del río Tigre. Nos contó que estaban cosechando la palmera llamada Moriche, que además de dar sus frutos, una especie de coquito blanco muy sabroso, también brinda la fibra. para fabricar los famosos chinchorros de moriche que tejen los aborígenes de Venezuela. Remontamos un poco mas río arriba y nos amarramos a un rabanal en la orilla para comenzar la pesca de fondo de los bagres llamados doncellas, que en este caso eran muy pequeños, como de unos veinte centímetros, luego de movernos varias veces y viendo que no sacamos nada grande decidimos regresar de nuevo a la desembocadura para intentar suerte allí, no sin antes ver una culebra como de metro y medio de largo cruzar la corriente nadando con una velocidad increíble de una ribera a la otra.
Nos amarramos a las matas de la orilla frente a la casa del indio cerca a la desembocadura del río Tigre y allí si tuvimos un poco mas de suerte ya que pescamos varios bagres un poco mayores que los anteriores, pero nada especialmente grande.
A todas éstas no se nos había ocurrido comer nada, y como ya eran las cuatro de la tarde y todavía nos faltaba el largo regreso río arriba y pensando que los carros se iban a quedar solos en la orilla del río, decidimos comer algunas cachapas de hoja con queso que llevó Vinicio y emprendimos el regreso. Como el atardecer estaba cercano a medida que navegabamos río arriba, se iban levantando bandadas de loros, cotorras, maracanas y guacamayas, que iban soltando los frutos del moriche con que se alimentaban y nos caían en el río como si estuvieran bombardeándonos con ellas. El espectáculo es indescifrable por la belleza, colorido y abundancia de aves que levantan el vuelo al atardecer, nos acompañaron mas de una hora y casi oscureciendo llegamos al puente donde nos esperaban los carros para regresar de nuevo a R.M. Al llegar a la casa nos esperaban con sendos platos de comida y después de reponernos del viaje nos reunimos a echar los cuentos del día de pesca, con
sendos vasos de Whisky y allí es donde Cabuya es un varón echando chistes y cuentos que nos hicieron pasar la noche mas agradable que recuerdo en muchos años.
Vinicio es un virtuoso del cuatro y como ya el año pasado nos lo había demostrado, los invitamos para que vinieran el sábado, en la tarde para preparar una parrilla y jugar un dominó y tocar cuatro junto con Eddy, quien también toca y canta que da gusto, lo que aceptaron sin que tuviéramos que insistir mucho. A eso de las once de la noche el ánimo fue decayendo por el cansancio de la jornada y despedimos a nuestros amigos a los cuales todavía les queda el camino de regreso a Maturin de aproximadamente cuarenta minutos.
A la mañana siguiente me puse el mono y los zapatos de goma y me fui por el sur de la Hacienda, a caminar por la sabana, ésta zona me recordó mucho la zona de las minas de Guaniamo ya que hay varios bajaderos de agua que socavan el terreno y forman especies de pequeños cañones que desaguan en el morichal que pasa mas abajo por el lindero de la finca. El agua va arrastrando los detritus y pequeñas plantas dejando un paisaje de piedras y arena con huecos que sobrepasan los tres metros, pero a Dios gracias no es una zona muy grande ya que siguiendo el camino de los caballos se llega al caño que en ésta época del año tiene poca agua, pero que forma una pequeña piscina natural como de medio metro de profundidad y unos cinco de diámetro rodeado de palmas de moriche y pequeños arbustos que invitan a bañarse por lo limpio y la frescura de sus aguas. Sin pensarlo dos veces acepté la invitación de la sabana y como venía sudando me quité el mono y me metí al agua, pasó no se cuanto tiempo, mas al rato salió de entre el monte de la orilla un tipo de piel oscura con un saco a la espalda y una lanza y se me acercó a conversar un poco, el tipo no es otro que “negro fino”, un peón que se encarga de arreglar las cercas de alambre de púas y me contó que estaba pescando en el morichal, como no le creí, tuve que ir a ver el saco que tenía una cuarta parte con unos pescaditos negros de unos cuatro o cinco centímetros y sardinas también pequeñas que según me contó son muy sabrosas fritas. Estando en eso sentí que se acercaban varias personas a caballo y salí corriendo a ponerme el mono que había dejado en la orilla ya que estaba en ropa interior. Llegaron Eddy, Patricia y Vanessa que estaban paseando junto con Antonio por la sabana y no se porque me pareció raro que el peón se metiera en el monte y desapareciera silenciosamente tal como había llegado.
Bebí unos tragos de agua del morichal y después de despedirnos seguí caminando por el potrero para regresar a la casa, los potreros de R.M .están muy bien cuidados y sembrados con pastos importados lo que obliga a pasarles rastras y cortarlos a menudo para que no se llenen de monte y el ganado pueda aprovecharlos, alimentándolos en una forma racional, además de complementarlo con raciones de sal y melaza y por supuesto con el cuidado de vacunarlos en forma preventiva contra todas las enfermedades .
Al llegar a la casa ya estaban allí los jinetes metidos de pié y cabeza junto con los demás del grupo en la piscina. Nos bañamos un rato y después el desayuno no se hizo esperar. Judith, nos avisó que ya las arepas estaban listas, junto con los plátanos fritos, el queso de cincho hecho en casa, los huevos fritos, el jugo de naranjas , parchitas o melón al que ya nos tienen acostumbrados son una delicia después del baño mañanero. Inmediatamente me fui a acostar un rato para descansar el ejercicio realizado y seguí corrido hasta la noche en la que me desperté por las ganas de ir al baño e inmediatamente me volví a acostar sin ganas de acercarme a los que estaban cantando y reunidos como todas las noches jugando Bingo ó cartas. Pasadas las diez de la mañana del día siguiente
Martha, mi señora, me fue a despertar extrañada de que aún no estuviera despierto, mas le dije que me dejara dormir, ya que seguía con mucho sueño. Pasó casi todo el día y yo en la cama, fue a las cinco de la tarde que me metí un rato a la piscina y después me senté a la mesa a comer algo. Luego junto con Lorenzo el hermano de Mariela, fuimos a instancias mías a pescar algunas sardinitas para usarlas de carnada en el pozo del morichal, siendo grande la sorpresa al encontrar que habían muchas de ellas flotando en el agua del pozo y en ese mismo momento supimos el porqué de tanto sueño, es que, el condenado de “Negro Fino”, para poder sacar esa cantidad de pescados pequeños tuvo que embarbascar el caño con las semillas de parapara y por
supuesto a mí también, al beber el agua del caño.
De regreso a la casa le hicimos el comentario a Francisco y la observación que ésta forma de pescar, puede afectar al ganado, pues según nos comentaron el veneno de las paraparas, hace que las vacas aborten o pierdan sus crías, con la consecuente pérdida económica que ello conlleva.
Llegada la noche nos dedicamos a jugar dominó, mas al rato me volvió a dar sueño y me tuve que ir a la cama. A la mañana siguiente me puse el mono y salí a caminar por la sabana, encontrándome con Negro Fino quien estaba al lado del galpón que sirve de taller para la maquinaria del Hato, cosechando ají picante y tenía una bolsa de plástico negra por la mitad con las semillas de varias matas que están por los alrededores encargándole que me guardara un poco para preparar varios ajiceros para todos los que estabamos allí.
Al regreso de la caminata de poco mas de una hora, me di el acostumbrado baño en la piscina y después de desayunar me metí en la cocina a licuar parte del ají chirel y los otros los dejé completos para mezclarlos con aceite y meterlos en frascos de vidrio dejando listos cinco ajíceros de picante fortísimo, pues el fruto de estas matas es de muy buena calidad y pica como el demonio.
