En el mes de Noviembre de 1.992, el tigre Ramón Magual nos invitó a pescar en Los Roques, en su yate la Nora M, junto con tres amigos suyos los cuales me fueron presentados a las cuatro de la mañana, momentos antes de partir desde Caraballeda, en el canal de Laguna Beach, donde está anclado.
Ya habíamos salido muchas veces en el yate de Ramón a pescar por las costas y el Placer de La Guaira, donde recuerdo pegué la aguja mas grande que he visto en su elemento, en mi caña, pero me habían soltado totalmente el freno y el carrete, al estar libre, enrolló el nylon y se trancó con la consiguiente pérdida del bello animal. La Nora M, tenía sus dos motores nuevos, traídos de los Estados Unidos por Ramón y adaptados al espacio disponible, ya que eran mucho más potentes que los originales, dando mucho que hacer a los mecánicos para su puesta a punto. Fue un proceso muy largo y trabajoso ya que el tigre es una persona muy detallista y no solo cambió los motores, sino que se dedicó en cuerpo y alma, junto con otro tigre, José De Gregorio, a pintar, refaccionar y dotarlo con los equipos mas modernos de navegación disponibles al momento.
En el edificio Rompemar, donde estaba el apartamento de Ramón, todo era actividad, ya que teníamos que aprovechar las primeras horas de la mañana, cuando el mar está mas tranquilo, para zarpar, e ir navegando despacio por el peligro de chocar con los palos, que no se ven por la oscuridad y después acelerar a la velocidad de crucero cuando la claridad del día lo permitiera.
Los invitados de Ramón eran nada mas y nada menos que, Luigi Cubedu y
Claudio Scrosoppi quien tiene una tienda de artículos deportivos y es representante en Venezuela de algunos de ellos. Todo era movimiento mientras cargábamos los numerosos equipos de pesca y equipajes, además de varias bandejas de comidas preparadas, ya que el programa inicial era pasarnos cuatro días en viaje de pura y sana pesca. En la revista Caza y pesca tuve la ocasión de leer, las hazañas de nuestros nuevos amigos, quienes fueron campeones nacionales de pesca submarina, no una sino varias veces y al ver a Claudio con su gran humanidad, no me lo podía imaginar compitiendo en éste deporte tan peligroso.
El Capitán encendió los motores y después de calentarlos dándole su debido tiempo, soltamos las amarras y comenzó el lento desfilar por el canal de la laguna, no había luna y esto dificultaba el avance a mayor velocidad, pero a bordo todo era camaradería, los cuentos y anécdotas de pesca fueron la conversación obligada y nos amaneció casi sin darnos cuenta. El paso de la oscuridad total a los primeros albores del día, produce un sin fin de colores, que van del negro, pasando por grises oscuros, claros y al despuntar el Sol por el horizonte un sin fin de tonalidades, que van pintando la inmensidad del mar, hasta la parición del azul celeste, en un cielo despejado de nubes, que nos auguraba un mar con un regular oleaje y algo de brisa en todo el trayecto.
Cuando llevábamos unas dos horas de navegación, sonó el radio de a bordo y era el tigre Ernesto Garrassini, quién salía en ese momento del Club Puerto Azul, con el mismo destino que nosotros, en su yate la “Norys V, acompañado de los otros tigres, José Rafael Odreman , José D´Gregorio y su marinero, un joven pescador de Naiguatá.
El Club Los Tigres, al cual pertenecíamos, era algo muy especial con relación a los nexos de amistad, siempre los viajes los hacíamos en grupos, generalmente grandes ya que a todos nos unía la fiebre de la caza y la pesca y en el correr de los años ésos nexos se fueron haciendo mas fuertes logrando participar en muchas actividades conexas, teniendo gran cantidad de reuniones semanales, por los aniversarios de cada uno, además de la obligada de todos los miércoles, que realizábamos en algún restaurant, de Caracas, pasándola de lo mejor en la mas franca camaradería.
Aquello es digno del recuerdo, contábamos con ocho avionetas, los dos yates, un velero llamado el Albatros del “galicio” Luis Javier Sanchez, quien posteriormente fuera “Autoridad Unica”, del Parque Nacional Los Roques, desempeñando una tremenda labor en el incremento del turismo del atolón. Además de cualquier cantidad de vehículos de doble transmisión con todos los equipos necesarios para ir al monte y un campamento de pesca, en la Laguna El Loro, del Hato Las Delicias en el río Cinaruco, amén de dos Hatos en Apure: La Rompía y Mata Linda y uno en Guárico, en el río San Bartolo llamado Las Payaras.