El sábado por la mañana comenzaron los preparativos para la parrilla, Antonio quien no había descansado preparando la carne y los carbones, nos invitó a jugar una partida de bolas criollas lo que aceptamos de inmediato, y ahí fue cuando Cristo empezó a padecer, ése hombre si que juega bien, arrima y bocha como un campeón y se conoce la cancha centímetro a centímetro, es un placer verlo jugar y yo creo que de allí es de donde salió aquel refrán criollo que dice “jugador que arrima y bocha es difícil pá jodelo”, nuestro pasatiempo nacional parece ser un juego sencillo ó muy fácil y a mi me da la impresión que es como el dominó, que todos dicen que es un juego sencillo, pero siéntese a ver una partida de jugadores buenos y yo le garantizo que no entiende ni la mitad de los que está pasando en la mesa .
todo el mundo se fue arrimando, ya que la cancha de bolas criollas queda al lado de la parrillera, en una sombra increíble que dan los merecures frondozos que bordean las casas, llegó un momento en que parecía que la carne no podía alcanzar debido al gran numero de muchachos que por su juventud, “comen mas que lima nueva”, pero que va, la previsión y experiencia de Francisco y Mariela se dejaron sentir, pues mandaron a matar a un becerro y por supuesto sobró de todo, carne, yuca, ensaladas y bebidas ya que Judith, su hermana y Antonio se multiplicaron para hacernos pasar un día verdaderamente increíble, pleno de atenciones y entretenimientos que finalizó con un juego de bingo en la noche donde la integración de jóvenes y adultos es notable , pues como en todo juego cada quién desea ganar, y solo uno es el elegido de la diosa fortuna , pasó lo increíble, yo que en todo juego pierdo, gané el bingo acumulado, o sea el del cartón lleno, por primera vez en mi vida
y que sirvió para pagar las empanadas al día siguiente de regreso en el kilometro 52, al sur de Barcelona, de regreso a Caracas, cuando en caravana y protegiéndonos unos a los otros emprendimos el largo regreso de ocho horas por carretera hacia Caracas a nuestras habituales ocupaciones.

Caracas, 29 de Marzo de 1.999.

Por: Manuel A. Urbina P.

SANTA BARBARA DONDE EL VENTUARI SE HACE ORINOCO

Todo comienza en una reunión realizada en el Restaurante Las Castañuelas en Las Mercedes, En Caracas, allí nos encontrábamos todos los miércoles en la noche, los miembros del Club de caza, Tiro y pesca “LosTigres”, uno de mis más viejos amigos, Uta Zamora Rodriguez, había contactado a un conocido , quien también era piloto
privado y tenia su avioneta en el Aeropuerto de San Juan de los Morros, en un Aeroclub recién fundado y como todo aficionado a la pesca deportiva, deseaba ir con nosotros a un viaje hacia el extremo sur de Venezuela mas específicamente al río Ventuari , sitio al cual ya habíamos ido en varias oportunidades.
La fecha fijada para partir era el 3 de Enero de 1.992, fecha en que nos reunimos en el Aeropuerto Metropolitano en Ocumare del Tuy, casa de habitación del “YV 487 P”, avioneta Cesna 182 Propiedad de los hermanos Zamora y quien sería el encargado de llevarnos a nuestro destino Inicial el cual era el Aeropuerto de Puerto Ayacucho en el Territorio Federal Amazonas, punto De encuentro con el otro avión que simultáneamente partiría desde San Juan de Los Morros a Bordo del que vendrían Jorge Campielo y Pedro su compañero de pesca. En el 487-P , acordamos ir Uta Zamora, Efrain Godoy y yo Manuel Urbina, ya que nuestra avioneta es solo de 4 puestos
Y además tendríamos que llevar nuestros equipajes comida y hielo suficiente para cuatro días. Partimos luego de hacer la Lista de chequeo de nuestra aeronave, con relativo buen tiempo desde Los Valles del Tuy y luego de ascender por el callejón de San Casimiro , sobrevolamos la Bella represa de Camatagua en la que también se pescan los bellos pavones motivos de éste viaje. Desde los seis mil piés de altura a que habíamos llegado para poder sobrevolar la cordillera sur Teníamos a la vista por el oeste la laguna de Valencia, Los Morros de San Juan, la represa de El Pao y el Platillón que es el pico de mas altura en esa cordillera al su r de los valles de Aragua.
Por el Este la imponente cordillera donde se encuentra el Parque nacional Guatopo y que continúa hacia el Este hacia Altagracia de Orituco y Guanape y hacia el inmenso sur ante nuestros ojos se despliega con toda su inmensidad los Llanos venezolanos , que comenzando en las laderas sur de ésta cordillera Central, bajan con muy poca pendiente a rendirle tributo al Río Orinoco y al sur de éste el Macizo Guayanés , el cual íbamos a bordear por su lado occidental.
A muchos compañeros el volar sobre los llanos les parece un poco tedioso , ya que desde esos dos kilómetros de altura es poco lo que se puede detallar, salvo la carretera que va de norte a sur, pasando por Camatagua, El Sombrero, Calabozo y mas al Sur, San Fernando de Apure., Sin embargo para nuestro nuevo compañero, el gordo Godoy, ésto no fue así, ya que desde que se montó en el avión
comenzó a filmar en una cámara de video recién comprada, todo los detalles del paisaje , que con un tiempo tan bueno como el que estabamos disfrutando , podía dominar unas setenta millas a nuestro alrededor, al pasar sobre el pueblo de El Sombrero captó la pista y las instalaciones de Bamari , que es la base aérea más céntrica del país (Base aérea Manuel Ríos) ,también llamada Carrizales en la cual estuvimos haciendo entrenamiento de búsqueda y rescate el año anterior , después filmó la enorme represa del Guárico la que dejamos a nuestra derecha camino a San Fernando de Apure y a la que llegaríamos en aproximadamente cuarenticinco minutos después cruzando sobre el río Apure que viene bajando desde sus cabeceras en Colombia por el Oeste hacia el Este , para ir después a verter sus aguas al majestuoso Orinoco mas abajo de el Pueblo de La Urbana , en el sitio denominado Boca de Apure.
Proseguimos nuestro vuelo al sur y después de cruzar los ríos; Apurito viejo, río Arauca, que en invierno inunda toda ésa zona llamada el cajón del Arauca , río Cunavichito, río Cunaviche, río Capanaparo, caño La Pica ; llegámos al río Cinaruco, en el cual tenemos un campamento con todos sus equipos para ir a pescar a plenitud.
De seguidas nos encontramos al río Meta el cual es frontera con Colombia llegando en unos quince minutos al río Orinoco que también es frontera con el vecino país, desde Puerto Paéz , remontándolo hasta la capital de el Territorio Federal Amazonas, cual es Puerto Ayacucho, nuestro primer toque técnico y punto de encuentro con el otro avión el cual ya había aterrizado una hora antes, a solicitud de el gordo Godoy sobrevolamos los raudales de Atures y Maipures que se encuentran al norte de la ciudad y que presentan una vista aérea espectacular desde la altura en que nos encontrábamos , después de un brinco espectacular (quise decir aterrizaje) , que nos brindó nuestro capitán , arribamos a la bomba de gasolina en la que nos reabastecimos para seguir vuelo al sur , hacia Santa Bárbara del Orinoco.
Por intermedio de Jorge y Pedro , nos enteramos que el tiempo hacia el sur se veía malo , pues la nubosidad había aumentado y en esa zona la lluvia es muy intensa y hace peligroso el volar por lo desconocido de la zona y los pocos recursos de radioayudas con que se dispone.
Es de hacer notar que nuestro capitán desde que salimos de los valles del tuy , se venía comportando como muchacho con juguete nuevo, pues le habían instalado un equipo de navegación al avión llamado G.P.S. por sus siglas en inglés (Global Position Sistem) que es como un pequeño radio reproductor de carros, pero que le indica al piloto , su posición , velocidad, altura de vuelo sobre el nivel del mar y por si fuese poco el tiempo que le falta para llegar al destino y a una milla de distancia le avisa con una alarma la proximidad de éste. Solo que en nuestro caso, todo funcionó bien hasta el Cinaruco, terrenos conocidos por la cantidad de vuelos que hemos realizado, pero de allí en adelante, no dio mas referencia hasta que llegamos a Puerto Ayacucho cuando sonó la alarma.
Bueno la decepción es grande cuando uno tiene que cambiar los planes pero el mal tiempo arreció y tuvimos que ir a buscar un taxi para que nos llevara a la ciudad, para pasar la noche en un hotel y
continuar el viaje al día siguiente.
Puerto Ayacucho es todavía un pueblo, grande si, pero la ausencia de edificios y grandes construcciones, nos da una imagen imborrable por su verdor y rocas redondas inmensas de color oscuro que denotan su antigüedad allí pudimos ver una prueba notable de la ´ curiosidad humana y la parte artistica al construir su hogar sobre una roca gigantesca que se encuentra camino a Samariapo , aquello es espectacular ya que parece un nido y por supuesto es motivo de orgullo para todos los habitantes de la zona , así como también lo es el famoso Tobogán de la selva , que es un parque en medio de una montaña impresionante por su verdor y por las enormes lajas de piedra entre las que se desliza una quebrada con sus aguas frías y cristalinas formando una especie de tobogán por el que uno se va resbalando con el empuje del agua y cae en un pozo que se forma abajo, es un recorrido de unos ochenta metros y por supuesto la velocidad que se desarrolla en la caída es muy grande por lo que hay que hacerlo con los pantalones puestos , ya que de no hacerlo el chance de llegar con las nalgas cortadas es muy grande , pero con todo la diversión es mucha y el riesgo de las escoriaciones la hace todavía mejor , en los alrededores hay muchas churuatas con techos de la palma moriche y parrilleras para preparar la carne a la brasa que tanto gusta a los venezolanos.

Y Ya de mañana muy temprano nos despertamos para continuar el viaje y el taxista que nos trajo al Hotel ya estaba esperándonos para llevarnos al aeropuerto, en el que aprovechamos para comprar el aceite de Seje , que es un estracto de los frutos de una palmera , de la zona y se ha hecho famoso como medicina efectiva en el tratamiento de las enfermedades pulmonares , tales como el asma y la bronquitis.
Después de reabastecernos con el combustible despegamos rumbo al sur , sobre un colchón de enormes arboles en una zona que es virgen y que aún siendo piloto da miedo sobrevolarla pues uno no deja de pensar en lo difícil que sería un rescate allí. A nuestra derecha y paralelo a él divisamos a lo lejos el río Orinoco y la desembocadura de el Guaviare que viene de Colombia y descarga su caudal frente a la población de San Fernando de Atabapo, que se encuentra en la margen derecha del río Atabapo , el cual hace frontera con Colombia.
Hoy el día amaneció con menos nubes que ayer sin embargo la visibilidad nos hizo temer el no ver lo mas espectacular de nuestro viaje y para lo cual Efrain tenía la cámara de video lista desde que se montó a bordo , pero Dios es grande y al llegar a la parte occidental del macizo guayanés pudimos observar a lo lejos el cerro Autana , el cual se levanta cual tepuy en medio de una inmensa sabana llena de ríos y árboles que se extiende desde la pared occidental del macizo hasta la ribera derecha del Orinoco, el paisaje ya se ha hecho famoso a nivel mundial por la cantidad de fotos que le han tomado las compañías turísticas , sin embargo nuestro camarógrafo no desperdició la oportunidad y se dio banquete cuando pasámos cerquita del túnel que se ha formado en medio de la montaña y que la atraviesa de un lado a otro , allí recordamos la película que nuestro famoso amigo Jimmy Marul nos proyectó en el Aeroclub Caracas ,en la que se le ve en su ultralijero atravesando ése túnel en el Autana y por lo que fue nominado al libro de Guinnes , es algo digno de ver y por supuesto el privilegio de hacerlo en un avión privado , desde el cual se disfruta a plenitud ésta maravilla de la naturaleza.
Proseguimos nuestro vuelo al sur , hacia Santa Bárbara del Orinoco que es nuestro próximo destino y a donde arribamos no sin antes sobrevolar el Orinoco, en la desembocadura del río Ventuari, donde su caudal es inmenso y se pueden observar las dos desembocaduras ya que el río se divide y cae al Orinoco frente a Santa Bárbara y mas arriba frente a un caserío de los indios Pemones , al que sobrevolamos para indicarle a nuestros guías que previamente habíamos contactado por intermedio de una hermana de éllos, que vive en Puerto Ayacucho. Después de hecho esto nos dirijimos río abajo y aterrizamos en la pista de arena de Santa Bárbara del Orinoco , que no es otra cosa que un caserío en el cual se encuentra un dispensario médico y una escuela para los niños indígenas de la zona , allí también funciona una estación de el Ministerio del Ambiente y las Fuerzas Armadas han establecido un contingente de soldados para proteger la zona de los mineros que ilegalmente entran desde Colombia y Brasil, navegando de noche por los ríos y estableciendo sus campamentos de minería por toda esa región que se encuentra despoblada casi en su totalidad . Después de descargar los dos aviones y llevar todo hasta la orilla del río nos pusimos a esperar las dos canoas en las realizaríamos la segunda etapa de nuestro viaje una de ellas grande que se encargaría de llevar la carga y la otra mas pequeña que es donde nos movilizaríamos mas rápido para llegar a los puntos de pesca.
Después de larga espera, decidimos mandar un mensaje con una canoa que pasaba río arriba a nuestros guías, para que nos pasaran buscando, pero al rato llegó Pedro, uno de los dos hermanos Pemones con la canoa grande y después de cargarla remontamos el Orinoco hacia el caserío en el cual estaba José con el motor accidentado, motivo de la tardanza en llegar.Por último decidimos dejar la canoa pequeña y hacer el viaje en la canoa grande solamente.
Ya a bordo navegamos Orinoco abajo hasta la desembocadura del Ventuari y allí enfilamos hacia nuestro destino final por ése día, el navegar por el Río Ventuari es una aventura muy difícil de olvidar, es un caudal de agua que a veces llega atener unos doscientos metros de ancho pero en su mayoría la profundidad es mínima, ya que hay que recordar que estamos en los últimos meses de verano y por ello hay una cantidad de piedras que salen como monolitos y semejan esculturas sobre la superficie del agua, el paisaje es de una hermosura impresionante, todo es virgen, las riberas del río tienen una cantidad de playas de arena blanquísima que invitan al baño y al descanso .
Remontando el Ventuari nos cruzamos con una falca (canoa muy grande y plana) que iba cargada de plátanos y yuca comprada a los indios en las zonas ribereñas, su destino río abajo probablemente era San Fernando de Atabapo, y casi sin darnos cuenta de repente llegó la noche, las luces del atardecer se tornaron de un rojo violaceo que son de una indescriptible belleza y nuestro guía nos indicó que tendríamos que hacer nuestro primer campamento en la ribera derecha arribando a una playa que el conocía. Así lo hicimos y después de montar las tiendas de campaña, aprovechamos de “matar la fiebre”, echando unos anzuelazos frente al campamento. No pescamos nada ya que era casi de noche y hay que recordar que los pavones duermen en las orillas de noche y solo comen de día, por lo que decidimos cenar nosotros, calentando unas caraotas que me preparó mi esposa Martha y que se han hecho famosas por su buen sabor , al igual que el chicharrón de pollo .
Después de cenar a la luz de una lampara nos reunimos a hablar un rato y estando en eso sentimos el ruido de un motor do bote que venía poco a poco remontando el río por la otra costa frente a nuestro improvisado campamento, el rato fue de cierta tensión pero inmediatamente salieron a relucir las armas que llevábamos, ya que Pedro nuestro guía nos informó que eran los mineros colombianos que viajan de noche remontado los ríos para no tener que enfrentar a las Fuerzas Armadas que los tienen “a monte”, decomisándoles las herramientas de minería y lo que hallan podido sacar en diamantes y oro. Después de pasado el susto la conversación se hizo mas pausada y decidimos echarnos a dormir en nuestras tiendas de campaña.