En definitiva un gran Club de caza, Tiro y Pesca, en el cual disfruté once años maravillosos y para el que trabajé con todo gusto, dos veces como Secretario, una vez como asistente del Tesorero y una vez como Presidente, amén de colaborar siempre en la organización de todos los eventos, obligado como estaba al pertenecer al grupo selecto de miembros fundadores.
De nuevo en navegación, la Nora M, posee una buena velocidad de crucero en mar tranquilo, pero, el rumbo que llevábamos era Nor-Noroeste y la ola siempre nos golpeaba por Estribor, la parte derecha del yate, lo que hacía que al acelerar un poco, recibíamos unos bandazos muy fuertes, haciendo que el viaje fuese un poco incómodo. Sin embargo, una gran parte del recorrido, que estimamos fuese de 6 horas, hasta Dos Mosquices, la pasaron durmiendo, Claudio, Luiggi y Pepe, el quinto de a bordo quien fabrica junto con su padre los exquisitos sabroseadotes y aliños de la marca “Gut” y que posteriormente tendríamos la oportunidad de saborear con los pescados que preparamos a bordo.
Como a la hora de haber hecho contacto con nosotros, recibimos nueva llamada de la Norys V, reportándonos que ya se encontraban en Alta Mar, a unas treinta millas del puerto y en base a lo acordado, por razones de seguridad, estaban desarrollando una buena velocidad de crucero. Nosotros para éste momento ya habíamos perdido la línea de la costa y todo lo que se alcanzaba a ver era un mar muy briseado, con una visibilidad infinita, por la falta de nubes que era notoria, por ser casi mediodía.
A lo lejos vimos una gran “pajarera”, comiendo en mar abierto, pero Ramón no quiso que tiráramos las cañas ya que se encontraba un poco cansado, pues no había querido soltar el volante desde que partimos y ése esfuerzo de ir guiando el yate casi contra las olas, durante tanto tiempo, pasa factura a la larga. A lo lejos y al Norte, divisamos el perfil de la Barrera Sur, llamada así porque es una especie de pared que sale a la superficie y forma algunos manglares, protegiendo toda la parte Sur del atolón y siguiendo hacia la izquierda casi paralelos a ella, llegamos al final encontrándonos con las instalaciones de la Universidad Central, en la isla Dos Mosquices, la mas occidental de las islas.
Ramón fue reduciendo la velocidad y poco a poco entramos en una bahía al Norte de la isla en la que anclamos para descansar un poco de la travesía y comer, dándole tiempo a la Norys V, que llegara al punto de encuentro.
Claudio Scrosoppi, sacó la primera bandeja de comida preparada que llevaba y nos sirvió un suculento y sabroso menú que le había preparado su esposa y del cual disfrutamos felicitándolo por la buena idea, ya que al no tener que cocinar, en éstos viajes se dispone de más tiempo para la pesca y demás actividades.
En unas dos horas arribó al sitio la Norys V. y se anclaron muy cerca de nosotros, comenzando la mamadera de gallo acostumbrada, nos reunimos un buen rato y en menos de lo que canta un gallo, Claudio y Luiggi, se pusieron los trajes de goma para bucear y nos conminaron a que hiciéramos lo mismo los que los íbamos a acompañar. Ramón se hizo de nuevo Capitán y encendió los motores, para comenzar la navegación rumbo Norte donde se encuentran varios callos pequeños, en los que Claudio había pescado antes. Yo llevaba mi arpón y todo el equipo de pesca submarina, con unas ganas tremendas de acompañar a Claudio y Luiggi, pero se me quitaron las ganas, cuando el primero le dice a Ramón se detenga en pleno mar abierto en una zona de aguas muy claras que no tenían menos de diez metros de profundidad, para probar los arpones y comenzar la depredación(quise decir pesca). Previamente nos indicaron que la señal para que los recogiéramos era sacar el arpón del agua y que podíamos dar la vuelta alrededor de uno de los callos, haciendo pesca de troleo, pero advirtiéndonos que no nos alejáramos mucho. Ante la alternativa de no pescar nada con el arpón, ya que yo no llego a ésa profundidad, me quedé en el yate, preparando las cañas para comenzar de inmediato a tirar los señuelos mientras rodeábamos el callo. Comenzamos a pescar unos atunes pequeños, sacando cuatro de ellos y cuando estábamos de lo mas emocionados, vimos a Claudio con el arpón en alto y fuimos rápidamente a recogerlo. Al acercarnos me pasó el arpón y dijo que una gran barracuda no lo dejaba pescar ya que intentaba comerse los quince ó mas pescados que ya traía en el nylon con el flotador, amarrado a su cinturón de pesas. Me quedé con la boca abierta al ver el tamaño de la barracuda ensartada en la flecha y mas cuando comencé a subir la sarta de picudas, pargos de todo tipo y meros, no pudiendo explicarme como hacia aquel diablo para nadar con tantos pescados remolcados. Luiggi venía acercándose con una cantidad similar de pescados y todavía no habíamos tenido tiempo de sacarlos de las sartas cuando se fueron los dos otra vez al agua. Aquello era algo difícil de creer, en menos de media hora, ése par de locos , habían sacado mas pescados que yo en todo el año anterior y lo que era peor nos dijeron que les había ido un poco mal, debido a la gran cantidad de picudas en la zona.