Todavía no había salido el sol cuando ya comenzó la actividad en el campamento, desmontamos las tiendas y después de desayunarnos con un café calientico, emprendimos de nuevo la navegación río arriba no viendo la hora de comenzar a pescar. Pasada una media hora entramos a la ”madrevieja” en la que pescamos el año pasado y que ahora estaba mas llena de agua y en mejores condiciones para la pesca. Arrimamos la canoa a una piedra y comenzamos la contienda. A mi como todo pescador viejo, me gusta hacerlo solo ya que por experiencia sé que los pavones se auyentan cuando hay mucho ruido. Me separé del grupo unos cincuenta metros y primero lancé el carrete de mano con el que pesco a fondo, con un filete de pavón pequeño sacado previamente, y después desde la misma piedra grandísima sobre la que estaba, comencé a hacer el casting , que es el sistema de pesca que consiste en lanzar la carnada artificial o señuelo con una caña pequeña y con nylon de no mas de veinte libras que es el límite que permite nuestro concurso en el Club Los Tigres . A la tercera lanzada ¡ALELUYA¡, se guindó el primer pavón y por el templón que me dio presumí que el bicho era grande, comencé a pelearlo y como el pavón seguía sacándome nylon le di mas freno al carrete y me fui caminando detrás de él hasta el recodo que forma la piedra en la entrada de la madrevieja , de repente dejó de halar y por supuesto que la mentada de progenitora no se hizo esperar , creí que se me había escapado , pero eso pasa con los pavones viejos que según dicen los llaneros se ponen “bellacos”, el muy condenado se me vino hacia mí, y cuando comencé a recoger el nylon , arrancó hacia arriba donde estaba la canoa y los compañeros de pesca, gritando le dije al indio que me trajera el bichero , pero como no sabía de que se trataba, salió Uta Zamora corriendo y se lo dio, a todas éstas el pavón se acercó a un pequeño recodo que forma la piedra y donde la profundidad se hacia menor , aproveché de seguirlo templando hacia lo seco y cuando llegó Pedro , ya el mandado estaba hecho , lo ensarté por las agallas y la satisfacción que sentí en ese momento al tomarlo en peso y ver el tamaño de mas de cinco kilos , me hizo olvidar la carrera que había pegado detrás de él.
Ya en ese momento Efrain tenía la filmadora en la mano y no perdía detalle de lo emocionante del momento, corría de un lado a otro gritándole a Uta que ya él no era su héroe juvenil , que yo era su nuevo héroe juvenil. Estas ocurrencias y las mamaderas de gallo que tuvo durante todo el viaje nos hizo reir a plenitud a todo el grupo. En ése mismo momento el viaje tan largo tuvo su justificación plena, ya que la idea era ganarle el concurso a Carlos Alvarez quién hasta ese momento había a sacado el pavón más grande en el trancurso de éste año. Después de la emoción del primer momento, Pedro salió corriendo hacia el sitio inicial donde yo estaba pescando y es que se había dado cuenta que el carrete de mano que había dejado en la piedra tenía pegado otro pez y lo sacó de inmediato, tratándose ésta vez de un bagre rayado, de unos tres kilos, animales que a ellos les gusta más que los pavones, pues éstos se enquistan con nemátodos, lo que no les sucede a los bagres.
Jorge también comenzó a sacar pavones y desde ése momento todo fue algarabía y diversión ya que cada uno trataba de que su pescado fuese el mas grande , tornándose la competencia mas interesante , después de casi una hora decidimos remontar la madrevieja y llegamos al punto en el que cerraba el paso de agua y allí estaba mejor la pesca, ya que se veía aguajes de varios peces, de inmediato comenzamos a lanzar nuestros señuelos y sacamos varios de ellos . Al rato me di cuenta, que los pavones estaban allí porque tenían reunidas una gran cantidad de sardinitas y con un anzuelo minimosca (llamado así por su pequeño tamaño) , me dediqué a sacar las preciadas pechitas que me servirían de carnada viva y que son la comida preferida de los pavones. En realidad es una gran ventaja pescar con ése tipo de carnada ya que se multiplican los stríkes y el que lo hace siempre tiene mas probabilidades de pescar que los demás. Ya cayendo la tarde decidimos ir a levantar el campamento antes de que nos cayera la noche y lo hicimos en la orilla que estaba mas abajo y que tenía unos claros en la playa especiales para acampar. Como era cerca de donde estabamos llegamos rápido y de inmediato levantamos las tiendas Igloo , para después irnos a la orilla a bañar y mientras tanto Pedro nuestro compañero Pemón , se dedicó a limpiar los pescados para después meterlos a las cavas. Es notable el servicio tan especial que prestan nuestros guías en éstos viajes, ya que todo el trabajo pesado, como es el manejar las canoas , preparar las fogatas para cocinar , limpiar los pescados , cargar los equipos y cavas en las canoas , etc. Todo lo hacen con la mejor disposición y buen ánimo .
Después del baño, preparamos la comida y de nuevo nos reunimos alrededor de la fogata para hablar sobre las experiencias del día. El sitio que escogimos ésta vez para el campamento en realidad no fue el mejor pues como estabamos dentro de la madrevieja, hacía mucho calor ya que sus riberas tienen arboles muy frondosos y altos con lo cual no circula la brisa . Entrada la madrugada fue que comenzó a refrescar la temperatura y comenzaron los ronquidos de rigor.
Amaneciendo tanto Uta como yo, nos dedicamos a pescar, pues como todo pescador sabe, las mejores horas para sacar pavones es amaneciendo y atardeciendo, que es cuando ellos se dedican a cazar (Así dicen los llaneros cuando el pavon da sus coletazos en el agua para marear a las sardinas y lo hacen con un sonido característico , que también es indicador de su presencia en el sitio). No tuvimos mucha suerte y al rato regresamos al campamento en el que ya nos esperaba un buen desayuno preparado por nuestros compañeros. Nos dispusimos a remontar el Ventuari, para llegar al caño Chiguire , que desemboca a una hora mas ó menos del sitio en que estabamos y después de cargar la canoa con todo el perolero , emprendimos la navegación nuevamente .y en menos de diez minutos pasamos frente a la playa en que supuestamente debimos hacer el campamento la noche anterior y en el cual , el año pasado nos fue tan bien, ya que se trata de una playa de arena muy blanca y limpia de mas de cien metros de largo, con una parte elevada con matas arriba donde se pueden guindar chinchorros y poner las carpas con mas seguridad , protegidas de los caimanes, culebras de agua (Anacondas) , tigres o cualquier otro animal de los que abundan en esos parajes de montañas vírgenes y vegetación cerrada.
Disfrutando de ese paisaje tan exuberante, casi no nos dimos cuenta del tiempo empleado para llegar a la boca del caño que se encuentra en la margen derecha del río y en el cual el año anterior, estuvimos pescando y vimos un avance tan grande de pavones que nos quedamos asombrados por el tamaño de los mismos, ellos atacan a los cardúmenes de sardinas y es tan agresivo el momento que saltan fuera del agua y muchas quedan varadas saltando sobre la tierra .Eso no es fácil de ver, pues aún en éstos parajes tan solitarios los indios pescan y muchas de las veces utilizan una raíz que se llama barbasco y que sirve para adormecer a todo tipo de peces que se encuentran en la zona, muriendo los más pequeños por efecto del veneno y los grandes salen a flote adormecidos lo que aprovechan los pescadores para sacarlos. Lo malo de éste sistema de pesca es que al morir las sardinas y todos los animales pequeños que son la alimentación de los pavones, y los demás peces grandes, quedan las aguas desiertas y el lapso de recuperación es tan largo que prácticamente es un daño irreparable. En la zona del Oriente de Venezuela, pudimos ver que usan el mismo sistema de pescar en los caños y morichales los indígenas que pueblan la zona, usando en éste caso la fruta del árbol llamado Parapara que hace el mismo efecto de adormecer los peces, con el agravante que nos cuentan que el ganado que bebe ésa agua embarbascada, tienen la tendencia de abortar sus crías por el efecto del veneno, es una práctica ancestral y tan nociva para los ríos que ya es costumbre oír a los llaneros, decir que donde hay indios no hay pesca.
Yo pienso que lo nómada de nuestros aborígenes tiene que ver algo con éstas formas de actuar, ya que en uno o dos años acaban con todos los recursos alimentarios de la zona, ya se trate de la cacería o la pesca, así también con el empobrecimiento de las tierras por la falta de abono y las practicas frecuentes de quemar los terrenos al comenzar el invierno dicen que para “conservar la sabana”, sembrar mas fácilmente sus conucos de yuca y plátano que son las bases de su alimentación y tener que abandonar el sitio en períodos de tiempo muy cortos, por que acaban con todo bicho de uña y pluma que se acerque por allí.
Esto es como parte de nuestra “indiosingracia”, palabra nueva que voy a proponer a la Academia, tal como lo hizo hace poco alguien a quien no quiero recordar con la palabra “millardo” y que se ha adaptado tan bien a la devaluación que ha sufrido nuestra moneda. Dicha palabra tendrá el significado siguiente: Quema tus recursos hoy y cómete lo que puedas sin guardar nada, no importa que el año que viene para no morir de hambre tengas que emigrar para otro lado.
El hecho es que para entrar por la boca del caño Chiguire, tuvimos que bajarnos de la canoa y empujarla sobre varios palos que estaban atravesados allí, lo que formó una pequeña playa y dejó la salida con muy poco caudal lo que nos hizo recordar la canoa pequeña que ésta vez no vino con nosotros y que es por su poco peso la ideal para estos casos. Ya de nuevo navegando con menor velocidad remon tamos el caño, unos troleando, que es el sistema de pesca que se realiza con señuelos artificiales con la canoa en marcha lenta y otros, los que van cerca de la proa, haciendo casting que es el sistma de lanzar los señuelos y recogerlos con el carrete rápidamente .Sacamos varios pavones pero como todos eran de tamaño mediano , decidí pedir que me dejaran en la orilla derecha en el sitio en que hay unas piedras y me quedé solo con mis equipos , lancé dos carnadas de filetes del mismo pavon , con los carretes de mano y comencé a hacer casting con la cañita que me había puesto arriba en el concurso, sacando el pavon inicial de cinco kilos y medio, y al rato comenzó la diversión. Arrancaron los carretes que estaban en el piso con dos pavones de mas de tres kilos los cuales fueron ensartados en la guaya forrada en plástico que se usa para mantenerlos en el agua vivos por un rato largo, repuse las carnadas y las volví a lanzar, cuando lancé de nuevo la caña con el señuelo, lo hice tan fuerte que lo monté arriba en la copa de un árbol en la ribera opuesta y allí quedó. Debió haber sido que la emoción de los pavones sacados me hizo perder la noción de distancia. Puse otro señuelo en forma de sardina , llamado Rapala
de unos trece centímetros , que posee una lengüeta plástica que lo hace navegar a media agua y que ya ha probado que es muy bueno para la pesca de pavones, sacando dos nuevos pavones similares a los anteriores, con un colorido muy fuerte en los contrastes de amarillo y verdes. Estos son pavones de la especie llamada Cicla Ocelaris , pues posee unas manchas en los costados redondas que semejan ojos y un fuerte contraste en sus colores azul, verde, amarillo y rojos , lo que indica que están muy bien alimentados por la abundancia de peces mas pequeños que quedan atrapados en esos caños de poca profundidad que en verano forman unas especies de lagunas largas sin corriente pero con agua generalmente limpias .
También mis compañeros corrieron con muy buena suerte y desde la canoa lograron pescar unos siete pavones cuando me pasaron recogiendo todos estaban super contentos del resultado obtenido. Entre los pavones venían dos de la especie Cicla Temensis, que los llaneros llaman “Morichaleros” y son los que mas crecen, teniendo los machos un pequeño lomo en la frente, por lo que son conocidos también con el remoquete de “Cebu” y otros unas rayas verticales, generalmente tres por lo que algunos les dicen pavones cinchados y como cosa curiosa siempre tienen el círculo negro (ocelo) en la aleta posterior.
Esta pesquería fue tan buena como la del día anterior, pero nos dimos cuenta que en el mismo caño el año pasado la abundancia de peces era muy superior a la actual y por supuesto el tamaño de los mismos va disminuyendo, con lo que es mas difícil llegar a los de ocho, diez y hasta catorce kilos, que nos cuentan se pescaban allí.
De cualquiera de las formas nos fuimos mas que satisfechos a descansar el calor del mediodía y a degustar de esas ruedas de pavon empanisadas con harina y un poco de limón, que saben a gloria a orillas de un río.
Después de la obligada siesta, nos pusimos a pescar ya al atardecer en las playas que nos rodeaban del Ventuari, solo que tuvimos que establecer las restricciones de tamaño en los peces que se sacaran, ya que el espacio en las cavas era muy poco, y se corría el riesgo de quedarnos sin hielo para conservar lo pescado.
De nuevo el atardecer nos deleitó con sus colores intensos y la profusión de aves de diversos tipos tal el caso de las guacamayas, loros reales, y cotorras que en bullicioso vuelo van a sus nidos a ésta hora. Levantamos de nuevo nuestras carpas y alrededor de la fogata brindamos de nuevo aunque con menos ánimo que las noches anteriores, ya que ésta iba a ser nuestra última noche de campamento pues el regreso estaba programado para la mañana siguiente.
Al despuntar el alba, después de limpiar todo el terreno y desayunar emprendimos la navegación río abajo en una sola etapa, cosa que no acostumbramos a hacer en los viajes anteriores, ya que siempre hacíamos campamento en un caño que forma el mismo río y que es el que va a desembocar al Orinoco frente al caserío de los Pemones. Esto para hacer más llevadero las seis horas que implica navegar como lo estamos haciendo hoy. El largo recorrido río abajo, se hizo mas corto debido a las bromas de Efrain y Uta, quienes no dejan ocasión para echar chistes y sacarle punta a las situaciones de emoción que se presentan al sentir el “Templón” del nylon, cuando el pez pica la carnada.
Luego de una curva hacia la izquierda, el Ventuari se ensancha y es por la proximidad del encuentro con el caudal que trae el Orinoco es una unión impresionante de dos colosos con un volumen de agua tal que frente a Santa Bárbara del Orinoco el río llega a mas de doscientos metros de ancho y nos pone a pensar, como será esto en los meses de invierno, pues las grandes rocas tienen marcas de nivel de agua que pareciera imposible se pudieran alcanzar.
Al desembocar al Orinoco, hay unos pequeños rápidos que hay que pasar con mucho cuidado por las piedras, pero esto no le hace mucha mella a José quien es nacido y criado allí, y lo hace con la mayor naturalidad del mundo, llegando cerca del pueblo sentimos un motor de avión roncando en su despegue y lo vimos salir por la copa de los árboles y al llegar a la ribera nos dijo un soldado que era el que cada dos meses se encargaba de transportar al nuevo personal de tropa y los alimentos. Que él era uno de los recién llegados y que todo el pescado que traíamos estaba decomisado. Se imaginarán Uds. El momento tan desagradable que pasamos, pero a Dios gracias uno de nosotros llevaba un carnet militar y no pasó de ahí el problema. Cargamos seguidamente los dos aviones y quedamos en volar directo a San Fernando de Apure para reabastecernos de combustible y después del despegue al comenzar a ascender el tiempo comenzó a echarse a perder y en menos de quince minutos comenzó una llovizna que nos hizo temer que tendríamos que volver a Santa Bárbara, la ventaja de éste vuelo hacia el norte es que siguiendo al río Orinoco en su curso no se consiguen montañas y es sencillo llegar a Puerto Ayacucho nuestro siguiente punto de chequeo, pero nuestro capitán decidió seguir la ruta inicial y pasar cerca del cerro Autana al que llegamos en unos veinte minutos y estaba como casi siempre lleno de nubes y con lluvia a su alrededor. Con ése punto de referencia y ascendiendo a ocho mil quinientos piés, pasamos sobre el colchón de nubes y se siente un fresquito cuando uno ve el horizonte despejado y el cielo sin nubes. Pasamos sobre Puerto Ayacucho y apenas vimos algunas de sus casas, cruzamos el Orinoco y volamos cerca de diez minutos sobre territorio colombiano para al cruzar el río Meta, volver a entrar a territorio venezolano. El vuelo siguió siendo prácticamente instrumental pues fue mas el tiempo que pasamos sobre un colchón espeso de nubes que lo que vimos de terreno, llegamos a San Fernando después de Jorge ya que su avión es mucho mas rápido que el nuestro, echamos combustible y aprovechamos de comprar el sabroso queso de búfala del Hato Terecay que venden en un pequeño negocio dentro del aeropuerto y después de tomarnos el acostumbrado café, llegó el momento de despedirnos de Jorge y Pedro, no sin antes agradecerles su grata compañía y los momentos felices que pasamos durante el viaje. Es de recordar que ellos se dirigen a San Juan de los Morros y al pasar Calabozo su rumbo es mas al Oeste que el nuestro, de todas formas siempre por el radio uno sigue en comunicación casi hasta la cordillera Sur en las cercanías de Camatagua, en los ya se pierde contacto . Al cruzar sobre la represa de Ocumarito de inmediato teníamos a la vista el aeropuerto Metropolitano destino final al cual arribamos cerca de las tres de la tarde y del cual todavía nos faltaba la fastidiosa carretera hasta Caracas.