Se fueron al agua de nuevo y nosotros al ver la cantidad de pescados que habían sacado pegábamos brincos de felicidad ya que con ésta primera parte, ya teníamos para llenar el freezer grande del yate y quizá una de las cavas. Seguimos troceando alrededor del callo y cada vez que pasaba el yate por la parte SurOeste, pegábamos dos atunes mas, la zona de pesca es espectacular y al rato se nos unió la Norys V, para trolear alrededor del otro callo cercano, corriendo con la misma suerte que nosotros ya que sacaron varios atunes y carites pintados, llamados también sierras.
La pesca continuó y en eso de una hora volvimos a ver la señal del arpón fuera del agua y nos acercamos de nuevo a recoger a nuestros dos compañeros, que ésta vez tenían las dos sartas rellenas de pargo y meros de mas de dos kilos cada uno, amen de las consabidas picudas, que según nos contaron son mas fáciles de pescar con arpón, ya que se acercan a tratar de comerse los pescados de las sartas, volviéndose un blanco fácil de acertar.
Cuando terminamos de sacar toda la gran cantidad de pescados que Claudio y Luiggi habían cobrado, me di cuenta que habían unos pargos rojos de unos tres kilos cada uno que yo no conocía, pues tienen una aleta en el lomo muy larga, son redondeados y su boca se parece a la de los loros, con dientes fuertes, explicándonos Claudio que se trata del pargo “Gallo”, según él, el de mejor sabor, ya que se alimenta de algunos corales que le dan sabor a su carne, señalándonos uno que se iba a llevar para su casa debido a que a su esposa también le gustan mucho.
Ya contentos con la gran cantidad de piezas cobradas, se fueron de nuevo al agua, pero ésta vez con una cámara submarina de filmación, para después mostrarnos la belleza submarina de la zona.
Nosotros seguimos en la Nora M, dando vueltas al pequeño cayo y sacando uno que otro atún pero de un tamaño, que daban risa comparados con los que nuestros compañeros habían cobrado con los arpones. En una media hora de actividad nos volvieron Claudio y Luiggi a llamar y ésta vez ya en forma definitiva, pues terminaron de filmar unos loros comiendo coral, su principal alimento y una diversidad muy grande de peces en su elemento, amen de los paisajes marinos con un mar de aguas transparentes y un fondo coralino que se observa a unos ocho metros de profundidad.
Decidimos regresar a la bahía al Norte de Dos Mosquices y se lo hicimos saber a la Norys V, quienes nos siguieron y fondeamos muy cerca de la playa, un yate al lado del otro.
Tomamos un baño de playa en un grupo cuya camaradería es proverbial dentro del club Los Tigres, en una playa paradisíaca con arenas muy finas y aguas transparentes y que terminó cuando Claudio nos llamó a comer otro de los exquisitos platos, con que su señora nos premió en éste viaje.
La cena tempranera fue regada con abundante vino y whiskey además de los cuentos de pescadores que no podían faltar.
Todo era alegría y camaradería en lo dos grupos y yo pensaba que si así era el primer día de pesca, no se que íbamos a hacer con el pescado, ya que previamente tuvimos que pasar a la Norys V, gran parte del hielo que trajimos para el pescado, al llenar todas las cavas y el freezer del yate, con la pesca que ésos bárbaros sacaron en menos de dos horas de pesca.