Desde el aeropuerto Metropolitano, en Ocumare hasta Caracas, hay alrededor de 70 Kms. y el trayecto lleva mas ó menos una hora, pero siempre el recorrido es muy grato ya que recordamos las anécdotas del viaje y los momentos felices que nos deparó junto a nuestros amigos.

Caracas, l5 de Noviembre de 1.998.

Por: Manuel A. Urbina P.

Y ¿DONDE ESTA EFRAIN?

El 5 de Abril de 1.991, despegamos desde el aeropuerto Metropolitano en Ocumare del Tuy, invitado por Uta Zamora, a pescar al río Cinaruco; en su avión Cessna YV-487 P, y me contó que para este viaje estaríamos acompañados por un amigo suyo llamado Efraín Godoy, quien es “Mamador de gallo” de profesión y medico por “Hobby”.
La salida se retrasó un poco ya que tuvimos que entrar al pueblo de Ocumare a comprar el hielo y algo de comida que nos faltaba para los tres días que pensábamos pasar en el campamento del Club Los Tigres, a orillas de la Laguna El Loro, en el Hato Las Delicias del Cinaruco, en el Estado Apure, aprovechando de conocer el sitio donde se comen las mejores empanadas del Ocumare, según Efraín, quien trabajó los primeros años de su profesión aquí.
Estos viajes, los estabamos haciendo desde que nos enteramos de la buena pesca en estos ríos de los llanos de nuestro país, hace ya más ocho años, cuando inauguramos la Churuata del Club el 16 de Octubre de 1.982, en viaje de cinco aviones de nuestros compañeros del Club, llevamos a todo aquel que quiso asistir a un torneo relámpago de pesca que resulto ser algo de muy grato recuerdo por el gran compañerismo y alegría del grupo asistente.
El vuelo comenzó a ser matizado por los chistes y mamaderas de gallo de Efrain , quien no perdía oportunidad, de filmar con su cámara de video, todo lo que sobrevolábamos. Hicimos el crucero de una hora y cincuenta minutos, directo hasta el campamento, para no perder tiempo y después del aterrizaje y carreteo hasta la Churuata, nos vino a recibir Antonio Ruiz, el hijo del dueño del Hato, el viejo Juan Ruiz, que Dios lo tenga en su gloria. Antonio es un llanero, criado en el Hato y buen conocedor de toda la zona, lo que lo hace un compañero de pesca ideal y uno de los mejores baquianos del lugar.
Descargamos el avión y después de colgar los chinchorros, no pudimos resistir la tentación de mojar los nylons, en la laguna, hasta que la oscuridad nos sacó del agua.
La pesca en la Laguna El Loro siempre ha sido muy buena debido a que es una “madre vieja” o cauce viejo de río que se llena en invierno y continúa con agua en el verano pues se alimenta por medio del agua que fluye por las raíces de los mangles que están en su parte alta. Esta vez no pescamos nada debido a que llegamos muy tarde y como es bien sabido los pavones no pican de noche, ya que se alimentan cazando las sardinas o pechitas de día por la vista y rapidez que tienen, detalle éste que demuestra el porqué de encontrárseles solo en ríos de aguas limpias.
Calentamos la cena en la cocina de Kerossene que está en el campamento y después de cenar, sacamos las sillas para el patio que tenemos entre la cocina y la churuata, sitio de esparcimiento que ha sido testigo de miles de cuentos e historias, de todos los tigres avioneteros, que frecuentamos el Cinaruco. Nuestro campamento ha sido equipado, con la colaboración de todos, con una tanque de agua con su ducha y conexión hasta un pozo, instalado a un fregadero al lado de la cocina, que sirve además de lavamanos, también una planta eléctrica que le da luz al sitio y fuerza al freezer que regaló el bien querido y recordado tigre Rafael Julián Odremán, donde mantenemos el hielo y conservamos la pesca congelada, aportó también la puerta de la churuata, el estante metálico para guardar los equipos y otras cosas imprescindibles en un buen campamento de pesca. Tenemos una mesa de madera que llevamos desarmada en el avión y que por cierto la armó el mismo tigre Odreman, sillas y todo lo que uno puede desear para pasarla bien.
Nos servimos unos whisquicitos y entre cuentos y chistes, surgió la idea de ir mañana en excursión con el bote a pescar al caño Juriepe, que queda a una hora y media de navegación, Cinaruco arriba, sitio en el que hemos estado pocas veces por lo lejano, pero en el que se pesca muy bien, sobre todo los pavones grandes, que solo se consiguen en éstos ríos vírgenes y poco pescados.
La sola idea de despertarnos temprano, hizo que el concierto de ronquidos, se apoderara del campamento y cuando comenzaron a salir las primeras luces del Sol, los preparativos del viaje no se hicieron esperar, tenemos que cargar a bordo, hielo, la comida, los chinchorros y equipos de pesca, además de gasolina suficiente para el viaje ya que pensamos dormir allá.
Una vez cargado el bote, Uta se sentó en la proa, Efrain en la tabla del medio para equilibrar el peso y yo fungía de “motorista”, como llaman en el llano a quien maneja la embarcación. Salimos de la laguna al cauce del río y poco a poco fui aumentando la velocidad hasta llevarla al máximo, nuestro motor de veinticinco caballos iba roncando parejito y a pesar del peso, la velocidad era bastante alta. Estos botes de aluminio modelo Guariquito de doce pies, están diseñados para un motor de quince caballos máximo según el fabricante, mas para poder movilizarse mejor, le compramos uno de mayor caballaje, lo que lo convertía casi en un bote de carreras. La primera parte del viaje es en los sitios mas conocidos, donde están las dos lagunas que más frecuentamos, la “ piscina “ una madrevieja de arenas muy blancas y aguas transparentes de no más de un metro de profundidad, donde siempre vamos a bañarnos. El río es bastante ancho y profundo lo que nos deja desarrollar el máximo de velocidad.
En la entrada de la segunda laguna se forma una playa de aguas transparentes y hay que bajar la velocidad para pasar los bajos fondos, evitando el peligro de pegar con la propela en la arena, cuando de pronto frente al bote y asustados por el ruido del motor, vimos unos diez o quince bagres de mas ó menos un metro, nadando hacia todos lados huyéndole al bote. Efrain sacó la cámara de video y comenzó a filmar todo lo que veía, haciendo los más jocosos comentarios y describiendo lo hermoso del paisaje. El Cinaruco es uno de nuestros ríos más limpios, su curso es sinuoso y da muchas vueltas y forma gran cantidad de lagunas a ambos lados de sus riberas, las cuales se llenan en la época de lluvias con unos dos metros de aumento en su caudal, quedando muchas de ellas aisladas cuando deja de llover encerrando los peces, haciendo de ellas paraísos de pesca, tal como la laguna hacia donde nos dirigimos que queda a unos quinientos metros de la desembocadura del Juriepe.
Río arriba queda una laguna muy larga hacia la izquierda y recuerdo la vez anterior que nos metimos en ella y tuvimos que devolvernos ya que se cierra en su parte superior, debido a que el cauce del río es por el lado derecho aunque no lo parezca por ser más estrecho, navegando a toda máquina y disfrutando del paisaje llegamos a la “Y” y al ser la parte izquierda mas ancha, viré y casi entrando a la laguna me acordé del sitio, por lo que hice un viraje muy brusco hacia la derecha y algo pasó por mi lado izquierdo, sin precisar que era, cuando pude recuperar el control del bote, bajando la velocidad, Uta volteó desde la proa y me preguntó “ Y DONDE ESTA EFRAIN”.
En ese preciso momento, fue que me di cuenta que lo que había pasado por mi lado era el gordo Efrain, quien con mas de noventa kilos de peso, iba filmando y al dar el viraje, en vez de agarrarse se impulsó hacia arriba y dio una vuelta de carnero en el aire cayendo al agua con todo y cámara. Gracias a Dios que cayó en una parte honda y solo recibió un golpe con la filmadora en la nariz y por supuesto el golpe con el agua, cuando volteamos para buscarlo, recuerdo que lo primero que vi saliendo del agua fue la cámara, después los brazos y a continuación el sombrero verde de cazador sobre una cara que no sé si expresaba asombro, miedo, o desesperación por sacar la cámara del agua. Regresé con el bote a recogerlo y al llegar a su lado, se agarró del borde del bote y le dio la cámara a Uta, quien trató de subirlo, pero como era imposible debido a su peso, le dije que se agarrara fuerte para remolcarlo hasta la orilla que estaba a unos cuarenta metros del bote. La remolcada me pareció una eternidad y cuando llegamos a la arena nos bajamos del bote y ayudamos a Efrain a salir del agua. No tenía palabras para disculparme ante lo delicado de la situación, pero al ver que lo único que tenía era el golpe de la nariz, la mamadera de gallo por parte de Uta no se hizo esperar, comenzamos a reírnos y llegó un momento que de tanto hacerlo, me empezó a doler la barriga, emprendimos la navegación de nuevo y de ahí en adelante no dejamos de reírnos con las ocurrencias tanto de Efrain como de Uta, quien cada vez que volteaba hacia atrás preguntaba ¿ y DONDE ESTÁ EFRAIN?.
Navegamos por el lado derecho de la isla que forma la madre vieja y al desembocar en su parte superior hay una playa de aguas limpias y arena blanca con poca profundidad en la que vimos un avance de peces, lo que nos obligó a pararnos para tratar de sacar algunas piezas. Por mas que lo intentamos no hubo suerte y en unos diez minutos decidimos seguir la marcha río arriba, siempre con la mamadera de gallo de parte de Uta, preguntando “Y donde está Efraín.”
Poco a poco el Cinaruco se va haciendo mas llano, aunque sus costas son de unos dos metros de alto, sus playas son mas amplias y su arena es de un color crema, con aguas limpias y transparentes, rodeadas de un verde intenso por la vegetación de las riberas, lo que corona un paisaje muy difícil de olvidar. Los atardeceres coronan el paisaje con tonos rojizos y violáceos que recuerdan los resplandores del famoso Catatumbo en el Zulia.
En uno de los pocos trechos rectos del río, antes de llegar al caño Juriepe, recordé la laguna en la ribera derecha, en la que pescamos unos buenos pavones en el viaje anterior y no pude dejar de echar un vistazo, nos arrimamos a la orilla y después de subir por la costa, vimos que todavía la laguna esta descargando agua al Cinaruco, por un pequeño canal, lo que la hace mas atractiva para pescar, al tener mas profundidad y probablemente mas peces. Sin embargo decidimos dejar el lance para el regreso ya que estábamos un poco cansados por la travesía de unas dos horas; nos embarcamos de nuevo y seguimos la navegación río arriba, llegando a la desembocadura del Caño Juriepe, que lo hace en una zona donde se ensancha el río y llega a unos cien metros de costa a costa. Cruzamos a la izquierda y penetramos por el caño donde de inmediato comenzamos a trolear por sus riberas. El Juriepe nace en Colombia, pero en esta época del año en que estamos, o sea en verano, tiene muy poco caudal y en realidad no conocemos mucho de su parte alta, ya que forma unas cinco lagunas cerca de su desembocadura, en las cuales siempre hemos pescado los pavones más grandes de toda la zona, llegando a unos siete kilos varios de ellos.
Recorrimos unos quince minutos caño arriba y solo logramos pescar cuatro pavones pequeños, por lo que decidimos regresar a la primera laguna donde vamos a hacer el campamento, para dormir en su orilla.
Ya en el sitio descargamos el bote y con todo y motor, lo subimos por la costa y lo metimos en la laguna para aprovechar la luz del atardecer y tratar de sacar los pavones grandes motivo de éste viaje.
Comenzamos navegando a remos para no asustar los peces y al rato comenzó la fiesta, de repente todos estabamos con un pabón enganchado de las cañas, la adrenalina sube a niveles muy altos, con la emoción de los strikes, Efrain estaba que no cabía en sí de gozo, echaba chistes, mamaba gallo y a cada rato Uta le decía “ Y donde está Efrain”, recordándole el salto que había dado desde el bote.
Con un filete del pabón más pequeño, tiré la carnada a fondo con un carrete de mano y nylon grueso y de repente se guindó un bagre rayado de unos dos kilos, éstos pelean bastante y es emocionante sacarlos a mano, pues con caña y carrete, generalmente logran cortar la línea ya que poseen una aletas acompañadas de unos aguijones que son muy ponzoñosos que tienen forma de sierra y cuando penetran en la carne duelen mucho y más aún al sacarlo. Repetí la operación y saque dos mas del mismo tamaño. Cuando estabamos mas emocionados con la abundancia de la pesca, de repente oscureció y la laguna se convirtió en una boca de lobo, prendimos el motor y nos acercamos a la orilla para levantar el campamento. Después de guindar los chinchorros ya oscuro, nos fijamos que había una cantidad muy grande de puyones (zancudos en forma de triángulo de color negro, muy grandes que abundan en el llano), por lo que se hizo imprescindible prender una fogata para auyentárlos con el humo y poder reunirnos a charlar y disfrutar de los chistes y ocurrencias de Efrain , además de comer algo del pollo frito que mi esposa Martha siempre nos prepara para estos viajes y que sabe a gloria, acompañado de los tragos de rigor que nunca faltan en estos ratos de
camaradería y que de no ser por los zancudos y el cansancio del ajetreo del día se hubiesen prolongado hasta la madrugada.
Guindamos a eso de las ocho de la noche, no sin antes revisar los alrededores para asegurarnos no encontrar alguna culebra o algún caimán cercano a los chinchorros aprovechando de echar bastante leña a la fogata para que durara lo más posible.
Cuando comenzó a amanecer, me despertó alguien que paso a mi lado y me movió el chinchorro, se trataba de Uta, que ya tenía la caña en la mano y estaba dispuesto a sacar los pabones más grandes de la laguna, caminando por la orilla y haciendo casting con un señuelo marca Rapala que siempre le ha dado muy buenos resultados. Terminé de despertarme y fui hasta la fogata para reavivarla y preparar un café negro, para el desayuno. Todavía no había colocado el agua a hervir, cuando tuve que salir corriendo, con el bichero en la mano, ya que Uta me gritaba como un desesperado que fuera a ayudarlo a sacar un pabón muy grande que tenía pegado a la caña, llegué por la trilla de animales, hasta la orilla donde estaba con el agua por la rodilla y el pescado a un metro de distancia, ya casi ahogado, pero como la línea que usamos en el concurso de pesca del Club es de 20 libras, no se puede forzar al animal y mucho menos cargarlo en el aire ya que la puede romper, entonces usamos un bichero que es un tubo con un anzuelo muy grande en la punta, sin la rebarba, el cual al enganchar al animal ayuda a cobrarlo (sacarlo del agua) sin el riesgo de un rompimiento de la línea. Lo enganché y cuando estaba en el suelo nos dimos cuenta que en realidad era el mas grande que habíamos sacado. Ante el escándalo que formó Uta y con una envidia elevada a la enésima potencia, me fui casi corriendo a buscar la caña de pesca, comencé a recorrer la orilla buscando algún “aguaje”, para comenzar a pescar. El agua es totalmente transparente y en un recodo encontré un grupo de cinco ó seis pabones bastante grandes que iban recorriendo la orilla en el mismo sentido en que yo iba, hice el lanzamiento con la caña y casi antes de caer el señuelo al agua ya tenía un pabón guindado y peleando por su vida con unas corridas de unos veinte o más metros, hasta que logré cansarlo y sacarlo con el bichero. Era más pequeño que el de Uta, pero el tamaño me indicaba que debía pesar unos tres ó cuatro kilos. Lo amarré con la sarta de nylon a través de las agallas y después de asegurarlo a una mata, seguí haciendo casting logrando sacar dos animales mas de buen tamaño.