Nos acostamos temprano ya que el largo viaje y el ajetreo del día nos pasó factura, haciendo que terminara temprano la agradable reunión a bordo.
Muy temprano en la mañana, nos desayunamos rápidamente y en menos de lo que canta un gallo, estábamos navegando placidamente en la Nora M, no sin antes comunicarnos con Ernesto Garrassini y compañía en la Norys V, que se retrasaron un poco ya que el sueño a bordo era mas profundo que en nuestro caso.
Saliendo de la bahía, Ramón que hablaba con Claudio y conmigo nos dijo que teníamos que adelantar el regreso, que se había proyectado para el domingo, para hoy viernes, pues en caso de permanecer en Los Roques, corríamos con el riesgo de perder la pesca por falta de refrigeración, ya que el poco hielo que le habíamos puesto a la cavas, casi se había consumido en la noche y al insinuarle yo que lo mejor en ése caso era pasarle parte del pescado al otro yate, quienes no habían tenido “la suerte” de haber sido acompañados por un par de depredadores (quise decir pescadores), como nosotros y cuyas cavas aún se encontraban vacías. A Ramón no le gustó la idea y la decisión de partir de regreso a tierra firme, la mantuvo firme hasta las once de la mañana, cuando enfiló rumbo Sur y la calentera mía fue tan grande que me fui a la cama a dormir casi todo el viaje de regreso. Pensé en ése momento lo injusto de finalizar un viaje tan agradable, que se debía prolongar por dos días mas, con la alternativa de fondearnos y pescar nosotros, la gran cantidad de meros y pargos que siempre sacábamos en éstos viajes, amen de la agradable pesca de troleo.
La navegación de regreso es un poco mas placentera pues las olas pegan con menos fuerza por Estribor (la parte izquierda del yate), pero la seguridad
de navegar con destino seguro, ya que al Sur siempre íbamos a conseguir tierra, hace que nos sintamos mas tranquilos que en el viaje de ida, aunque siempre se mantiene el rumbo por medio de la Brújula, para evitar navegar mas de lo necesario.
En unas tres horas se comienza a ver el perfil de la Cordillera de la Costa, entre muchas nubes y todo hubiera sido perfecto a no ser por una falla en el mando hidráulico del yate, el cual botó el aceite de la bomba que regula el funcionamiento del volante, por la rotura de una manguera de goma, y ante la imposibilidad de mantener el curso con el volante, tuvimos que hacerlo con la fuerza de los motores, acelerando indistintamente uno u otro, para tratar de seguir lo mas recto posible.
Esto nos retrasó el viaje en una hora mas de lo previsto, pero ya teniendo los edificios de Caraballeda a la vista, Ramón redujo la velocidad para mas seguridad en la aproximación a la costa, se comunicó con su esposa por el radio del yate, para que supieran de nuestro regreso y en media hora estábamos entrando al canal de la laguna, para después atracar en el muelle del edificio Rompemar.
Comenzó la descarga de todo el equipaje y de la gran cantidad de pescados para ser repartidos en forma proporcional entre todos y Ramón tuvo que buscar dos cavas más para poder enhielar todo. Nos invitó a ver la filmación submarina y disfrutamos un mundo viendo a los loros comer corales y sentir el ruido que hacen al morderlos. La variedad de peces es infinita, así como sus colores, los corales hacen un paisaje bellísimo y la visibilidad de ésas aguas transparentes, nos brindaron un rato de amena y grata recordación.
Pasadas tres semanas, Ramón me invitó de nuevo a pescar en el yate, pero ésta vez para el placer de la Guaira, había preparado un palangre de unos doscientos anzuelos, para aprovechar que el mar estaba bastante tranquilo y tirarlo en esa zona, invitando también a Pepe, su vecino del edificio del cual recuerdo en un viaje anterior a Los Roques, estando fondeados en el canal de Sebastopol, se fue a pescar con el arpón del lado de afuera de la barrera y regresó en menos de quince minutos por la cantidad de tiburones grandes que se encontró, no contento con ello agarró un tobo y se fue a buscar unos caracoles llamados quíguas y los preparó fritos en aceite de oliva, con los cuales nos dimos un banquete digno de reyes. Esa noche tiré mi caña de troleo hacia el medio del canal con una sardina y en la madrugada al sonar la charraca del carrete, todos corrimos a ver que era lo que estaba pegado, resultando un Jurel de tres kilos, que saqué y metí de inmediato en la cava.
El viaje hacia el Placer, comenzó a las 8 de la mañana, y efectivamente el mar estaba muy tranquilo, con poca brisa, llegando al sitio donde se reúnen siempre varios yates a hacer la pesca de altura y que es una cordillera sumergida paralela a la costa, a unas quince millas de distancia al Norte del litoral central, con diferentes profundidades, que hace se reunan grandes bancos de bonitos, comida preferida de gran cantidad de peces de pico, como son los dorados, agujas azules y blancas, peces vela, barracudas muy grandes y atunes que emergen al ver los balaos (peces de unos quince a treinta centímetros largo que previamente se preparan cosidos a las paradas de nylon ó metálicas, con anzuelos de ojo de aguja y alambre fino de cobre, para cerrarles la boca y hacer que naveguen por la superficie, lo que atrae a los peces grandes que allí se sacan.
Al llegar al punto de menos profundidad, guiados por el Ecosonda, con que está equipado la Nora M y cercano a un bote de pescadores que estaban fondeados, sacando pargos Cunaros pequeños, comenzamos a pasar trabajo tirando el palangre, ya que el sistema que consiguió Ramón se trata de unas paradas de unos treinta centímetros de largo amarradas a la línea principal de nylon mas grueso, con unos broches plásticos de “quita y pon” que facilitan el encarnar el palangre y que llevan las sardinas que previamente habíamos atravesado a los anzuelos y se iban echando al agua para que se ubicaran a poca distancia del fondo con unos flotadores en ambos extremos, trabajo que duró una media hora. Los palangres tradicionales, usados por los pescadores profesionales, son de unos cuatrocientos anzuelos amarrados a la línea principal que se van clavando al borde de una caja de madera y se van encarnando en tierra para ser desplegados en el momento de lanzarlos en el sitio de pesca. Recuerdo el tremendo enredo que formamos cuando tiramos uno en Los Roques con Juan Mata y que no pescó casi nada debido a la cantidad de anzuelos que tenía enredados.
Dejamos marcado el sitio con unas banderas y nos dedicamos a la pesca de troleo siempre cerca del palangre, con la suerte de pegar en mi caña una aguja azul de unos treinta kilos, que me dio una emocionante pelea. Después de dos horas de vueltas y mas vueltas sin suerte, en un mar que era un “plato”, nos dedicamos a levantar el palangre y en tantos anzuelos, solo logramos sacar dos pargos Medregal, de tres y cuatro kilos que después comprobaríamos que no tienen muy buen sabor al comerlos y que no valían en realidad tanto trabajo pasado. A continuación seguimos troleando y después de sacar dos dorados de buen tamaño, decidimos regresar a la Costa, cuando de repente en el horizonte vimos una pajarera y hacia allí nos fuimos, llegando en unos diez minutos, viendo que se trataba de una ballena, como siempre acompañada de varios peces que son los que al comer hacen que se alboroten los pájaros bobos y alcatraces al comer las sobras que van dejando a su paso.
Dimos varias vueltas sin suerte y al enrumbar hacia la Costa de nuevo de repente se apagó primero uno de los motores y después el otro, lo que hizo que Ramón destapara el piso para revisar en la Sentina, los filtros Racor, pensando que estaban tapados por el sucio del Gasoil, mas no era así, sino que, nos habíamos quedado sin combustible debido a un bote continuo de los tanques hacia la Sentina y que era sacado por las bombas de achique al costado del yate. Ante la emergencia, Ramón radió a la lancha Maripuchi, que habíamos escuchado se encontraba en la zona, para que nos auxiliara y en una media hora se nos acercaron, derivando en ése tiempo casi hasta el Norte de la planta de Arrecifes. Nos lanzaron un cabo (mecate), para remolcarnos hasta el canal de la Laguna y comenzó la lenta travesía que terminaría a las once y media de la noche cuando arribamos al muelle y fondeamos el yate. En ése momento, no encontramos la forma de agradecer el gran favor recibido y Ramón decidió obsequiar al Capitán de la Maripuchi, con la aguja que habíamos sacado, lo que fue muy bien recibido por éste.
Después de recoger todo el perolero y equipos de pesca, nos despedimos
de nuestros amigos para retornar a Caracas, llegando a mi casa a la una de la madrugada, con un cansancio tremendo pero con la satisfacción de otro grato viaje de pesca.
Caracas, Abril 19 del 2.002
Por: Manuel A. Urbina P.
Tuesday, February 5, 2008
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