Como me di cuenta que la abundancia de la pesca se debía a lo temprano de la hora, recogí los tres pescados y me fui a buscar el bote para aprovechar el momento; ya Efrain estaba listo para salir a pescar también y recogimos a Uta en la orilla para que nos acompañara. A remos llegamos hasta el final de la laguna sacando unos tres pabones mas, lo que completó la faena de la mañana.
Como los strikes se distanciaban en el tiempo decidimos ir a desayunar para después probar suerte en las otras lagunas, río arriba.
Mientras Uta y Efrain preparaban un suculento desayuno, me puse a limpiar los pescados en la orilla de la laguna cerca del campamento, para después meterlos en hielo y conservarlos frescos.
Cuando fuimos a descolgar los chinchorros descubrimos una gran cantidad de “cagarrutas” (estiercol) de chiguires al lado del camino entre los chinchorros y otras huellas de animales tal como venados y otros que no pudimos identificar, dándonos cuenta de lo mal que escogimos el sitio para acampar, ya que es una loma con una sola trilla de animales que separa la laguna del cauce del río.
Recogimos todo y pasamos el bote hacia el río, donde lo cargamos con todo el perolero y emprendimos de nuevo la navegación caño arriba a la siguiente laguna, a la que llegamos en unos diez minutos.
Comenzamos a pescar de nuevo pero con muy mala suerte ya que la laguna tenía muy poca agua y menos pabones por lo que remontamos el caño mas arriba en busca de la otra laguna y unas madreviejas en la boca de las cuales siempre se pesca algo. Corrimos con la misma mala suerte y en vista de ello decidimos salir al Cinaruco para pescar las lagunas que vimos el día anterior y tener tiempo para ir regresando al campamento poco a poco. El Sol comenzó a brillar con todo su esplendor y al llegar a la laguna del día anterior no quisimos montar el bote sino pescar desde la orilla, para probar suerte, sacando unos tres pabones pequeños, por lo que regresamos al bote para continuar el viaje.
Cuando habíamos navegado mas ó menos media hora, llegamos a la playa de la ribazón del día anterior y arrimamos el bote a la orilla para no asustar a los peces y desde la orilla comenzamos a hacer casting, lo que nos dio como resultado dos nuevos pabones de unos dos kilos cada uno, pero tardándonos como media hora para sacarlos, lo que nos hizo volver al bote para continuar buscando un sitio mejor. A todas éstas el Sol estaba brillando en todo su esplendor y a Dios gracias todos teníamos puestos las gorras, camisas de manga larga y pantalones para protegernos de las quemaduras del Sol llanero.
Navegamos alrededor de la isla y al virar a la derecha, llegamos al sitio de la caída de Efraín, preguntando Uta ¿ Y donde está Efraín?. La mamadera de gallo se hizo permanente y no recuerdo haber hecho otro viaje en que nos hubiésemos reído tanto.
Para matar la fiebre y en vista que nos quedaba algo de tiempo antes de regresar al campamento para recoger todo y despegar de regreso hacia Valencia, navegamos hasta la laguna cercana al campamento y echamos otro lance de pesca, sacando otro pabón de tamaño pequeño, por lo que decidimos continuar río abajo hasta la laguna El Loro, para completar nuestro viaje.
Al llegar al embarcadero Efraín aprovechó de filmar con su cámara el producto de la pesca que fue bastante considerable, ya que se trató de unas veinte piezas, entre pabones y bagres rayados que llenaron nuestras cavas a plenitud. Tuvimos que subir el bote hasta la troja en la parte superior de la costa de la laguna, para protegerlo con su candado y dejarlo lavado y boca abajo, cosa de quedar listo para el próximo viaje, el motor lo llevamos con la carretilla hasta la Churuata, donde queda protegido también con su candado y comenzó la recogedera de corotos y el embarque al avión, para emprender el vuelo de regreso.
Antonio vino a ver como nos había ido con la pesca y se quedó asombrado del buen resultado, recordando el primer viaje que hicimos con él, hace unos años, cuando no mas llegamos a la orilla de la laguna del Juriepe donde acampamos, apareció un paují copete de piedra del tamaño de un pavo, al que mató con su rifle 22 y que trajo a su casa como regalo a su esposa, ya que según nos cuenta su carne es de un sabor muy especial y de gusto exquisito. También recordamos que fue ése primer viaje en el que se pescó el pabón de mayor peso que hayamos visto en la zona, de unos 7.8 kilos y del que todavía tenemos las fotos para el recuerdo.
Terminamos de recoger todo y después de la siempre nostálgica despedida, emprendimos el carreteo con el avión hasta la cabecera de la pista, donde ondea la manga de viento que fabricamos con lona metalizada y que a pesar de su peso funciona muy bien, indicándonos cuando el viento está cruzado ó hay turbulencia en la zona, cosa muy corriente en época de invierno. La carrera de despegue siempre muy corta, ya que el avión tiene poco peso por el consumo de combustible de la venida y la descarga del hielo y comida, se hace casi paralela al rumbo del río Cinaruco y hay que virar a la izquierda, con rumbo de 15 grados para enfilar hacia San Fernando y al ir tomando altura se ve a la derecha en la lejanía, las Galeras del Cinaruco que son una especie de Cordillera que emerge en medio de la llanura de Norte a Sur y termina a orillas del río, detrás de la que se divisa a lo lejos el río Orinoco y los cerros de La Urbana, zona donde desembocan tanto el río Cinaruco, como el Capanaparo; el paisaje es infinito con muy diversos tonos de verde, acentuados a las riberas de los ríos y con tonos de amarillo tostado en las llanuras que se prolongan hasta donde alcanza la vista. Volando a baja altura nuestro Capitán, nos paseó sobre el Hato que tenía en sociedad con su hermano Jesús, llamado Mata Linda, que colinda con La Rompía, hato que fue nuestro por unos cuatro años, después volamos sobre la laguna Los Zorros y al cruzar el Caño La Pica, comenzó a ascender al nivel de crucero, a 5.500 pies al que logramos llegar cuando sobrevolamos el río Capanaparo en la zona del antiguo paso de chalana, llamado San Pablo del Capanaparo, de grato recuerdo cuando hicimos el viaje por carretera hasta el Hato La Rompía, con tres camionetas a pasar una Semana Santa.
Mas al Norte se divisaba bajo un cielo resplandeciente, el río Cunaviche, el Cunavichito y más lejos el río Arauca que al desbordarse en invierno forma el llamado Cajón del Arauca, inundando toda la zona formando un estero de inmenso tamaño, que fertiliza los suelos y llena de jejenes y puyones toda la zona.
Todo esto es un Paraíso en verano, o sea la época comprendida entre los meses de Diciembre a Abril en que no llueve y hay una agradable brisa que se convierte en un frío bastante fuerte en la madrugada, no hay casi mosquitos y todo es verdor. En cambio en invierno “El llano es un infierno”, ya que se llena de mosquitos, el calor húmedo es sofocante y llueve, llueve y llueve casi todos los días inundándolo todo, las tormentas eléctricas son sobrecogedoras y los truenos se oyen desde muy lejos con un estruendo que mete miedo pues como no hay cerros que obstaculicen el ruido, éste se multiplica por toda la sabana. De ahí saqué el dicho aquel de: “ El llano, un paraiso en verano y en invierno es un infierno”.
Al pasar sobre el Arauca, tenemos a la vista, al pueblo de San Juan de Payara a nuestra izquierda y al Norte ya se divisa Biruaca y San Fernando, en el que descuella la Torre de Purina con sus cuadros rojos y blancos y que sirve de guía para ubicar la cabecera de la pista, a la que llegamos en cuarenta minutos y aterrizamos para reabastecernos de combustible y aprovechar para comprar los sabrosos quesos de búfala del Hato Terecay, que venden en el Aeropuerto como cosa típica de la zona y aprovechar de tomar el cafecito reconfortante en su restaurant.
En una media hora despegamos rumbo Norte hacia Valencia, vuelo que es de una hora aproximadamente y a la que llegamos a las tres de la tarde, para emprender el viaje de dos horas y media hasta Carrizales donde viven Uta y Efraín y de seguidas bajar hasta Caracas, donde me están esperando mis dos hijos y mi esposa Martha, a la espera de los sabrosos pabónes que siempre traemos del llano.

Caracas, Diciembre 14 del 2.000.


Por: Manuel A. Urbina P.